Fangs

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Kirishima alzó la mirada, cruzándose con la del rubio, y le saludó con una alegre sonrisa.

Bakugou suspiró mientras se acercaba a él, con las manos en los bolsillos. Sin embargo, esbozó una leve sonrisa al verle tan alegre.

Intentó no fijarse demasiado en los colmillos del pelirrojo, porque la última vez que lo hizo, no tuvo resultados muy buenos. Específicamente, no pudo dormir, y pasaba de asistir a otra clase de magia sin dormir, porque los hechizos le salían terriblemente mal.

—Has tardado —se quejó el pelirrojo—. Podías haber usado un hechizo de teletransporte.

—No malgasto mi magia innecesariamente, no como otros —le dedicó una mirada acusatoria mientras se sentaba en el lado opuesto a Kirishima.

—¡Es la hora de la comida! ¿Tú sabes el hambre que tengo? ¡Es terrible!

Sus colmillos se hundieron en una manzana roja, y Bakugou apartó la mirada con un ligero rubor, atrayendo una de las bandejas con un hechizo.

—La pregunta es cuándo no tienes hambre.

—¡La magia cansa y da hambre!

Se fijó que el pelirrojo iba por su segunda bandeja de comida, y suspiró. No sabía cómo demonios le cabía tanta comida.

—Yo también doy las mismas clases que tú, y no devoro todo el comedor.

—¡No es mi culpa que den tan poca comida!

Terminó su manzana, y cogió la naranja, empezando a cortarla.

—El día en que se te dé bien crear hechizos que no sean de fuego, podrías crear comida.

—¡Se me dan bien los de viento!

—Se te da bien solo uno de viento, y el más simple —Kirishima se cruzó de brazos con indignación—. No puedo creer que siendo un vampiro se te den bien los de fuego.

—¡Es que mi familia siempre ha sido de fuego! —reclamó—. ¡No es mi culpa!

Bakugou rió, y el pelirrojo le siguió minutos después.

Cuando se determinó que compartirían habitación en el internado, ninguno de los dos sabía cómo iba a ser su convivencia. Es decir, ni siquiera se conocían, pero el hecho de que Kirishima fuese un vampiro ya daba cierta tela de juicio.

Bakugou esperaba encontrarse con un idiota que se creía el mejor por tener un par de colmillos y no reflejarse en un espejo. En lo de idiota no se equivocó, pero Kirishima estaba muy lejos de su visión prefijada de él.

Era idiota, sí, pero era alegre, extrovertido y estúpidamente bueno. No había manera de que su presencia se pasase por alto, y no solo por el hecho de tener colmillos.

Era un glotón como nadie, y no se le daban bien los hechizos que no fueran los de fuego. Sin embargo, era uno de los que más se esforzaban en perfeccionar sus técnicas, aunque pareciese siempre despreocupado.

—¿Ya has terminado, o vas a ir a por otra bandeja más? —se burló el rubio, y Kirishima sacó la lengua infantilmente.

—No voy a comer nada más, estoy lleno.

—Qué milagro.

Ambos volvieron a reír cuando Kirishima trató de lanzarle un hechizo de agua, usando el contenido del vaso que tenía en frente, sin demasiado éxito.

—Mira cómo se hace.

Bakugou sacó su varita y apuntó al vaso. El agua empezó a removerse bajo sus palabras, y se convirtió en un pequeño dragón de agua. Sin embargo, Kirishima lo convirtió en vapor antes de que pudiera lanzárselo.

—Bueno, por lo menos sabes hacer algo relacionado con el agua.

—Solo evaporarla. No es la gran cosa —rió el pelirrojo—. Por cierto, ¿qué tal el examen de tierra?

—Nah, era fácil. Solo hacer crecer unas cuantas hierbas sin chamuscarlas —sonrió divertido, y Kirishima rodó los ojos.

—¡Eso fue un accidente, supéralo!

—Imposible superar cuando te cargaste el jardín del director, no pidas tanto.

Kirishima suspiró. Siendo el fuego su elemento predilecto, era difícil no destruir cosas inflamables como la madera y la hierba.

Aunque como vampiro debiera tenerle fobia al fuego, su caso era particular porque su familia era de magos, no de vampiros. Solo que, de pequeño, uno le mordió antes de que su madre pudiese espantarlo, y quedó como medio vampiro y medio humano. En realidad, los vampiros no podían hacer magia ni acceder a la academia, pero su caso era especial, así que le dejaban.

La mayoría de personas solían tenerle miedo de que les moridiera, y Kirishima temió que pasase lo mismo con su compañero de habitación. Contrario a sus expectativas, Bakugou parecía importarle terriblemente poco lo que fuera. No le tenía miedo alguno.

Kirishima nunca se había sentido tan a gusto con nadie, aparte de con su familia. Por ello, estaba agradecido que le hubiese tocado convivir con Bakugou durante los siguientes tres años.

—¡Hey, espera! —se quejó Kirishima cuando vio a Bakugou teletransportarse hasta la salida de la cafetería.

—¡Eres muy lento, vampiro! —gritó sin siquiera mirarle, metiendo las manos en los bolsillos.

Kirishima rió mientras se teletransportaba a su lado, con una sonrisa divertida.

No sabía qué hubiera pasado si le hubiera tocado otro compañero.

Y tampoco quería saberlo.



31 days: Kiribaku october storiesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin