17. Cuatro palabras

744 56 28
                                    

Gabriel

Sigo sin poder creerlo.

Renato duerme plácidamente a mi derecha. Instintivamente envuelvo mis manos en su cintura, pegándolo más a mi pecho. Tiene la boca ligeramente abierta, el pelo alborotado cae cubriendo parte de sus ojos. Puedo decir con satisfacción que pasamos la mejor noche de nuestras vidas. Nunca pensé que estar a su lado, inhalar su aroma, besar sus labios carnosos y hacerle el amor sería por lejos una de las mejores experiencias en toda mi vida. Quiero tanto poder acostumbrarme a esto, a estar por siempre junto a él.

Miro con tranquilidad cómo la luz del sol brilla en lo alto del cielo, escurriéndose por entre las ventanas abiertas a mi izquierda. No quiero levantarme jamás, quiero estar por siempre en este lugar, sintiendo su cuerpo menudo y desnudo pegado al mío, escuchar sus suaves ronquidos y hacerle el amor hasta que los dos no podamos más, hasta que me suplique por un pequeño descanso. Anoche, cuando por fin pude hacerlo mío (aunque no del todo), fue uno de esos momentos que se te quedan grabados a fuego en la memoria.

Todavía puedo escuchar en mi cabeza la manera en la que gemía mi nombre una y otra vez, mientras lo embestía con fuerza. O los arañazos que me daba en la espalda, cada vez que me enterraba en él. Sus labios fundiéndose con los míos, sus manos enredándose en mi pelo. Puedo recordar todo con vívido detalle, guardándolo por siempre en mi memoria. Fue por lejos la mejor noche que pasé en la vida. Al lado de la persona predestinada para mí.

Clavo mi mirada en la línea de su cintura que se pierde bajo las sábanas.

Tal vez deberíamos levantarnos de una vez. Miro la hora en el reloj despertador a mi derecha, son casi las tres de la tarde. Mi estómago comienza a gruñir. Muero de hambre, y en realidad cómo no hacerlo, anoche agoté todas las energías de mi cuerpo. Esta madrugada también pasó. Cuando desperté y lo escuché en el baño, una parte de mí se molestó por no tenerlo entre mis brazos. Fue ahí cuando descubrí que, una sola vez había bastado para acostumbrarme a su presencia en mi cama. Una sola vez y ya no podré dormir sin tenerlo junto a mí. No sé lo que vaya a pasar, o cómo tenga que hacerlo, pero es seguro que Renato va a vivir conmigo tarde o temprano. Tiene que ser así.

Desvío mi atención a su cuerpo. La sábana resbala por sus piernas, dejando ver parte de su culo. Quisiera poder probarlo de nuevo, hacerlo completamente mío, dejar mi marca en su cuello, pero por ahora tengo que darle un pequeño respiro. No he dejado de amarlo desde anoche, una y otra vez, exploré cada parte de su anatomía. Ahora sé lo que disfruta que le haga, o lo que le desagrada. Sé cuáles son los puntos de su cuerpo que lo vuelven loco y cuáles otros lo hacen gemir hasta el intenso orgasmo. Aprendí más en estas pocas horas, que en todo lo que llevamos de conocernos.

Soy un maldito lobo que disfruta del sexo. Somos criaturas que necesitamos constantemente tener una conexión directa con nuestros compañeros. Tuve la oportunidad de escuchar que tanta actividad física, cuando tu otra parte es un simple humano, puede llegar a ser agotador para ellos. Es por eso, aún en contra de mis propios deseos, que decido darle la oportunidad de descansar. Está durmiendo desde que terminamos de hacer el amor esta madrugada, cuando lo encontré mareado en el baño. Merece dormir un rato más.

Paso mis manos por su abdomen, sintiendo los huesos de sus costillas.

Me encanta que sea delgado, pero tanto me pone nervioso. Voy a hacer que vaya a ver un médico cuando regresemos a la viña. No me gusta que esté así, como si no hubiera probado un bocado en días. Aunque se enoje, planeo engordarlo un par de kilos, además de que sería bueno que entrenara junto conmigo. No quiero que mi compañero no sepa defenderse. Sí, es cierto que daría mi vida por él, no dudaría en enfrentarme a cualquiera para protegerlo, pero no siempre voy a estar ahí, tiene que aprender a cuidarse por sí mismo.

Dejame amarte. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora