Carta 43.

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Llegamos a Alemania por la mañana.

Corrí al ver a Lear esperarnos fuera del aeropuerto, siempre nos manteníamos en contacto a pesar de los años. Cameron lo saludó, amaba verlos juntos; dos de mis bajistas favoritos. Cara a Cara.

¡No podía creerlo!

Lear no tardó en indagarme sobre todo; principalmente, en si enserio pensaba que Biel fuera capaz de esconderme a Stella por tanto tiempo.

Si, sabía que era capaz de eso y de mucho más. Lear dijo que él no había visto señales de Stella, pero que no se trataba mucho con Biel a menos que fuera por cuestiones de trabajo, y hacía mucho tiempo que no se cruzaban frente a frente, y mucho menos había tenido la oportunidad de ir a su casa.

Él nos llevó hasta la casa de Simone.

Antes de llegar me preguntó: ¿Qué haría ahora?

Yo le respondí que haría lo primero que se me viniera a la mente.

Nos dejó frente a la casa y dijo que lo llamáramos si lo necesitábamos.

Yo me despedí de él con un fuerte abrazo.

Los extrañaba, tanto a él como a Hackett.

Suspiré al verme en frente de aquella casa, mi corazón latía incontrolablemente.

La encontraría, sabía que si.

Cameron tomó mi mano y sonrió de medio lado como un gesto de apoyo; lo necesitaba, necesitaba ese ánimo.

Él mismo me obligó a llamar a la puerta.

Toqué repetidamente, luego de un minuto, Simone abrió la puerta. Al verme, sus ojos se engrandecieron y empalideció.

No me dejó decirle nada y cerró la puerta en nuestra cara.

Miré a Cameron, ambos sabíamos lo que eso significaba, sin miedo a equivocarnos.

Tomé el llavín de la puerta y lo forcé. Algo había aprendido en mis tres meses en la cárcel.

Cameron me miró sorprendido al ver lo que hacía; pero si mi hija estaba ahí adentro, no me importaba nada.

La puerta se abrió pero un cierre interior de cadena me impidió abrirla en su totalidad.

Cameron visualizó el jardín y tomó un tubo que sostenía unas plantas.

Lo apuntó directo a la cadena; tal y como lo hacía con su bajo en ciertos espectáculos, lo golpeó con toda su fuerza.
¡Amaba a mi hombre!

No dudé en entrar a toda velocidad, introduciéndome en la casa.

Paré en seco al encontrarme de frente con una pequeña rubia; fue entonces cuando sentí que mi corazón saldría por mi boca.

Ella me miró sorprendida; pero a la vez era como si me reconociera.

Simone salió de la habitación, buscándola, topándose con mi gesto de ironía e indignación.

Intentó volver dentro de la habitación pero yo la jalé del brazo con fuerza, devolviéndola al salón.

“¿Piensas seguir ocultándomelo?”, le dije con furia.

Ella no respondió, simplemente volteó su rostro de mí con vergüenza. De pronto, se enderezó, mirando en dirección a la puerta.

Volteé y lo vi... ¡Biel !

Él se dio una palmada por la frente al ver que era demasiado tarde como para poder hacer algo.

¿Acaso sabía que vendría y pretendía llevársela antes de que yo llegara?

Me acerqué a él y lo enfrenté firmemente.

Lo vi a los ojos y mi puño arremetió contra él una vez más, con todas mis fuerzas, furia y enojo a su “perfecta” nariz.

Cameron reaccionó de inmediato y me apartó en caso de que Biel quisiera responder. Pero no lo hizo, él solo se tomó la quijada y caminó en dirección a la niña.

La tomó de la mano y la hizo caminar hasta nosotros.

Se inclinó frente a ella e hizo que lo mirara a los ojos, una vez tuvo la atención de la niña prosiguió:

“Stella, ella es tu mamá. Nina vino por ti”, le dijo Biel .

Ella volteó a mirarme, parpadeando repetidamente esos ojitos miel, asegurándose de que yo era real.

Yo también tuve que hacerlo, si, era mi hija.

Me incliné a su altura y le ofrecí mi mano como saludo, quería darle mucho más que aquello; pero yo era una desconocida para ella.

Stella no la tomó, se acercó a mí y amarró mi cuello con sus bracitos, dándome un abrazo.

Fue imposible no emocionarme con aquello, enseguida las lágrimas inundaron mis ojos y corrieron por mis mejillas. Cuantas veces soñé con aquel momento, cuando estaba dentro de mí, cuando la sentía moverse en mi vientre.

La tomé del piso, elevándola en mis brazos, abrazándola con fuerza, intentando darle todo aquel amor que no le había podido dar.

Debí hacerle caso a mis instintos antes, debía haberla buscado, debía haber preguntado.

Mis ojos se volvieron a dirigir a Biel y Simone, aun furiosa con ellos les dije:

“Me la llevaré conmigo; si intentan impedirlo, los acusaré de secuestro. Y a ti Biel , te demandaré por todas y cada una de las cosas que me hiciste”.

Extrañamente, él respondió de inmediato:
“No pienso impedirlo”.

Le presenté Cameron a Stella, por su forma de mirarse, supe que ambos simpatizaron automáticamente.
Ella se mostró curiosa por los tatuajes de Cam y enseguida empezó a lanzar decenas de preguntas en alemán, cosas que mi amado novio no sería capaz de entender.

Interrumpí su curiosidad para hablar con ella. Me tomé el tiempo necesario para decirle lo que pensaba hacer y ella me escuchó atenta.

Era pequeña, pero parecía entenderme perfectamente. Supe que Biel si le había dicho que yo era su madre; Stella incluso tenía fotos mías por toda su habitación.

Fue un alivio para mí que respondiera de aquella forma e incluso se mostró entusiasmada por vivir conmigo. 

Le pedí a Simone que por favor preparara todo para llevármela al día siguiente; Cameron y yo volveríamos por ella mañana.

En un principió se negó e intentó convencer a Biel de que no me dejara llevármela.

Por increíble que pareciera, él se mostró firme, y dijo que era hora de hacer lo correcto.

Me sorprendió esa actitud de su parte... ¿”Hacer lo correcto”?

Jamás pensé que esa palabra fuese de su conocimiento.

Le agradecí por colaborar.

Me despedí de mi niña y le dije que la vería mañana para llevarla a casa. Stella asintió y me besó la mejilla al mismo tiempo que me daba un fuerte abrazo.

Tomé la mano de Cameron y salimos de la casa.

Mientras caminábamos él me dijo:
“Tenías razón”.

Yo suspiré con tranquilidad.

No podía creer que esa parte de la pesadilla al fin terminara. 
¡Al fin la tendría conmigo!

 

Cuando los sueños son mas que fantasías ©Where stories live. Discover now