Kory es una estrella

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La primera vez que Rachel vio a Kory Anders fue cuando, por obras del destino, esta se convirtió en su compañera de habitación en las residencias de la Universidad Nacional de Jump City.

Días antes de su llegada a la ciudad, supo que tenía que ponerse en marcha si no quería terminar durmiendo en la banca de un parque por el resto de su vida.

En aquellos momentos de necesidad, fue donde encontró el verdadero valor de una biblioteca pública. Durante la mañana y parte de la tarde trabajaba allí, lo que más que nada se resumía en desempolvar los estantes y acomodar algunos ejemplares en el almacén, mientras que el resto del día se dedicaba a estudiar. Compensó el último año de instituto que no cursó con meses de estudio y trabajo. Realizaba sus propios informes, resolvía los ejercicios de matemática de algún libro de Pitágoras que encontraba por ahí. Se volvió autodidacta y, cuando se sintió preparada, salió a conseguirse una beca para continuar con sus estudios.

Había escuchado —o más bien leído en un ranking de Internet— que la Universidad de Jump City era una de las mejores de la ciudad o, al menos, se hallaba en un puesto decente.

Dio los exámenes de prueba y en seguida la llamaron para que pasara a la oficina de entrevistas. Los minutos esperando en la recepción de la universidad fueron unos de los más lentos de su vida, tan agónicos, que los conservaría junto a los de la noche que se fugó de su casa. Al final solo logró sacarse ese peso de encima cuando, unas semanas después, la llamaron a su teléfono anunciándole que se había ganado un lugar dentro de la facultad y que al mes siguiente podría instalarse en las residencias para los estudiantes, antes del inicio del semestre.  

A la fecha pautada, ella fue a la universidad, únicamente armada con la mochila que contenía sus pocas pertenencias y un papelito que le habían dado el día de su inscripción donde ponía el edificio y el número de su habitación. En realidad, no estaba muy emocionada por tener que compartir un espacio reducido con alguien más, pero no podía hacer gran cosa al respecto.

Segundo edificio. Habitación 324.

Una vez ubicado el edificio, se dispuso a subir las escaleras hasta el tercer y último piso. Caminó por un pasillo donde se observaban las puertas de los demás apartamentos y casi al medio del corredor encontró la 324.

Se deslizó cautelosa dentro del cuarto —que más que cuarto era un cuartucho— y, apenas entró, se encontró con una melena colorada y un par de ojos verdes que poseían cierta inocencia infantil; era esa clase de ojos que no juzgaban y que, más bien, se limitaban a entenderlo todo.

La chica pelirroja le tendió la mano a modo de saludo, le dijo que se llamada Kory Anders, que planeaba estudiar Astronomía y que estaba emocionada por ser su compañera de habitación.

Dudando en sus movimientos, le correspondió el saludo y le dijo que se llamaba Rachel. Solo Rachel.

Pese a sus intentos por negarle el contacto visual y acomodar sus cosas, parecía que Kory siempre hallaba la forma de continuar el hilo de la conversación. Rachel se llegó a acostumbrar a su presencia e incluso le sonreía cuando ella le contaba sobre sus amigos Víctor, Garfield y su nuevo noviazgo, algo entre ella y cierto individuo llamado Dick.

—¡Mis amigos, es verdad! ¡Tengo que presentártelos! —sonrió ella. Rachel se encogió en su lugar, un poco asustada de tanta efusividad.

Digamos que, el día que Kory la llevó a Alfred's a conocer al resto de la pandilla, Rachel no se llevó una impresión tan buena, en especial de Garfield. Para resumir (y censurar) lo que ella vio en ese momento, solo declararemos que aquel era un Sábado de Karaoke, los jóvenes melancólicos y ebrios cantaban Dancing Queen en la barra, mientras otro grupo de ellos incitaba a Garfield, que estaba en ropa interior, a que saltara a una piscina inflable llena de cerveza. Víctor estaba entre ellos, mientras Dick, la voz de la razón, le decía a Garfield que si no bajaba en ese preciso momento llamaría a la policía, aunque nadie lo escuchó. Muy al contrario, Víctor lo empujó dentro de la piscina.

Rachel se quedó traumatizada ese día.

Así que volvieron a intentarlo a la semana siguiente, esta vez un viernes por la tarde en el cual comieron papas y hamburguesas y charlaron sobre un futuro sin pintar. En realidad le resultaron más simpáticos de lo que hubiera esperado. Víctor y Dick le cayeron bien casi al instante, después de que ambos se disculparan por lo del sábado anterior, aunque aún conservaba ciertos sentimientos confusos hacia Garfield: no dejaba de verlo como el sujeto en ropa interior que se lanzó sobre una piscina de cerveza.

Es más, la historia de su amistad se cuenta sola desde allí.

. . .

Rachel empezó a ser cercana a Kory después de las vacaciones de medio año, donde la mayoría de los estudiantes empacaban sus cosas y se iban a ver a sus familias. Eran pocos los que permanecían allí, en las residencias, y Rachel era una de esas personas.

Kory lo percibió incluso antes de que su compañera empezara a actuar extraño. Rondaba en la habitación como medio distraída. A veces parecía que iba hacia un lugar en específico, pero luego se detenía en seco, se retraía y tomaba el camino opuesto a donde en verdad quería ir. Había otras ocasiones donde olvidaba donde había puesto las cosas, como su teléfono o su cepillo de dientes, cuando hacía tan solo unos segundos los había dejado sobre su cama o en la mesa de noche.

Recordaba que Rachel, en alguno que otro de sus desvaríos —generalmente en tiempos de estrés como los exámenes o cuando aguantaba las bromas de Garfield—, había murmurado entre dientes algo sobre Azarath y un tal Trigon, siempre filtrados en medio de una maldición o un gruñido. También estaba la noche en que perdió la compostura por completo —se había olvidado de un examen de química para el día siguiente— y de la nada, mientras escupía palabrotas contra la almohada de su cama, empezó a contar sobre su huida y lo horribles que habían sido diecisiete años en la casa de sus padres. Solo frenó, paralizada, cuando reparó en que Kory estaba en la habitación escuchado su historia.

A la pelirroja no le costó mucho unir todas las piezas.

Por eso, un día antes de que ella viajara a su pueblo natal para visitar a su familia, se encaramó sobre el colchón de Rachel, le sonrió con inocencia y le preguntó:

—¿Te gustaría ir a Tamaran conmigo? —dijo ella, con un suave sonrisa—. Llegaríamos a tiempo para el festival del Klorthog y hay fabulosa comida también. Te encantará el pastel de zorkabayas. Y hay estupendas playas y lugares que visitar, si nos alcanzan las vacaciones para verlo todo, claro...

Rachel nunca lo aceptaría delante de nadie. De hecho, si se lo preguntaran, ella apartaría la mirada y se quedaría callada, sin dar ni una sola respuesta. Pero eran innegables las miradas de complicidad que cruzaba a veces con Kory, que se contaran cosas que nunca se las harían saber a los chicos que, además, sabían hechos (hechos íntimos y vergonzosos) de la una como de la otra.

A partir de ese día, ambas se volvieron verdaderas amigas.

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♪♪ You are the dancing queen
     young and sweet
     only seventeeeeeeeeen~
♪♪

Lo siento, pero amo esa canción <3

My inner demonsWhere stories live. Discover now