19. Aceptar la realidad

900 66 52
                                    

Gabriel

Ya pasó un mes desde que Renato me rechazó.

Un puto mes en el que he sentido uno de los peores dolores en toda mi vida. Un mes entero sin poder verlo, sin abrazarlo, mucho menos hacerle el amor. Pasé por un verdadero infierno que amenaza con devorarme. Es como si hubieran tomado mi corazón y lo hubieran arrancado de mi pecho. Aprieto mis manos en un doloroso puño. No creo resistir por más tiempo, siento que en cualquier instante me voy volver loco. Lo necesito de vuelta, lo quiero a mi lado. ¡Pero qué mierda! Él simplemente se fue.

Todavía puedo escuchar sus palabras. La manera en la que me gritó monstruo en frente de toda la manada. Es lo que más me duele, saber que por un maldito error perdí por completo al amor de mi vida. ¿Cómo puedo vivir ahora sin él? ¿Cómo puedo levantarme por las mañanas sabiendo que no va a estar Tato a mi lado? Quiero gritar, golpear cualquier cosa que tenga en mis manos hasta que éstas sangren, hasta que no tenga fuerzas como para ponerme de pie.

Muero por volverlo a ver. Necesito saber cómo está, pero no puedo acercarme sin arruinar más la precaria situación. No puedo moverme desde entonces, he entrado en un estado de depresión. Andrés intenta darme ánimos para seguir luchando, insiste en que ya llegará el día en él que entienda todo y decida volver, pero muy en el fondo sé que ese maldito día no va a llegar. Renato no va a volver jamás a mi lado. Me odia, detesta el monstruo que soy. Eso sólo empeora más mi depresión. No tengo ganas de levantarme, de seguir con esta farsa de vida.

¿Qué es lo que me frena para no ponerme un revolver en la boca y darme un tiro? Sigo sin poder comprenderlo. Sin él ya nada parece tener sentido. Por primera vez en mucho tiempo había conocido lo que era la verdadera felicidad. Vivía en un puto paraíso los últimos días. Descubrí que lo mejor que podía pasarme era estar junto a él. Abrazarlo, besar esos labios carnosos, bromear entre los dos. Por primera vez creí que la vida me había devuelto la familia que perdí años atrás, ¿y todo para qué? Para que me la volviera a quitar momentos después.

No cabe duda que la vida puede llegar a ser una verdadera hija de perra.

Sujeto con todas mis fuerzas la copa de whisky que tengo en la mano, hasta que se revienta en mil pedazos. Uno de ellos se entierra con profundidad en la carne de mi palma, sangre fresca escurriendo por entre los dedos. No siento para nada el dolor, estoy adormecido, como si estuviera en un estado perpetuo de semi somnolencia. Abro la mano, viendo cómo la sangre cae sobre la alfombra del estudio. Echo la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por el picor.

No estoy viviendo, me siento completamente vacío. De repente la ira y la rabia se vuelven a apoderar de mí. Me levanto con desesperación, lágrimas cayendo por mis mejillas. Golpeo con mis puños el escritorio de madera, dejando un par de grietas. Tiro todo a mi paso, quiebro fotografías, los vasos de cristal. Estrello el globo terráqueo contra las ventanas. La brisa de la noche se escurre por entre las rendijas. Golpeo las paredes hasta que siento cómo los huesos de mis nudillos se rompen uno tras otro.

No me importa nada. Quisiera dejarme morir, arrastrarme hasta mi habitación y no despertar jamás. Sigo pensando en él, es lo único que hago todo el tiempo. Me pregunto cómo estará, ¿qué es lo que estará haciendo? Si está comiendo bien o si ha ido al médico. Preguntas que vuelan en mi cabeza, pero que no puedo responder. ¿Es que acaso todo ese amor que dijo sentir por mí, desapareció de repente? ¿Cómo puede ser la vida tan desgraciada como para arrebatarme lo que más quiero? Si tan sólo no hubiera pasado eso, todo esto no estaría pasando. Hoy estaría con Tato, abrazándolo antes de dormir.

La culpa de todo la tiene el maldito alfa ruso de la manada contigua a la nuestra. Creyó que era buena idea mandar a uno de sus lobos de avanzada, para analizar nuestro territorio y encontrar puntos débiles. Sabía desde hace meses que planeaba, en las sombras, lanzar un ataque contra nosotros. Insiste en querer adueñarse del título del alfa más fuerte de Italia, arrebatándolo de mis manos. Lo que no preví es que fuera a intentarlo tan rápido. Si tan sólo lo hubiera advertido, o si por lo menos uno de mis lobos de seguridad lo hubiera notado, hoy Renato seguiría conmigo.

Dejame amarte. [Quallicchio]Where stories live. Discover now