Un respiro

256 52 0
                                    

Bajó las escaleras un rato después, más ligera que cuando subió. Rachel supuso que un peso se le había quitado encima, y no supo desde cuándo andaba cargándolo hasta que se sintió liviana como un diente de león flotando en el viento.

Aunque se le agrió un poco el aire al ver a Trigon, quien compartía una lata de cerveza con Garfield, ambos sentados en los sillones de la sala.

No necesitaba leerle los pensamientos para saber que el pobre muchacho pedía a gritos que lo sacaran de allí, posiblemente estuviera esperando impaciente por que ella llegara a su rescate.

Por lo que decidió salvarlo, solo por esa vez y solo porque se trataba de Trigon.

—Nos vamos —dijo ella dirigiéndose a la puerta para salir, Garfield suspiró aliviado—. Volveré mañana para ver cómo sigue Arella —agregó dirigiéndose a su padre.

—Así que se quedarán en la ciudad... —dijo él, ladeando una media sonrisa mientras le daba un sorbo a su lata y se extendía en toda su desagradable esencia sobre el sofá.

—Adiós —cortó ella.

Garfield ya se había puesto de pie de un salto y la siguió, no sin antes soltar una broma y una alegre despedida hacia el hombre espeluznante que le había ofrecido una cerveza momentos antes, aunque lo hizo más por cortesía que por sentirse verdaderamente cómodo a su lado, en lo que esperaba a que Rachel fuera a salvarlo.

La chica alargó la mano hasta la perilla de la puerta y salió de la casa junto a Garfield. Trigon no se había parado para despedirlos.

Rachel, una vez se encontró fuera de aquel infierno, liberó un suspiro cargado de tensión, cargado del azufre que Trigon exudaba y el olor a medicina del cuarto de Arella, de amargura y tristeza, de odio y miedo.

Estaba tan cansada, y un ligero rugido proveniente de su estómago le hizo recordar que ni siquiera había desayunado.

—Ejem... —escuchó a Garfield carraspear detrás de ella, con una tos tan pronunciada y dramática que ella supo de inmediato que era fingida.

Cuando se giró a ver al muchacho, el semblante de él denotaba tantas preguntas que a Rachel la agobió. Fue como ver un montón de palabras e interrogantes bailando alrededor de él, letras imprentas que corrían de un lado a otro estrellándose entre sí.

Ella sabía que no podía mandarlo volando se regreso a Jump City, aunque las ganas no le faltaban y, si pudiera, lo amenazaría con enviarlo a otra dimensión con tal de que la dejara en paz con sus problemas y de que volviera a la universidad a encargarse de los exámenes que iniciaban dentro de poco.

Pero él se había quedado con ella.

Volvió a suspirar, agotada, y miró los bonitos ojos verdes de Garfield, que la inspeccionaban con duda y preocupación.

—Te lo diré todo —dijo ella, y el muchacho pareció pegar un brinco de sorpresa—. Pero primero vayamos a comer algo. Estoy hambrienta.

My inner demonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora