00,12

153 26 5
                                    

Busca la canción de tu alma, envuelta en tinieblas y sombras, porque habrá alguien que aparezca, y con gusto interprete, hasta la última letra.

La música había sido el único lenguaje que, pensé, el ser humano lograría entender, no importaba de dónde proviniese o quién fuese. Quizás por esa razón, cuando mi madre por primera vez dejó que la orquesta envolviera el salón para que todos bailáramos en el Gran Baile del Zima, deseó que entendiéramos cada una de sus palabras, compuestas por una melodía: vive, sé tú, pero vive.

Cinco años atrás, pensé en ello de nuevo.

Destruí todo lo que estaba a mí alrededor tras eso.

Vivir... pero lo más importante, ser yo.

Los pensamientos me inundaban porque ¿qué ocurría cuando no podía ser yo? Por los jodidos Antiguos, simplemente no sabía quién era por completo y aun así debía actuar mientras intentaba descubrirlo, temiendo cada momento, queriendo conocerme, pero al tiempo, sumergiéndome en cada miedo por saber que en cualquier momento algo podría salir mal...

Podía pasar otro siglo, y jamás sería suficiente para conocerme.

Podían pasar otro siglo, y jamás sería suficiente para que las personas supieran mi verdad, que descubrieran que detrás de cada sonrisa había un corazón enfundado en lágrimas y piezas rotas que esperaban juntarse nuevamente. Nunca entenderían que a lo que más le temía, no era lo que habitaba en mi interior, sino lo que podía hacer conmigo de no llegar a... dominarlo.

Por eso mentí.

Por eso escondí todo y me convertí en alguien que querían. Una bastarda, una ladrona, mentirosa y estafadora sin sentimientos, quien mataría a quien fuera sin importar qué.

Sacudí las chispas azules que habían salido de mis manos y pestañeé repetidas veces, ya que tenía la vista nublada y mi rostro seguramente estaba más rojo que la sangre que ahora salía de mi nariz. Conteniendo un respiro, limpié el rastro de esta última, junto al sudor perlado de mi frente, mi pecho en un sube y baja.

El lugar era un desastre, como todo lo que llegaba a estar cerca de mí.

—Mira lo que hiciste...—susurré, tragando en seco.

Mis manos no dejaron de temblar en ningún momento cuando di un giro lento sobre mi propio eje.

La hierba que antes había sido un beso de las hojas verdosas en los extremos, no era más que tierra seca y muerta. Me dejé caer de rodillas con tal de que las palmas de mis manos tocaran la superficie, la sensación haciéndome suspirar con fuerza. Sentí que gritos se elevaban, un eco de mi propia voz que llegaba demasiado tarde junto a la tormenta que iniciaba a desatarse.

Seis líneas oscuras, una estrella rodeándome, el suelo prácticamente con quemaduras sobrenaturales, me rodeaba. Señalándome. Dando siempre en dirección a mi cuerpo, para demostrar quién había hecho ese desastre, quién había destruido parte de ese bosque.

Monstruo...

Monstruo...

Retoqué mi rostro con las manos sucias al notar que lo que caía en mis rodillas, no eran solo las lágrimas provenientes del cielo grisáceo, sino de mis ojos. Los restos de luz ardiente saltaron por mi ropa y fueron desapareciendo de a poco, como hacía tanto no lo hacían. Cada árbol quedó inerte ante mi presencia y no se dignaron a danzar al compás de la melodía melancólica que se desplazó lentamente junto al viento helado, con un recuerdo, las memorias de un bosque que yacía perdido en mapas humanos.

Después de todo, una parte de sus ramas había quedado destruida, sin vestimenta alguna que cubriese los brazos en busca de un calor primaveral. Un trémulo chillido se escapó de mi boca, la ira invadiéndome. Quería seguir gritando. Pero no sabía si perdería el control. Quería seguir corriendo. Pero no sabía si con ello terminaría quemando el resto del bosque.

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora