Artemis, let me swim (Sirius Black)

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dianita505

Canción en multimedia

      La oscuridad arropaba las estrellas aquella noche. La luna, brillando en soledad, era el único farol en el callejón por el que Sirius Black caminaba. Tarareaba una canción cargada de alcohol, contrario a la botella que llevaba en su mano, ahora llena del recuerdo del whisky.
     Aún no estaba borracho, estaba consciente de sus acciones, pero preferiría fingir que no era así. Se tambaleó hacia la derecha y hacia la izquierda, aumentando el volumen de su canto ronco mientras caminaba. Usó la botella como micrófono y se recostó de las paredes, sintiendo la canción en cada uno de sus huesos.
     Bajó el volumen cuando escuchó que le seguían la canción. Siguió la voz que reconoció casi de inmediato le pertenecía a Artemis y la sorpresa se reflejó en su rostro al ver lo borracha que estaba. Su canto era alto pero afinado, como siempre que cantaba.
     — ¡Sirius! —gritó riendo al verlo y se lanzó a sus brazos, comenzando a moverlo como si estuvieran bailando—.  Another 40 days I'm lost at sea, I'm just gonna swim until you love me~
     Hoping that tour heart will rescue me, I'm just gonna swim until you love me —le siguió él, con una sonrisita. Era la primera vez que la veía en ese estado.
     —Swim until you love me...
     —Swim, swim, swim! —cantaron los dos, explotando en risas.
     Sirius apartó un mechón de cabello del rostro de Artemis y dejó caer la botella para poder alzarla. Dejó que cantara otra canción que no conocía hasta estar cerca de casa, donde subió por la ventana. Aunque ambos estaban por cursar el último año y podían aparecerse Sirius no quería arriesgarse a que algo saliera mal. No estaban en sus momentos más lúcidos.
     Sirius la acostó en su cama y entró al baño para llenar la bañera. Le dio una mirada desde el baño, sonriendo de lado al verla dormida. Decidió que lo mejor era dejarla dormir y le quitó los zapatos, la chaqueta, la correa y la varita, para luego dejarlos en la mesita de noche. Se metió a la ducha, donde estuvo unos cuantos minutos hasta que el sueño le entró y salió. Se vistió y con un gran bostezo se acostó junto a Artemis, dándole la espalda.

     En la mañana Sirius despertó por el fuerte grito de Artemis en su oído. Dio un salto, se volteó y la miró con los ojos entrecerrados.
     —Cállate, coño —le dio un empujón y volvió a acomodarse para dormir.
     — ¿Qué hago en tu casa? ¿Qué hago en tu cuarto? ¿Qué hago en tu cama? ¿Por qué estás en ropa interior?
     Sirius suspiró y se sentó. Artemis tenía el cabello desordenado y ojeras, aunque para él se veía tan hermosa como siempre. Sonrió.
     —Duermo así, preciosa. Relájate, no me acosté contigo. Eres lo más cercano que tengo a una amiga.
     Artemis respiró profundo y se sentó. Se recogió el cabello mirando fijamente a Sirius, analizándolo.
     — ¿Cómo llegué aquí? —preguntó con la voz algo ronca y en un tono bajo, adormilado.
     —Te encontré en un callejón cerca de aquí. Estabas borracha hasta la médula. Bailamos, cantamos Swim y te traje aquí para que nadie te violara. De nada —Sirius salió de la cama y tomó una camisa que tenía tirada por ahí.
     —Gracias —Artemis le regaló una sonrisa mientras se ponía el cinturón y los zapatos. Se colgó la chaqueta al hombro y metió su varita en su bolsillo—. Por no decir nada.
     —No te saldrá barato —bromeó Sirius poniéndose unos zapatos.
     Artemis rió y se acercó a él. Dejó un dulce beso en su mejilla, le desordenó el cabello y desapareció. Sirius se quedó sonriendo, negando.
     Era linda.

     Los días pasaron y las clases comenzaron. Sirius estaba especialmente hastiado: sus padres le querían organizar un matrimonio. Él, por supuesto, no quería casarse (ni ahora ni nunca) pero no tenía forma de negarse; los Black no estaban en su mejor momento económicamente. Una canción lo sacó de su ensueño y le sonrió a Artemis, quien dejó de cantar al verlo.
    —Black —dijo sonriendo, acercándose a él.
     Desde el incidente en el callejón ambos comenzaron a hacerse más unidos. Se conocían desde hace mucho, pero jamás se dieron la oportunidad de dedicarse tiempo. Ahora eran prácticamente inseparables.
     —Luna mía, querida —sonrió con diversión, desordenándole el cabello.
     —Ya te he dicho que no me llames así —le regañó ella, pero antes de que Sirius pudiera hablar una lechuza los interrumpió.
     Una carta cayó en manos de Artemis. Ella, confundida, la abrió, quedándose sin habla al leerla. Lo habían hecho.
     —No.... No puede ser —retrocedió pasmada.
     — ¿Qué pasa? —preguntó Sirius.
     Artemis lo miró a los ojos, con tanto enfado, rabia y tristeza que a Sirius casi se le parte el corazón. Él tomó la carta y la leyó, negando.
     —El compromiso...
     —Es contigo —dijeron ambos a la vez, pero con tonos distintos.
     Sirius, enfadado y pasmado. Artemis, sin embargo, se escuchaba decidida a algo que Sirius no entendía en ese momento. Cuando la miró con más detenimiento lo notó: Artemis estaba arrastrando algo pesado, oculto y doloroso, tan viejo como ella, que ahora iba a soltar. Sirius no sabía qué era esa cosa, pero no pudo ni preguntar. Artemis se esfumó tras una puerta sin decir una palabra.
    
     Una semana y media y Sirius no había visto a Artemis. ¿Lo peor? Las vacaciones navideñas habían comenzado hace dos días y desde el comienzo los padres de Artemis le mandaban cartas cada hora, pidiéndoles que encontrara a su hija, a su prometida, y que la trajera devuelta con el dinero; se había llevado hasta el último centavo de la bodega de Gringotts.
     Sirius, rendido y (aunque no lo dijera en voz alta) preocupado, alistó una mochila y marchó a lo desconocido en busca de la chica.
    
      40 días sin rastro de Artemis. Comenzaba a parecer una persecución: a cada lugar que Sirius iba le decían que por ahí había pasado la chica la noche anterior. Ella era la snitch y Sirius el buscador. Tenía poco tiempo antes de que el otro jugador, sus padres, la encontraran, y sabía que en sus manos estaría mil veces mejor.
     Se detuvo en un viejo hotel muggle, agotado, y tras pedir una habitación subió las escaleras a pasos fuertes, deseando cerrar los ojos y dormir. Siguió sin parar hasta el último piso y arrastró su cuerpo a la habitación 45, contando los pasos.
     ¡Boom! Al suelo. Había chocado contra alguien más bajo y ligero, cosa que sabía porque de no estar tan cansado no se habría caído. Se levantó entre maldiciones, preparado para insultar a la persona, pero no pudo hacerlo.
     —Artemis —murmuró sin darle crédito a sus ojos.
     —Sirius —dijo ella, levantándose con dificultad.
     Se le tiró encima como el perro que era, aliviado de al fin verla, y la estrechó en sus brazos, llenando su rostro de besos.
     —Aquí estás, maldita sea, ¡aquí estás!
     —Aquí estoy —una sonrisa se escapó de sus labios y se quedó en sus brazos por un rato que a ambos les pareció muy corto aunque casi fue eterno.
      —Tengo mucho que contarte —Artemis lo haló a la habitación 46, la suya.
     Ambos tomaron asiento en la vieja cama gris y se quedaron callados un momento antes de que ella comenzara a hablar.
     —Yo... tenía que irme. Desde que tengo memoria soy un muñeco, Sirius. Hago todo lo que mamá quiere que haga. “Ponte esto”, “Usa esto”, “Come esto”, “Pide esto”. Me cansé. Que me obligaran a casarme fue la gota que colmó el vaso, no por ti, sino porque yo quería elegir esto a mi momento. Solo les importa el estatus y el dinero. Yo jamás les importé, por eso me fui y ne llevé todo —Artemis se tiró a la cama, cerrando los ojos.
     Sirius la observó por un largo rato, memorizando cada parte de ella como si fuera a desaparecer.
     —Podemos seguir juntos. Puedo irme contigo.
     Artemis abrió los ojos con rapidez, sin creerlo.
     — ¿Seguro, Sirius?
     Él sonrió.
     —Llevo 40 días perdido en el mar, nadando para encontrarte. Seguiré nadando, Artemis, hasta que estemos juntos para siempre.
     Ella sonrió.
     —Te dejaré nadar, Sirius.

One-Shots de Harry Potter (Terminada)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang