2. Error

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Gabriel.

Siempre amé la noche.

Todavía me acuerdo de cuando era chico, cuando mis padres y yo trotábamos por el campo, ocultos bajo la sombra de la noche. Recorríamos los largos senderos entre las viñas, olfateando el aroma de las uvas dulces, del rocío de la madrugada sobre las hojas de la planta de vid. Me divertía como nunca correteando durante horas, sintiendo las tierra en mis patas pequeñas, corriendo tras ellos hasta que mi pecho comenzaba a arder y mis pulmones a agitarse. Ahora, cuando no los tengo, es que puedo decir lo perfecto que fueron esos días. Mi madre siempre con una sonrisa en su rostro, leyendo bajo la sombra del olivo donde ella y papá se conocieron. Mi padre, siempre con un semblante serio y duro, me alzaba en brazos, sentándome en su hombro y diciéndome lo mucho que me amaba. Y mi hermano Valentino, el menor de los tres, siempre siguiéndonos y tratando de imitar a sus hermanos mayores.

Me suelto un poco el nudo de la corbata azul.

No debería pensar en ellos, al menos no ahora. Ya pasaron casi veinte años desde su partida y todavía, tras convertirme en el lobo que soy, me duele recordarlos. Respiro profundamente el viento cargado por los aromas de las uvas. Solo un par de semanas y estarán perfectas para la cosecha. Fue mi padre quien me enseñó a diferenciar esas ligeras variaciones en el aroma de la uva. Pero sobre todo a cuidar y respetar las plantas, a entender que si la uva crece bajo manos privilegiadas, puede dar uno de los mejores vinos. No por nada, bajo sus indicaciones, mi familia -mi manada- ha producido uno de los mejores vinos en toda Italia. Somos reconocidos mundialmente por ello.

Sacudo mi cabeza.

No puedo seguir añorando el pasado. Al menos no ahora.

Tengo tantas cosas que retumban dentro de mi cabeza. Se acerca la caza anual y con ella el momento en el que nuestros cachorros cazan por primera vez. Toda la manada está ansiosa por la celebración de este año, puedo notarlo. No es para menos, es el día en el que permitimos que nuestros lobos tomen el control completo de nuestros cuerpos. Y en conjunto, como el clan que somos, corremos por las praderas, inhalando el aire puro y cazando en equipo. También es el momento en el que muchos machos encuentran a sus parejas. Esa mitad de tu alma que vive en otro cuerpo. Cierro mis manos en un puño al pensar en eso.

Levanto mi rostro, mirando la luna que brilla en lo alto de cielo.

La brisa de primavera sacude los rulos en mi cabeza. La noche es perfecta, tan tranquila y serena. Es como si la naturaleza misma quisiera que descansaras y te dejaras atrapar por las sensaciones a tu alrededor. Una media sonrisa se dibuja en mi rostro al ver el reflejo de la luna sobre la fuente bajo mi ventana. Nunca tuve el efecto que tiene sobre los lobos. Desde que nacés, aprendés a apreciar la belleza del astro, a absorber la energía que emana noche tras noche. Es como si, con tan sólo verla, su presencia fuera suficiente para tranquilizar los corazones más violentos. Paso mis manos por mis mejillas, creo que me hace falta afeitarme. Estiro los músculos de mi espalda. Estoy agotado, necesito una liberación.

Éste fue uno de los días más largos y estresantes que tuve en mucho tiempo. Primero el conflicto con una manada rival, que se cree con todo el derecho de cruzar y extraer agua de nuestros pozos. Mierda, somos uno de los clanes más fuertes en toda Italia, si no es que el más fuerte. Nunca antes se habían atrevido a meterse con nosotros, pero desde que se fusionaron con una manada rusa, se creen con el derecho de desafiarnos constantemente. Y por si eso no fuera suficiente, una de nuestras embotelladoras ha tenido algunos problemas. El vino de este año tiene que salir antes de la celebración de primavera; si no lo podemos poner en el mercado antes de eso, perderemos millones. No puedo dejar que algo así pase, cientos de personas dependen de mi liderazgo.

Dejame amarte. [Quallicchio]Where stories live. Discover now