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Habría una fiesta de bienvenida en la que sólo cincuenta de los amigos más cercanos de la familia asistirían para celebrar la visita de Jungkook y para conocer a su pareja. Fue idea de la Sra. Jeon.

Jimin sentía revuelto el estómago de los nervios.

Luego del desayuno, Jungkook y su hermano fueron arrastrados por el Sr. Jeon para ir de pesca, una tarde de padre e hijos luego de mucho tiempo separados. Mientras que la madre de Jungkook y Jin se encargaron de arrastrar a Jimin en los preparativos de la fiesta. Cuando Jimin comentó educadamente que solo causaría problemas si lo incluían en sus planes, la Omega se negó a dejarlo afuera.

—Algún día te harás cargo de tu propia casa, Jimin. No tuviste a una madre para que te enseñara estas cosas, por lo que lo haré yo. Primero iremos de compras.

Algo se volvió evidente y fue que la Sra. Jeon era una de esas omegas tradicionales, de aquellas que pensaba que si bien los momentos tenían los mismos derechos que los alfas, sus obligaciones eran diferentes. Aceptaba que los omegas trabajarán y se superarán intelectualmente, pero había una cosa que no podía cambiar: ellos debían ser oficiosos y encargarse del alfa y los pequeños en el hogar.

—¡Oh, que suerte!—La Sra. Jeon metió varios paquetes de Ramen en la canastilla. —Esta es la marca favorita de Jungkook, cuando se los prepares asegúrate de no hervirlos demasiado. No le gustan recocidos aunque se los comerá para no herir tus sentimientos.

Jimin no dijo nada, solamente sonrió. El jamás preparaba nada. Nunca tuvo la necesidad de aprender a cocinar, la única vez que piso una cocina fue cuando pretendió ser el aprendiz del chef Johng. No le diría que si le daba hambre, pasaba a un restaurante por sus platillos favoritos o le pedía a su chef que preparara algo.

—¡Oh! Por allá está el suavizante favorito de Jungkook.

Se vio arrastrado hacia el área de los suavizantes y jabones en polvo.

—Este es exactamente lo que necesitas para sacar manchas. Y este deja la ropa sin arrugas. ¡Es magnífico!—La Omega le pasó un frasco rosa.—Y cuando pongas las prendas blancas en la lavadora asegúrate de no hechar mucho blanqueador o las arruinaras. Y otro detallito, a mi hijo no le gustan los aromas fuertes, asegúrate de usar detergentes sin olor.

El resto de la mañana se la paso escuchando "Cuando le cocines a mi hijo...", "A Jungkook le gusta esto", "Asegúrate de conseguir aquello". Jimin trato por todos los medios de no sentirse ofendido. Se recordó que la madre de Jungkook no sabía cómo era su estilo de vida y que estaba llena de buenas intenciones. Entre la gente normal esos eran los tipos de consejos que se daban de suegras a yernos y nueras.

Pero no pudo dejar de enfadarse. ¡El no era un criado! Además, ¿Acaso el alfa no tenía manos para hacer sus propias cosas? Según la perspectiva de la señora Jeon había que alimentarlo, mantener sus ropas limpias y la casa perfumada cuando se emparejaran. ¿Qué era Jungkook? ¿Un cachorro? Los omegas eran más que simples mucamas.

Ante su ceño fruncido el resto de la mañana, Jin trató a duras penas de contener la risa al verlo cada vez más exasperado.

—Mi tía es algo... especial. ¿Verdad?

—¿Tú opinas igual que ella?—Jimin agrando los ojos, indignado.—¿Qué los omegas son los esclavos del hogar?

—Aprendí a no pelear con mi tía. Tú solo dile que si. Además, Jungkook está enamoradosimo de ti. Nunca te dejaría aunque no le puedas planchar ni una camisa. Seguro lo que le gusta de ti son tus otras habilidades, y no hablo de las domésticas.—La risa de Jin era tan linda como estridente.

—¡Oh, Jimin!—La Sra. Jeon cantaba su nombre desde el área de vinos.—¡Te enseñaré a escoger un buen vino tinto para la velada de esta noche!

Al fin algo en lo que Jimin no era inútil. Esperaba que en ese supermercado tuvieran
botellas de Cabernet Sauvignon o algún Merlot.


🐾

Jin se entretuvo en la sección de revistas mientras su tía y Jimin parecían querer agarrarse de los pelos al no estar de acuerdo con la elección de vinos. Al parecer una mañana fue todo lo que les duro el amor y la armonía. Eso se iba a convertir en una guerra.

Soltó un chillido de gusto cuando vío que al fin habían traído a ese pueblo abandonado de la civilización, el nuevo número de su revista favorita. "Vogue". Esta vez el número hablaba de la moda de la élite de la sociedad. En la portada aparecían dos omegas y un alfa con clase y estilo, hermosos por igual. Sin esperar a llegar a la caja y pagar por ella, desgarró la envoltura y devoró el contenido. Se le cortó la respiración al llegar a la nota de la portada. Se trataba de tres hermanos.

—El heredero del imperio Kim, Namjoon y sus dos hermanos omegas. Elegancia, porte y moda en cada evento, la realeza de la sociedad. —Jin siguió leyendo hasta que llegó a las fotos. ¡Vaya! Esas personas parecían las dueñas del mundo. Trajes costosos y rostros perfectos. ¡Lo que daría él por tener la misma suerte! Su rostro era demasiado redondo, sus hombros demasiado anchos para considerarse esbelto... Frunció el ceño al ver la foto del hermano más pequeño de la familia Kim. ¿Por qué le parecía tan familiar...?

—¡Jin deja esa revista, corazón! ¡Tendrás tiempo suficiente para darle una vista en casa!—Su tía lo llamaba desde la sección de los vinos, donde Jimin tenía los brazos cruzados y hacia lo imposible por no estallar.

—Oh... por la luna...—Se río del pobre omega.—¡Ya voy tía!

Chiquito, Bonito y Caprichoso•|| (Kookmin) Trilogía De Los Herederos KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora