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Se encontraba aturdido y muy desorientado. El dolor en cada extremidad y cada músculo le hacían desear volver a perder por completo el conocimiento; sin embargo, el frío no parecía tan violento como otras noches, estaba un poco más cálido por lo que se preguntó si había tenido la energía para mearse encima y así, lograr calentar un poco el mohoso colchón en el que seguramente se encontraba.

Oía susurros a su alrededor, había un olor fuerte, diferente a la mierda que normalmente podía percibirse en aquellas celdas. Era un olor limonado muy fuerte, que le irritaban la nariz. No quería abrir los ojos, hacia mucho tiempo que no se movía para lo estrictamente necesario y lo estrictamente necesario era cubrirse la cabeza, cuando el guardia de turno nocturno sacaba algunos de los mortífagos más "ineptos" como él, para golpear vilmente sus cuerpos y torturarlos bajo imperdonables que se supone, eran ilegales. 
Draco ya no luchaba ni se quejaba como el primer año, ya no se enfrentaba al guardia a pesar de tener todas las de perder. 

Azkaban consumía el orgullo y la valía de las personas, él lo sabía. Habían dos opciones, enloquecer para subsistir, como lo había hecho su Tía Bella o sucumbir a la presión y suicidarse, tal y como había hecho su madre luego de algunos meses en constante malogro por el pensamiento de ver a su esposo recibiendo el beso del dementor. 
Malfoy había llorado, sufrido y enfermado por la pérdida de sus dos progenitores; se preguntaba si en algún momento él podría desfallecer también. Era un cobarde, un maldito cobarde como siempre había sido y no tenía las agallas para acabar con su vida a pesar de lo jodido que se encontraba tanto sentimental como mentalmente. 

Sólo le habían dado cinco años en Azkaban, sólo cinco años por traición. Nadie sabía que había asesinado Muggles, nadie sabía que los había torturado...su cargo era estar del lado equivocado y haber permitido la entrada de los mortífagos a Hogwarts por medio del armario evanescente. 

Cinco años. 

Pero él ya había perdido la cuenta de los días, él ya había perdido la esperanza y gallardía de querer salir de allí. 

El rubio permanecía tendido en aquel mohoso colchón, comiendo de vez en cuando las porquerías que les pasaban, que eran suficientes para mantenerlos vivos a duras penas. El agua sabía a mierda y él podía apostar que estaba llena de heces de rata y quién sabrá de qué más; pero debía beberla, debía hacerlo o los guardias inflingian castigos bastante dolorosos para reprender pero no lo suficiente para matar. 

Malfoy dejó de abrir sus ojos al saber que siempre se encontraba en una húmeda oscuridad; él se había acostumbrado al frío, a moverse arrastrado como una serpiente moribunda, a soportar el dolor de las torturas, a no hablar, a no decir nada. 

Aprendió a llorar y sufrir en silencio. 

Porque él había jugado del lado equivocado, él se había mantenido en aquel bando por miedo, por una estupidez juvenil que buscaba mantenerse dentro del estándar que pedía su padre, el cual había mantenido su estúpida lealtad con un hombre que había perdido su corazón hace muchísimos años. 

Y un hombre sin corazón es peligroso y despiadado

  — Señor Malfoy. 

Escuchó, una voz lejana y desconocida. Sonrió levemente o eso creyó en su mente que había hecho. ¿Señor Malfoy?  ¿Acaso lo estaban llamando con algo parecido al respeto? Vaya mierda, su cordura ya estaba bastante malograda, aunque las voces que usualmente escuchaba siseaban venenosamente, nunca de esa manera. 

  — Señor Malfoy, si puede oírme por favor apriete un poco los párpados. 

¿Qué? la voz se había escuchado ligeramente más clara. Fue consciente de que aquel olor limonado y desinfectante le quemaba un poco los pulmones, fue consciente de que estaba acostado en algo muy cómodo que no olía a humedad asquerosa. Y definitivamente, no estaba haciendo tanto frío, porque por lo menos, no se sentía temblar tan bruscamente como cada noche. 

After All This Time / HarcoWhere stories live. Discover now