XIX─ Bad

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Miraba en blanco mientras rascaba con desesperación mi nuca por octava vez en menos de tres minutos. Estaba ansiosa, muy ansiosa, creo que si Tony no me hubiera detenido en este momento me hubiera sacado el cuero cabelludo.

— ¿Qué te sucede, bruja? — Interroga, frunciendo el ceño.

— ¿Ya son las nueve de la noche?

Frunció el ceño aún más, pero se limitó a revisar la hora en su Rolex.

— Falta exactamente un minuto, ¿porqué?

Mi antiguo teléfono comenzó a sonar con la melodía de Paramore. Lo observé frustrada, debatiendome entre tomarlo o no, todas las miradas estaban puestas en mi.

Estabamos en el gran salón todos reunidos, conversando animadamente.

Tomé el móvil y me encaminé a la ventana, atendiendo el teléfono de quién supe era mi padre. Me senté observando la ciudad. Detestaba esta llamada, siempre terminabamos peleando por lo que sucedió hace tanto pero a la vez tan poco.

¿Jema?

— Hola, papá — Respondí, resignada — Tengo dos regalos para ti, supongo que te lo entregaré el proximo mes como de costumbre.

Te regalaría algo pero...

— Estas en prisión, lo sé más que nadie — Tensé mi mandíbula, chocando mi frente contra el cristal y descansandola ahí.

¿Discutiremos por lo mismo todos los años?

— Si discutimos sobre ello es por tí.

¿Por mi? Siempre me hechas en cara lo que hice.

— ¿Que te hecho las cosas en la cara? ¡Tú eres el que siempre lo niegas, estoy segura que apenas recuerdas lo que sucedió esa noche!

¿¡Cómo lo haría si estaba ebrio!?

— ¡Por eso mismo, siempre llegabas ebrio, siempre era la misma historia!

¡Y porqué me peleas el mismo día entonces!

— Sabes la diferencia, maldición — Apreté mis puños, conteniendo las lágrimas.

— ¿Que un día quede más ebrio que otro? ¿Es eso?

— ¿Seguro que quieres que te diga? — Escupí.

¡Quiero que paremos de luchar todos los días de navidad! ¡Como si tú no hubieras...!

Me detuve en seco. Me levanté de el suelo y caminé en dirección a la barra. Todos me miraban aún, Tony se iba a acercar pero con una mirada lo detuve.

— ¿Como si yo no hubiera qué? ¡Termina esa maldita oración!

Jema.

— ¡Jema nada! ¿Qué ibas a decir? ¿Que seguirias embriagandote, golpeandome a mi y a mamá si yo no hubiera caido en coma tres meses, cierto? ¡Porque eso fué lo que sucedió! ¿¡Quieres que te recuerde lo que yo viví!?— Caminé pasillo adentro subiendo las escaleras a el segundo piso de el gran salón — Porque yo lo recuerdo, ¡como si fuera ayer! — Sequé las lágrimas de mis mejillas — Cuando cojiste la botella y me rasgaste de la espalda a el vientre, ¿te envío una foto? ¿Una postal?

Tiré de mi cabello cerrando mis puños.

— Jema — Me llamó Tony.

— Ahora no, Anthony — Le señalé al ver que iba tras de mi, para volver a dirigirme a el donante de esperma — ¿Recuerdas cuando me lanzaste contra la mesa de cristal, ó cuando me cortaste el cabello con el pedazo de vídrio, ó cuando me tiraste contra la vajilla de platos de cerámica? ¿Sabes que es lo que me dijiste? ¡Que ojalá muriera junto a tus sueños por yo haber nacido! ¡Siempre intentaste asesinarme! ¡Incluso cuando estaba en el vientre de mamá!

Jema...

¡Jema nada! ¿¡Sabes qué!? ¡Te diré lo mismo, ojalá murieras como yo morí ese día! ¡Pero que no te fueras solo cinco minutos, solo cinco eternidades!

Estrellé el móvil contra el suelo, lo pisé una y otra vez con enojo miestras las lágrimas bajaban por mis mejillas.

— Jema — Las manos de Tony tomaron mis hombros.

Volteé y lo abrazé con fuerza. Dolía mi pecho y dolía cada lágrima que bajaba por mis mejillas.

starkWhere stories live. Discover now