Carta 31.

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Esta mañana fue algo rara; caminar al lado de Simone me hacía sentir extraña. Ella estaba de visita en L.A., viendo a Teylor y a Biel.
Ella siempre se preocupo por mí.

No tardó en llamarme e ir a visitarme; aun contra la voluntad de su hijo, Biel. Al llegar a la casa; ella estuvo encantada con Charlotte todo el tiempo.
Sí, mi hija era muy hermosa; sé que eso le traía recuerdos a Simone, yo había perdido un bebé de Biel, su nieta.
Supongo que eso la hacía sentirse tan cercana a mi princesa.

Simone notó mi palidez y negación a comer; las nauseas y el agotamiento excesivo me estaba matando, acompañado del insoportable dolor de cabeza en el lado posterior de mi cráneo.
Eso la preocupó y me insistió en que fuera al médico.

Tenía tanto tiempo de estar evitando ver al doctor; las clínicas me traían muy malos recuerdos.

Ella no me dejó opción, junto a Charlotte nos arrastró a una clínica.
Odié entrar ahí, era a la que asistía todo el tiempo cuando vivía con Biel.

Al entrar al consultorio dejé contra mi voluntad a mi pequeña hija en manos de Simone, confiaba en ella, pero ya había perdido demasiado por culpa de su hijo. Mi nena era lo que me daba fuerzas para salir adelante, no podía evitar ese temor ardiente en mi corazón cuando la dejaba con alguien más.

Para cuidarla solo confiaba en Kaimy, Cameron y, por supuesto, Jean.

Toparme con la cara de aquel doctor me heló la sangre, jamás me había simpatizado.
Se parecía a... Biel.

Me preguntó toda clase de cosas estúpidas y me obligó a hacerme en autoexamen de mama frente a él.
Sentí tanto asco cuando se atrevió a tocarme; aun con sus malas intenciones y brusca atención, dio un diagnostico correcto, no había nada malo en mi cuerpo.

Los síntomas debían ser causados por algo no dañino. Su rostro al explicarlo fue de desagrado y no tardó en tirarme fuera de su consultorio.

Tomé a Charlotte de los brazos de Simone y fue cuando me iluminé.

¡Ya lo entendía!
¿Podía ser posible?

Al salir de la clínica mi ex suegra se despidió de mí; le dio un beso a mi pequeña y me pidió que le mandara muchos abrazos a Anthony, por obligación y sangre, él seguía siendo un Kantor, desafortunadamente.

Tomé un taxi a casa; al llegar corrí a tomar mi celular y le marqué a Cameron. Le pedí que me acompañara a otro médico a reafirmar el diagnostico o confirmar mis sospechas; pero estaban en medio de una grabación, debía esperar a mañana o asistir yo sola.
Preferí esperar a un día en que pudiéramos ir ambos, necesitaba que fuera conmigo.

Esa misma tarde estuve hablando con Kaimy; habían pasado escasos dos meses desde que perdió a su bebe y, al parecer, estaba teniendo achaques de nuevo.

Me quedé boquiabierta; ¡por favor!
¿No pudieron esperar un poco más?
¡Par de calenturones!

Era tan peligroso que a estas alturas estuviera embarazada de nuevo, sería muy riesgoso para ambos.

Suspiré y puse mis ojos en blanco; demasiada paz tendría que tener. Luego de un rato, colgué.

Calenté la leche de Charlotte y la hice dormir su siesta.

Luego de dejarla sobre su cama; me dispuse a preparar algo de comer.

Luego de casi veinticuatro horas sin probar bocado por fin empezaba a tener hambre. Sin embargo, no podía dejar de mirar las puertas de mi casa, delantera y trasera.

Estábamos a menos de un mes que Jean se casara con su prometida; aquella semana Jean se había salido de control.
No sabía cómo lo lograba, ni los motivos por los que lo hacía; pero me estaba empezando a sentir acosada.

Odiaba que lo hiciera, no sabía lo mucho que me lastimaba o el terrible miedo de que Cameron pensara mal de mí: que yo lo dejaba entrar a la casa e incitaba a Jean.

Mi temor de esa tarde no tardó mucho en hacerse presente; al voltearme con intenciones de salir de la cocina, me lo encontré.

Salté del susto, poniendo la mano en mi pecho; eso hizo que las nauseas me volvieran, coloqué mi plato de comida en una de las encimeras y lo miré seriamente.

Odiaba que lo hiciera, lo detestaba. 
Esa mirada maliciosa de lado y una pequeña sonrisa se dibujaron en su rostro.

Yo amaba a Cameron por encima de todo y juré serle fiel hasta la muerte; pero Jean y esa maldita mirada tenían un poder sobrenatural sobre mí.

Desde el primer momento en que lo conocí me había visto dominada por ello.

Intenté evadirlo y salir de la cocina.
¡Quería que saliera de mi casa!

Jean me tomó de la muñeca y me acorraló contra la refrigeradora; yo solo cerré los ojos intentando no mirar a esos preciosos ojos color claro.

Idénticos a los de Charlotte, su hija, mi hija.

Aun no me atrevía a decirle de frente que era su hija; Cameron era el único que lo sabía oficialmente. Sin embargo, yo sabía que Jean lo sabía y que la mayoría de las personas lo sospechaban; cualquier ojo observador sería capaz de notarlo, mi nena era la imagen y semejanza de su padre, en femenino.

Él intentó besarme como siempre lo hacía en sus constantes apariciones de esa semana.
Se estaba saliendo de control; debía admitirlo, sus besos eran gloriosos, por ellos mi hija estaba viva; pero no funcionaba así, quería darle mis labios a Cameron, únicamente a él.

Mirándolo de frente le dije:
“Amo a Cameron”.

Jean respondió automáticamente:
Y yo a mi novia”.

Ahí era cuando nacía esa pregunta:
“Entonces, ¿Por qué haces esto?”

Para solo obtener un
No lo sé”, como respuesta.

Antes de que pudiera esquivarlo, me besó.
El sabor y pasión de sus labios no lograban opacar lo mal que me sentía en ese momento; yo solo podía pensar en Cameron y lo mucho que quería que Jean se detuviera.

La puerta delantera de mi casa se abrió, Cam había llegado. Sentí que me moriría en ese momento; mi mundo estaba a punto de derrumbarse, otra vez.

Lo único que logré pensar en ese momento fue:
¡Agáchate y gatea!, sin dar tiempo a nada, obedecí a mis pensamientos y salí de la cocina sin que Cameron lo notara.

Solamente le preguntó a Jean, cómo había logrado llegar nuestra a casa antes que él.
¡Eso mismo me preguntaba yo!

Gateé hasta la habitación de Charlotte; ahí dentro me puse de pie y salí como si hubiera estado ahí todo el tiempo.
Miré cortante a Jean y fui hasta Cameron, quien me abrazó y me besó; esos eran los únicos brazos y besos que yo quería. Porque eran míos, no ajenos, no estaba dispuesta a compartirlos con nadie más.

Cuando los sueños son mas que fantasías ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora