HP AU!

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Kirishima se frustró mientras intentaba por enésima vez de arreglar su cabello sin tocar el cepillo.

Se miró en el espejo, haciendo una mueca mientras deshacía las dos coletas que le habían resultado del hechizo fallido.

Volvió a lanzar el hechizo, esta vez enredando su cabello en una trenza.

—¡Para arriba! ¡Maldita varita, no es tan difícil! —se quejó.

Sin embargo, sus quejas no servían de nada. Más bien, empeoraban la situación, puesto que el siguiente hechizo hizo que su trenza se apretase con fuerza.

—Oye, Huffle, ¿qué demonios haces que demoras tanto?

Bakugou apareció por el marco de la puerta de su habitación, con la túnica verde de los Slytherin ya puesta. Kirishima le miró y suspiró.

Luego se vio a sí mismo en el espejo, observando el pantalón de pijama que aún no se había quitado y el cabello aún dándole problemas.

—¡No puedo hacer esto! ¡Mi varita no me hace caso!

—Eres tú, no la varita, idiota —bufó, y se puso detrás suya.

Kirishima giró la cabeza para mirarle, pero no llegó a hacerlo cuando la mano del rubio cogió la suya que estaba sosteniendo la varita.

El pelirrojo se sonrojó y estuvo a punto de preguntar, pero Bakugou le interrumpió ni bien hizo amago de abrir los labios.

—Tienes que tener confianza y no decirlo apresuradamente. Tienes que respirar bien. ¿No atiendes en clase o qué?

—¡Claro que atiendo! ¡Eso lo sé! —dijo nervioso.

¿Cómo demonios quería que respirase bien si lo tenía detrás suya, demasiado cerca como para sentir su respiración en el oído y como para que le dé un ataque?

Trató el hechizo, rezando que le saliera bien sin desmayarse.

No tendría tanta suerte.

Su pelo se desató, eso sí, pero acabó con la melena más propia de un león que de un mago. Bakugou empezó a reírse mientras Kirishima trataba de arreglarlo sin mucho éxito.

—¡No tiene gracia! —se quejó el pelirrojo.

—Ya, claro —Bakugou siguió riéndose mientras sacaba su varita y arreglaba el desastre de pelo que Kirishima tenía.

—Gracias —suspiró alegre mientras veía su cabello en su forma normal.

—Apresura, que vamos a llegar tarde los dos.

Bakugou salió de la habitación, y Kirishima se apresuró a cambiarse de ropa y ponerse la túnica, igual que la de Bakugou pero con colores amarillos, que señalaba su presencia en la casa de los Hufflepuff.

—¡Ya estoy! —le dijo mientras cogía su mochila y salía de la habitación.

—Ya era hora.

Ambos caminaron hasta juntos, puesto que ese día a primera tenían clases en aulas contiguas. Se cruzaron en el camino con otros de otras casas, la mayoría de Gryffindor, haciendo gruñir a Bakugou.

Sobre todo cuando uno de ellos en concreto apareció.

—¡Hola, Kacchan! —sonrió Midoriya, y el rubio se contuvo de no lanzarle un hechizo de fuego gracias a Kirishima.

—¡Midoriya! ¡Hola! —rió—. Nos pillas en mal momento, porque vamos a clase.

—Ah, yo también, pero es esta de al lado —señaló un aula que tenía a varios de Gryffindor en su interior.

—¡Genial, pero nosotros llegamos tarde! —sonrió mientras empujaba a Bakugou—. ¡Adiós, Midoriya!

El chico de cabello verde parpadeó sorprendido, pero no dijo nada. Tan solo les despidió con la mano mientras les veía alejarse.

—¡Déjame cargarme a ese...!

—¡Venga, que llegamos tarde! —rió mientras seguía empujando de él.

La rivalidad entre Gryffindor y Slytherin se demostraba claramente en Midoriya y Bakugou —más por parte del segundo—. En la Copa de las Casas, los dos eran de los que más puntos sumaban a sus respectivas casas, lo que hacía que Gryffindor y Slytherin dependiese de un fallo del otro para ponerse en cabeza.

Sin embargo, ambos se veían amenazados por el avance lento pero seguro de Ravenclaw. Hufflepuff usualmente no representaba una amenaza en ningún año, así que los de la casa amarilla podían estar tranquilos de no estar en la mira.

Por tanto, no era de extrañar que la gente de las demás casas se llevasen con los Hufflepuff más que con cualquier otra. Aunque no todos cumplían el estereotipo que se tenía acerca de ellos, en general eran personas muy amigables.

Sin embargo, últimamente Hufflepuff empezaba a coger impulso en la Copa de las Casas gracias a la no resignación de Kirishima y los apoyos que había ido cogiendo últimamente.

Kirishima consiguió calmar a Bakugou y se separaron cuando llegaron a sus respectivas aulas, prometiendo verse después de las clases.

Lo cierto era que era casi una promesa rutinaria. Siempre pasaban juntos las horas en las que no tenían clases, como si estar juntos fuera tan natural que respirar.

Siempre quedaban en el mismo lugar. Era un banco que estaba casi en el borde de una colina, y por debajo de sus pies se podía ver gente y hierba al mismo tiempo.

Era un sitio tranquilo que apenas nadie frecuentaba, porque estaba cerca de la residencia Ravenclaw y se notaba que la mayoría eran ratones de biblioteca.

Solían charlar de varias cosas. De hechizos, de su rutina de clases, y de sus vidas y sueños. De ser los mejores hechiceros que jamás hubiese visto el mundo mágico.

A Kirishima le encantaba pasar contando cosas banales durante ese tiempo que se permitían para estar juntos.

Le gustaba la sensación del viento jugando con su cabello, del sol acariciando su piel, de estar acompañado y saber que era escuchado, de la mano de Bakugou jugando con la suya, en un gesto que, tantas veces repetido, era ya inconsciente.

Le gustaba el ver los días pasar entre hechizos, clases y esos momentos. Esos momentos en los que eran ellos aparte de la magia y las casas que parecían tener a sus alumnos etiquetados.

Los demás nunca habían entendido que dos personas tan dispares y de casas tan aparentemente opuestas como lo eran Kirishima y Bakugou se pudiesen llevar bien.

Quizá el error estaba en creer que sus alumnos eran sus casas y no al revés.

Porque Kirishima podía pertenecer a Hufflepuff, pero era tan valiente como un Gryffindor. Al igual que Bakugou, que pese a pertenecer a Slytherin era tan leal como un Hufflepuff.

Quizá nadie lograría entender nunca cómo ambos se llevaban tan bien.

Quizá nunca lo comprenderían, al igual que nunca darían crédito si alguien les dijera que había visto al atardecer a uno de los mejores Slytherin con el revelador Hufflepuff, encima de una colina, aparentemente escondidos a la vista de todos, con sus sombras tan juntas que no se podía diferenciar dónde acababa una y empezaba la otra.

Pero quizá, solo quizá, no importase lo que los demás pensasen, dijesen o rumoreasen.

Quizá lo único que realmente importaba, era que estaban juntos.

Y que ni la más poderosa magia podría separarlos.


31 days: Kiribaku october storiesUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum