Extra: lo siento

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Garfield estaba sentado a su lado en el sofá de la sala. Ajeno y cercano a la vez. Los dedos de sus manos se movían dibujando en el aire garabatos sin sentido, como si no pudieran quedarse quietas, y sus ojos permanecían fijos en un punto en el suelo, siempre atentos al compás de la respiración de Trigon, al cual había dejado tirado en el piso.

En ese momento, Rachel quería decirle tantas cosas.

El tacto de Trigon poco a poco había ido desapareciendo hasta convertirse en un hormigueo leve y desagradable, casi olvidado. Todo había sucedido tan rápido, que consideró la idea de habérselo imaginado. Pero los recuerdos estaban allí, y se conservaban intactos.

Mientras, Garfield parecía perdido, demasiado turbado para hablar, como si la escena de hace unos minutos hubiera sido arrancada del rincón más oscuro de su mente para convertirla en una terrible realidad. Rachel deseó poder acercarse más a él y tocarlo, solo para recordarle que estaban allí, juntos, y que lo malo ya había pasado.

Y así lo hizo. Con lentitud, se deslizó a lo largo del sofá, se pegó al muchacho y apoyó la cabeza en su hombro. Sintió que Garfield se tensaba, erizando el lomo cuan gato asustado, y por unos segundos quiso alejarse de nuevo, pero desechó la idea apenas advirtió que el chico no se había alejado de ella.

—Lo siento —murmuró.

—Rachel, ya para.

—Pero es que es verdad.

El silencio volvió a invadir la habitación. Sin embargo, era menos afilado. Bailaba en torno a sus cuerpos como una bruma densa pero suave, llena de palabras no dichas y emociones que se derretían en la lengua antes de salir a la luz.

—Ya no importa —dijo él, intentando disipar el sabor amargo en su paladar.

—Sí importa —pudo sentir que el chico se relajaba y le pasaba un brazo alrededor de los hombros—. Claro que importa.

Ella se apretó más contra él. Se refugiaba allí donde era cálido y sabía que nada la lastimaría. Tener a Garfield para sí misma en ese momento era como abrigarse con mantas en invierno o admitir que un sentimiento ardiente y sin nombre florecía en su pecho cada vez que llamaba su nombre.

—No quería tratarte así. Pero tenía miedo y ya sabes que soy una cobarde. Siempre huí, siempre me escondí de Trigon... y de Arella. Y lo siento. Es que parece que de un momento a otro te darás cuentas que mereces a alguien que no te grite, ni te llame idiota por soltar alguna broma, y yo... —Rachel tragó saliva para anular el nudo en su garganta— no quiero que te vayas.

Garfield la miró como si hubiera esperado esas palabras toda su vida y algo de su antigua chispa fosforescente iluminó su agotado rostro. La atrajo hacia él en un suave abrazo y, con la misma delicadeza, besó su frente, por donde caían algunos mechones de su cabello violeta.

—Yo nunca te haría daño —murmuró, soplando su aliento sobre su piel.

Rachel se estremeció y cerró los ojos.

—Lo sé.

—Y no eres ninguna cobarde —dijo él, volviendo a besarla—. Y tampoco planeo separarme de ti.

—Lo siento.

—Está bien, Rae.

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¡Un especial por los 1K leídos! Estoy tan feliz que podría ponerme a cantar.

Además, esta es una pequeña compensación por la semana que les voy a dejé sin capítulo. No me maten, por favor. La escuela me quita tiempo precioso, pero no se preocupen que no planeo dejar esta historia a medias ;)

¡Nos leemos pronto!

My inner demonsWhere stories live. Discover now