16. Primera vez

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Renato

Sonrío como un estúpido.

Decir que ésta es por mucho una de las mejores noches en toda mi vida, es quedarse de alguna manera un poco corto. No puedo describir las emociones que revolotean en mi interior, el agradecimiento que le tengo por haber hecho todo esto para mí. Gabriel, sin él saberlo, cumplió uno de mis más grandes sueños. Ahora puedo tachar de mi lista de cosas por hacer, el conocer una de las figuras más emblemáticas del arte en el mundo. No tengo idea de cómo o cuándo le voy a pagar por todo lo que hizo por mí. Me dio una noche inolvidable, una que se quedará conmigo hasta que mi existencia se acabe.

Nos estacionamos frente a un viejo edificio de departamentos.

Por un momento pensé que volveríamos a la viña, pero creo que Gabi siempre tuvo otros planes en la mente. Estoy un poco nervioso y al mismo tiempo excitado. Imagino lo que pasará entre nosotros esta noche. Tan sólo espero poder estar preparado para él. Tengo miedo de fallar en algo, o que sea un momento incómodo. No sé lo que debería hacer. Es la primera vez que tengo una cita con una persona, y más aún la primera vez en la que deseo que pase algo entre los dos. No puedo evitar desearlo.

No hay duda alguna ya en mi mente. He deseado que este momento pase desde que nos conocimos esa noche en la boda de Andrés y Bruna. No puedo negar mi necesidad por él. Cada vez que lo veo, que nos besamos a escondidas, que me acaricia, me lleva directo a un torrente de desesperación y lujuria. Es un fuego que no puedo apagar con nada, que está ahí, consumiéndome poco a poco. Me prometí que no llegaría tan lejos, que regresaría a Buenos Aires y me olvidaría para siempre de él. Que todo era por nuestro bienestar. Pero hoy no tengo fuerzas para evitar lo que es inevitable. Quiero hacer esto, quiero entregarme a él.

Gabriel se convirtió en el poco tiempo que tengo en Italia, en parte imprescindible de mi vida. No podría imaginar mis días sin él, sin sentir sus caricias o probar sus labios. Eso es lo que más miedo me da de todo lo que pasa. ¿Qué va a pasar cuando inevitablemente descubra la verdad? No quiero lastimarlo. Sólo Dios sabe que es lo último que deseo hacerle. Pero ya no hay mucho que pueda hacer para rehusarme. Se adhirió tanto a mi vida, que es imposible desprenderlo de ella. Gabi va a estar por siempre en mi corazón.

Bajo del auto. Tengo la mente hecha un manojo de nervios. Gabriel corre hasta mi lado, enredando su mano con la mía. Pequeñas chispas de electricidad cruzan entre nosotros. Lo miro y le sonrío tímidamente. Me detiene frente a la entrada, recostándome contra la pared de ladrillos y estampando un beso en mis labios abiertos. Lo acepto sin oponer resistencia, dejando que su aliento acaricie la piel de mi rostro. Si tengo el tiempo contado, al menos por esta noche dejaré que pasé lo que tenga que pasar. No pienso resistirme a lo que tanto he deseado. Espero que, en el futuro, él pueda entender mis razones, que no me odie por ser tan egocéntrico y sólo pensar en mí.

Me besa al principio con tranquilidad, jugando con mis labios abiertos. Sus manos acarician mis mejillas. Cierro los ojos, disfrutando de la sensación de estar pegado a su cuerpo, de sentir su calor. La noche es profunda, las estrellas brillan en lo alto del cielo. Una de sus manos viaja hasta mi cintura, la otra se entierra en mis cabellos. Escucho como jadea, como pide más. Es entonces cuando siento la desesperación, las ganas de reclamar lo que él considera como suyo. Me dejo llevar por su exigencia, permitiendo que me agarre como lo quiera. Siempre supe que soy una persona de carácter sumiso, disfruto dejando que alguien más tome el control en mi vida.

No sé durante cuánto tiempo permanecemos ahí, ocultos de las miradas curiosas, bajo la luna menguante que parece querer cerrar sus ojos para darnos un poco de privacidad. El calor en mi cuerpo aumenta de repente. Siempre es lo mismo, cada vez que nos besamos, me parece muy poco. Necesito más de él. Lo aparto unos centímetros, despegando nuestras bocas. Me mira confuso, preocupado. Apoyo mi frente contra la suya, jadeando entrecortadamente.

Dejame amarte. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora