Morning cuddles

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Madrugar era algo que a Kirishima nunca le había costado demasiado trabajo.

Su familia era muy activa, y en su casa todo el mundo estaba de pie a las seis y media. Bueno, excepto su hermana pequeña cuando era un bebé, pero mediante iba creciendo también iba cogiendo el hábito.

Sin embargo, Bakugou no tenía tan buenos hábitos, y por las mañanas solía estar más gruñón de lo habitual —y era decir bastante—. Por tanto, era mejor evitar cruzarse con el rubio por las mañanas si uno apreciaba su vida. Eso último Midoriya lo tenía muy presente, saliendo del campo visual de su amigo de la infancia ni bien se lo cruzaba.

Claro que a Kirishima no era como si le importase demasiado. Los demás suponían que ni siquiera notaba la diferencia entre el Bakugou recién despierto y el que era de costumbre.

—Aún no sé cómo sigue vivo —murmuró Kaminari, y Sero asintió, muy de acuerdo con él mientras veían a Kirishima saludar felizmente a Bakugou.

—Yo tampoco —suspiró Sero mientras se servía una taza de café.

—¡Buenos días, chicos! —saludó una animada Mina poniéndose entre ambos y pasando un brazo por los hombros de cada uno—. ¿Qué pasa con tanto murmuro?

—Ya sabes, Bakugou y su mal humor mañanero —rió Kaminari, sirviéndose una taza de leche.

—Y Kirishima arriesgando su vida como siempre —sonrió la chica—. ¿Deberíamos tener más malditas razones para emparejarlos? —bufó—. ¡Pero miradlos! ¿Cuándo demonios Bakugou sonríe a las siete de la mañana?

Sus brazos señalaron al par que no les hacía ni el más mínimo caso, hablando de algo que no podían escuchar pero parecía divertido, al menos para el rubio, porque Kirishima hacía un puchero. Segundos después, y tras algo que Bakugou dijo pero que ninguno alcanzó a oír, el rostro del pelirrojo se iluminó como estrella en la noche y le dio un abrazo que Bakugou correspondió.

Mina casi suelta un grito, que pudo contener sin saber muy bien cómo. Kaminari y Sero la miraron como si estuviera mientras cogía el móvil de Kaminari sin permiso y tomaba una foto con la opción de cámara sin necesidad de desbloquear el teléfono.

—Luego me la pasas —dijo, casi como una amenaza.

Kaminari asintió algo asustado, y Sero rió mientras veía a la chica emocionada.

—¡Es que son tan cuquis! —dijo por lo bajo—. Os juro que algún día acaban casados. ¿Pero vosotros les habéis visto bien? Es que más liados imposible.

Los dos se miraron con un suspiro mientras la muchacha seguía diciendo las razones por las cuales Kirishima y Bakugou iban a acabar juntos. Incluso se declaraba ya como la madrina de la boda.

—¿De qué tanto habláis? —un curioso Kirishima se acercó a ellos al verlos tan entretenidos.

—¡Vaya, buenos días! —saludó Mina—. ¡Qué bien se la pasan algunos de por mañana!

—¿A qué te refieres?

Kaminari y Sero cogieron sus tazas y decidieron alejarse, conscientes de que Bakugou podría estar escuchando, aunque pareciera bastante indiferente y con más ganas de dormir que otra cosa.

Pero solo por si acaso.

—Bueno, tú ya me entiendes —guiñó un ojo—. No todos somos tan afortunados.

Kirishima se sonrojó al entender lo que estaba diciendo y soltó un «¡No es lo que piensas!» mientras ocultaba su rostro entre sus manos.

—Ya, eso dicen todos.

Mina rió mientras Kirishima pasaba de explicarle otra vez que Bakugou y él tan solo eran amigos.

Porque solo eran amigos.

O hasta ahí llegaba, hasta que de repente sintió unos brazos que le rodeaban por detrás y vio a Mina abrir los ojos como platos.

Cuando miró hacia atrás, vio el rostro de Bakugou y el rojo ascendió por todo su rostro.

—Oye, al final no...

Bakugou no pudo acabar su pregunta cuando Kirishima salió corriendo de ahí, sin darle tiempo a nada. Mina seguía con los ojos abiertos y empezó a lamentarse de no haber tomado una foto.

Bakugou arqueó una ceja, extrañado y fue a sentarse de nuevo sin saber muy bien lo que había pasado.

Él sólo estaba buscando el llavero que Kirishima dijo que iba a darle y al final no le dio, y que llevaba dentro del bolsillo de la sudadera que llevaba puesta.

En fin.

Era demasiado temprano como para ponerse a pensar.

31 days: Kiribaku october storiesWhere stories live. Discover now