Carta 23.

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Estaba en el octavo mes de mi embarazo. A solo una semana de mi Cesárea.
Debía admitirlo, me sentía más nerviosa que nunca.

Al fin, después de tanto dolor cumpliría mi sueño de ser madre y, lo mejor de todo, podría hacerlo al lado del hombre que amo.

Cameron yo teníamos una relación fuerte, la confianza entre ambos era infinita y el amor siempre estaba presente. Yo no lo había pedido, ni lo había querido; pero es lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, luego de mi hija claro.
Cameron fue un hermoso regalo de la vida, la prueba viva de que el amor se construye y, cuando está bien fundado, llega a ser inigualable.

En esos días me había tornado un tanto depresiva y con miedo. Todo proveniente del trauma que sufrí con Stella.

No quería perder a Charlotte.

Eso me causaba mucho miedo y tristeza al recordar que no tenía a Stella conmigo.

La última semana, Cam me había consentido más que nunca, no sé que habría hecho sin su apoyo y su ayuda.
Solo él sabía cómo tranquilizarme.
Por otra parte, estaba feliz de que Kaimy al fin saldría de rehabilitación. Se esperaba que le dieran el alta en esa semana o al menos dentro de quince días.

Yo ya me había hecho a la idea de que no estaría en el nacimiento de mi hija.

Esa noche, Cameron llegó del trabajo con un enorme oso de peluche para Charlotte.
Me encantó el look metalero del peluche; me llevó treinta segundos notar que era él y el oso no era oso, sino una cebra.

Reí y Cameron me volteó a ver preguntándome si lo notaba.

Asentí y sonreí, las sonrisas eran común desde que vivía con Cameron; pero no eran sonrisas cualquiera, eran de esas que demostraban una enorme felicidad.

¡Lo amo!
Estoy locamente enamorada de él, ese simple hecho era un motivo para sonreír.

Él puso el peluche a mi lado, yo lo toqué y lo observé.
Cameron se sentó junto conmigo, me tomó de la mano haciéndome mirarlo.

Llevé mi mano izquierda a su mejilla, él se inclinó para besarme.

Amaba ese sentimiento, la manera en la que mi corazón latía con cada movimiento de sus labios, me extasiaba; era una emoción incomparable, siempre con cada beso.

Cameron acariciaba mi barriguita mientras me besaba; podía sentir como mi hija se movía levemente.
Ella sabía que era Cameron.

Cuando empezó a moverse un poco más, Cam dejó mis labios para ver mi pancita, llevando sus manos hasta ella.
Yo guié sus manos hasta el lugar de mas movimiento, ambos sonreímos al mismo tiempo, podíamos sentirla juntos. Siempre, mientras la tocaba, Cameron acostumbraba a repetir la palabra "Te amo" muchas veces; sé que ella podía escucharlo.
A mí también me lo decía todos los días, siempre que podía, de todas la maneras posibles.
Los días volaron y llegó la hora de la cirugía.
Mientras era preparada para ir al quirófano, lo nervios me consumían, estaba aterrorizada, pero lo disimulaba.

Quería tener a Cameron a mi lado; pero me dijeron que debía esperar a verlo en el quirófano, él también debía prepararse para acompañarme.

Caminé del brazo de un enfermero hasta aquella fría sala en la que todo se realizaría.

Quería vomitar del terror.

Me ayudaron a subirme en la camilla.

No pasó mucho tiempo antes de que viera a Cameron entrar y caminar con apuro hasta mi lado con una cámara en mano.

Se inclinó y me besó, tomó mi mano y me dijo que estuviera tranquila, todo estaría bien.
Yo asentí con inseguridad, una lágrima escurrió por mi sien y él se aseguró de limpiarla.

Los siguientes minutos fueron agonizantes, para mi duraron horas. Solo quería escucharla, saber que estaba bien.
No podía ni respirar de la tensión.
Hasta que por fin aquellos mágicos chillidos de vida llenaron la habitación.

"Nuestra pequeña Charlotte ya está aquí", dijo Cameron asomándose.

No me la mostraron enseguida porque debían chequearla; Cameron logró tomarle una fotografía para mostrármela.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, Cameron tomó mi mano y perdió su rostro en mi cuello, dándome un beso y quedándose en esa posición por un momento.

Él también se había emocionado, podía sentirlo.

Una enfermera tocó el hombro de Cameron haciendo que esté la mirara, ella le dijo:

"Papá, ¿quiere cargar a su hija?".

Él se puso de pie inmediatamente y la tomó de sus brazos; pude ver su miedo ante la inexperiencia de tomar a una criaturita tan pequeña.

Volvió a sentarse para quedar a mi altura, dejándome verla por fin.
Elevé mi mano, acariciándola un poco.

Mi pequeña... mi hija.

Cuando los sueños son mas que fantasías ©Where stories live. Discover now