Carta 15.

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Con el dolor de su alma y terror en sus ojos, además de un poco de decepción, Jean me dejó frente a la casa de los Kantor.

Él me suplicó una vez mas que no lo hiciera, que lo dejara llevarme lejos de ahí.
Sabía que era una mala idea; pero tenía mis propias intenciones para hacerlo.

Tomé el rostro de Jean y le dejé un beso en la mejilla. Admito que si me sentí tentada a besarlo en los labios; pero no fui capaz.

Le dije que todo estaría bien. Estaba siguiendo un instinto; necesitaba hacerlo.

Me bajé del auto y esperé que desapareciera de mi vista para caminar hasta dentro de la casa. Tomé el portón de entrada y suspiré con fuerza.

Mi corazón latía a revoluciones aceleradas. Aun así, estaba decidida a regresar ahí.

Caminé hasta la puerta principal; yo no tenía llaves o absolutamente nada de mi propiedad. Solo era yo y lo que llevaba puesto.
Toqué repetidas veces la puerta de entrada.
Pronto escuché pasos acercarse a ella, los reconocía, era la forma de caminar de Teylor.

Al abrir la puerta Teylor me miró boquiabierto, no podía creer que yo estuviera parada ahí.

Yo solo lo miré monótonamente. Él solo seguía ahí parado sin decir absolutamente nada, como si yo fuera un fantasma.
Otros pasos no duraron en acercarse, Biel corrió a Teylor para ver cuál era la causa de su reacción; la de él no estuvo muy lejana a la de Teylor.

Miró alrededor de mi, buscando alguien que me acompañara. Me miró a los ojos totalmente horrorizado y sorprendido.
¿Qué hacía yo ahí?

Me abrí paso en medio de los dos e ingresé a la casa.
Biel cerró la puerta y ambos volvieron a verme.
¡Enserio era un legitimo fantasma para ellos!
¿Pensaba que me había matado?

Biel sobó su nuca y se movió incomodo en el lugar que estaba parado.

Para luego dar un paso adelante y decir:
“Nina, ¿Qué haces aquí?”

Teylor, aun sin salir de la impresión, dio media vuelta y tomó la manilla de la puerta para así salir de la casa.

Miré a Biel y le dije con total serenidad:
“Soy tu esposa, ¿lo recuerdas?”.

Biel se impresionó al escuchar mi tono de voz; era como si no tuviera nada contra él.
Biel  no dudó en preguntarme si recordaba algo de mi último día en casa.

Yo le respondí que lo recordaba absolutamente todo y que sabía que le había mentido a la policía. Estaba consciente de que por su culpa casi muero y que él asesinó a su propia hija. También le dejé en claro que no tenía intenciones de denunciarlo, ni a él ni o a Teylor por todas las veces que abusó de mi.
Su siguiente pregunta es la que todo millonario y famoso le haría a una persona que tuviera información que pudiese atentar contra su reputación:

 “¿Qué quieres de mí? ¿Cuál es tu motivo de venir hasta acá?”, preguntó.

Mi respuesta fue un seco... “Nada”.

Esa también era mi casa, le había vendido mi alma por ello, y todas mis cosas estaban ahí.
Yo seguía siendo la Señora Kantor; estaba en mi derecho de pisar la casa.

Biel claramente no lo entendió, después de lo que me había hecho, ninguna mujer se atrevería a hacerle frente a su esposo y menos a volver a casa.

Contrario de lo que pudieran pensar, en ese momento no estaba siendo masoquista; mucho menos estaba enamorada de él, todo sentimiento de mi hacia el asqueroso hombre que tenía enfrente había desaparecido.

Biel señaló la puerta de la casa y me dijo que debía marcharse a trabajar.

Yo tranquilamente le respondí que fuera. Nada había cambiado, yo me quedaría en casa mientras él trabajaba.

Sabía que ver la serenidad con la que le hablaba lo aturdía. Entendía que por su mente solo pasaba que yo había perdido la razón; por increíble que parezca, era la primera vez en mucho tiempo en que mi razón trabajaba de la manera correcta.

Biel se acercó con nerviosismo a mí; se inclinó un poco y me tomó de la barbilla, besándome.

Realmente era descarado.

Participé en el beso, aun cuando deseaba vomitar sobre él.
Al terminar, acarició mi mejilla y caminó hasta la puerta; antes de salir en su totalidad volteó a mirar atrás, viéndome a mí.
Yo le sonreí y él correspondió para luego cerrar la puerta.

Di la vuelta entera; mirando mi casa.
¡Mi casa!

Reí para mí misma; cualquiera que me hubiera visto no dudaría en encerrarme en un manicomio.

Caminé hasta el segundo piso, a nuestra habitación... ¡si claro!

No tardé en darme cuenta de lo que había hecho mientras yo estaba en el hospital.
Ropa desconocida de mujer, específicamente, ropa interior.

Nuevamente reí con ironía.

Abrí el ropero de Biel y vi las enormes maletas en el lado superior; hoy era su día de fiesta hasta el amanecer.

Yo tenía bastante tiempo para salirme con la mía y no había nada ni nadie que me detuviera.

Las cosas no se quedarían así.

Cuando los sueños son mas que fantasías ©Where stories live. Discover now