10. Oportunidad

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Renato.

Abro los ojos con parsimonia.

Tardo un par de segundos en acostumbrarme a la luz del sol que entra por las rendijas de las cortinas y que me da de lleno contra la cara. Estiro los brazos y las piernas, disfrutando de la extraña suavidad de las sábanas que cubren mi cuerpo. Desde hace meses que no dormía de una manera tan profunda, tan placentera. Bostezo. Froto mi cara con las manos. Miro la hora en el reloj del escritorio a mi derecha. Arrugo la nariz al ver que son sólo las seis y media de la mañana. Humedezco un poco mis labios secos. Respiro con profundidad.

Intento recordar lo que pasó anoche pero no puedo hacerlo.

Clavo, frustrado, mi vista en el techo. La casa parece estar extrañamente en calma. Todos deben seguir dormidos después de una noche tan larga. Por una hora sólo doy vueltas en la cama, intentando conciliar el sueño pero es inútil. Desvío mi vista por cada uno de los muebles y fotografías que están a mí alrededor. Una foto en especial captura mi atención. Son Andrés, que abraza por la cintura a Bruna, a su derecha hay un tipo que me resulta muy familiar. Los tres sostienen un racimo de uvas en la mano, atrás de ellos el cielo se oscurece por nubes que parecen ser de tormentas. Parecen en calma.

Inhalo el fuerte aroma a madera de cedro, cardamomo y especias cítricas.

Todo parece tan diferente, tan extraño. Me siento aún entumecido por las pocas horas de sueño. De la nada caigo en la cuenta de que ésta definitivamente no es la misma habitación en la que me estuve quedando desde que llegué el martes por la mañana a Italia. Es muy diferente, la atmósfera, el olor. Mucho más grande e impresionante. Mi departamento entero de Argentina podría entrar tan sólo en este cuarto de estilo rústico.

De paredes oscuras, pisos de mármol travertino. Una pantalla plana empotrada a una pared al fondo. Lámparas de acero que cuelgan del techo. Tres sillones de cuero negro frente a lo que parece ser una pequeña chimenea revestida de piedras. Cortinas gruesas que evitan el paso de la luz. Muebles de madera a ambos lados de una cama que, sencillamente, es la más grande en la que he dormido. Alfombras del mismo color que las paredes. Sea de quien sea esta habitación, tiene un estupendo estilo.

Me reclino contra la cabecera. Estiro mis brazos por encima de mi cuerpo. Fijo mi vista de pronto en una persona que duerme tranquilamente en uno de los tres sillones negros frente a mí. Las imágenes de la noche pasada regresan con rapidez a mi memoria. Los pasos a mi espalda, su voz profunda haciéndome cosquillas al oído, la forma en la que sus ojos parecieron brillar al verme. Pero también todo lo que pasó después. El mareo, el intento de sostenerme del tronco del árbol a mi espalda, la oscuridad que se tragó todo, mi cuerpo cayendo al suelo.

Todo se mezcla en mi mente con una agilidad impresionante. Mis oídos empiezan a zumbar. El dolor de cabeza empieza a ser mucho más intenso. Cierro los ojos, tapándome hasta la cabeza con las sábanas. El dolor punzante en las cienes se vuelve insoportable. Me siento como si alguien estuviera taladrándome el cráneo. En definitiva no vuelvo a tomar como lo hice anoche nunca más. Soy un completo estúpido por creer que un par de copas no me afectarían. Estaba tan feliz por mi hermana, que no medí las consecuencias de mis propios actos. Ahogo un grito en la almohada por el creciente dolor.

Mis ojos se abren como platos al verme semi desnudo.

Me apoyo contra la cabecera de la cama. Suspiro asustado.

Levanto mi rostro, observando al desconocido que parece seguir durmiendo profundamente. Lo observo con curiosidad. Tiene el pelo rizado alborotado, un mechón pegado a sus labios abiertos. Los brazos cruzados sobre su pecho, una pierna sobre el sillón, la otra colgando inerte. Mojo mis labios al verlo semi desnudo. Lleva sólo unos bóxer negros que se ajustan a su entrepierna. No sé lo que me pasa pero no puedo evitar dejar de mirarlo. Es como si una fuerza en mi interior me obligara a hacerlo. Una creciente erección marcándose en la tela de un pijama café que no logro reconocer.

Dejame amarte. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora