Malchior

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Al final, Malchior resultó ser un cretino. Aunque alguna vez llegó a ser su mejor amigo, y también su novio.

Todo empezó cuando Rachel tenía quince años y aún vivía en casa de sus padres.

Por entonces, ella cruzaba los pasillos de la preparatoria con un libro bajo el brazo. Malchior, por otro lado, era todo un encanto. Estaba dos cursos más arriba que ella, sus ojos eran tan claros que parecían plateados y brillaban con aire coqueto, elegantes como los de un dragón.

Rachel a veces lo veía acompañado de su grupo de amigos o los miembros del club de Lectura y, una vez, solo una vez, se lo encontró en la calle fumando un cigarrillo, pero nunca se atrevió a hablarle. Eso hubiera sido demasiado para ella. Dirigirle una palabra sería como romper la burbuja que había creado. Un lugar donde él era un caballero capaz de derretir un castillo con el poder de sus ojos de hielo y donde ella no tenía cabida, porque era una simple lectora que adoraba hundirse en cuentos de fantasía.

Un día que ella estaba guardando sus cosas en su casillero, él la pilló con Orgullo y Prejuicio entre sus manos. Le arrebató el libro por detrás y, antes de que Rachel tuviera oportunidad de saltarle a la cara para que se lo devolviera, él la desarmó posando sus iris de dragón sobre ella y colocando un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Te esperamos el jueves por la tarde después de la escuela. No faltes —dijo. Le devolvió el libro a su dueña y guiñó un ojo, para luego irse de allí con su característica galantería.

No fue hasta horas después que Rachel comprendió que aquel era el horario del club de Lectura.

No dudo mucho en ir. Había algo en Malchior que resultaba atrapante, incluso exótico. Su postura, su forma de hablar suave y grave al mismo tiempo, como el rumor de una ola, sus ojos de reptil y su coquetería. Sí, en definitiva iba a ir, así sea solo para verlo un momento.

El jueves después de la escuela se vio parada enfrente de la puerta del club. Malchior salió a su encuentro y, de un tirón del brazo, la introdujo en el salón antes de que se arrepintiera.

Y nada fue como se lo imaginó.

Al parecer, los estudiantes del club de Lectura no solo leían, si es que lo hacían, sino que se reunían a fumar una cajetilla de cigarros y pasarse una única cerveza entre todos. Ella frunció el ceño de solo pensar en la cantidad de gérmenes que abría en la boca de la botella.

—Me voy —determinó ella, girando sobre sus talones para largarse.

—Oh, vamos, bonita —dijo Malchior, tomándole de las muñecas para guiarla de nuevo al interior—. No tienes que acompañarnos en nuestros juegos, aún podemos hablar de Shakespeare y esas cosas, si quieres.

No tenía ni que decirle. Bastó con que él volviera a colocar un mechón de cabello tras su oreja.

Se sentaron en un círculo en el suelo, pasándole la cerveza al que estaba al lado y comentando sobre alguna obra literaria que Rachel apenas recordaba haber leído. El humo de los cigarrillos se mezclaba con las palabras y en algún punto de la reunión ella se sintió agobiada por el aire de los libros, que de por sí la sofocaban en un mar de historias sin contar, el tabaco y Malchior, quien de tanto de tanto le lanzaba miradas para nada disimuladas. Abrieron una ventana para que la sala se ventilara y, casi al final de la hora, colado entre Shakespeare y el mareo del humo, apareció Malchior con sus ojos plateados y una sonrisa ebria impresa en el rostro, acercándose peligrosamente a ella para plantarle un beso en los labios cargado de nicotina y literatura.

Empezaron a salir después de eso y, cada jueves, asistían juntos al club de Lectura.

Crecieron y, aunque al siguiente año Malchior se graduó y fue a la universidad, nunca dejó de verla. Ni de fumar, dicho sea de paso. Él era perfecto y amable y cariñoso y encantador. Todo lo opuesto a Trigon; quizá por eso le gustaba tanto. Se podría decir que hubieran mantenido una relación estable, y que incluso se hubieran casado en un futuro, de no ser por que un día Rachel decidió huir de casa. Y claro, Malchior, que para entonces ya era mayor de edad y tenía un auto, la ayudó a escapar.

My inner demonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora