CAMBIOS

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La rubia no podía contener la felicidad que sentía al volver a sentir los brazos de su amante rodeándola trayéndole de nuevo aquella calidez que tanto había anhelado, tomo unos cuantos segundos para volver a inhalar el olor de su acompañante recordándole viejas memorias y pintando al mismo tiempo una sonrisa en sus rojos labios.
Lo invitó a pasar pues ella quería disfrutar lo que restaba de la noche con él, incluso si eso significaba no dormir y es que ya eran múltiples veces en las que ambos habían pecado sellando su amor en un acto prohibido lleno de pasión y lujuria.
Pocas eran las veces en las que su amante la visitaba de manera imprevista y esa era una de esas por lo cual Bárbara no desaprovecharía esa oportunidad.

- Lamento lo de hace rato- se disculpó haciendo referencia a la amenaza que recibió Clyde con las tijeras - Estos días han estado muy agitados- explicó - No se si te has enterado de la desaparición del príncipe, es la noticia del momento- Bárbara tomó una vela y prendió el candil para alumbrar la habitación.

-Si, estoy enterado- respondió -Por eso vine, necesito tu ayuda...- Clyde deslizó la puerta de la otra habitación revelando así a sus compañeros, Bebe esbozó una sonrisa hasta que vio salir una figura "femenina" pequeña detrás de ellos, acercó su candil para alumbrarla quedando estupefacta al identificar que no se trataba de "ella" sino del príncipe.

-¡Tú! ¡¿QUÉ HICIERON?! - les gritó -¡Perdónelos Majestad! No sabían que estaban haciendo, le garantizo que lo liberaran - se arrodilló suplicando -¿No es así, Clyde?- la rubia lo miro frunciendo el ceño

-Aunque me gustaría no puedo- le respondió rascándose la cabeza - No es mi decisión ni mi asunto, esto es entre Caos y él - se acercó a ella a levantarla del suelo

-¿Acaso quieren que los ejecuten? - la rubia los regañó - ¡¿Qué diablos estaban pensado?!- dijo ya alterada golpeando el pecho de Clyde.

-¡Tranquila!- le dijo Clyde tomándola de ambos brazos haciéndola volver en si - Dijiste alguna vez que si llegáramos a necesitar tu ayuda lo harías ¿Recuerdas? - confesó -Hoy es el día...-

-¿Qué necesitas de mi?- preguntó la rubia con algo de intriga combinado con preocupación

-Necesitamos que cambies su apariencia - el mayor de los tres habló con su típica voz nasal - Córtale el cabello, cambia su ropa, lo que sea necesario para hacerlo ligeramente menos irreconocible, necesitamos salir de la ciudadela y no lo lograremos si luce así-pidió.

Bárbara se llevó al príncipe a la habitación dónde reposaba su material de trabajo y pidió que la dejasen sola con él cosa que a Ginza no le agradó, miraba las brillantes y filosas tijeras que reposaban en mesita mientras tenía un debate interno con ella misma, mediaba la situación, su subconsciente le decía a gritos que no lo hiciese al contrario de su corazón que deseaba ayudar a su amado ¿Por quién debía regirse? ¿Era correcto? ¿Qué consecuencias traería a futuro?...
Ella sabía que tan especial era el cabello largo para la realeza, iba más allá de la elegancia, del porte y de un rasgo que los definía y embellecía, era más bien algo sagrado para ellos, algo que no podía ser modificado o de lo contrario perdía su valor.

-¿Puedo?- le pidió permiso al príncipe mientras tomaba las tijeras

-...- Tweek se quedó callado, no quería que lo cortaran, desde pequeño se había empeñado a cuidar su cabello para que creciese de manera saludable; le dolía en su orgullo pero no tenía otra opción, sabía que si se negaba el líder lo haría de cualquier forma sin importarle siquiera la apariencia que este pudiese darle. Agradecía el gesto de aquella chica al pedir su autorización y ello de alguna manera le brindaba un poco de confianza a lo que estaba a punto de cometer - Puedes...-

Bebe comenzó a dividir el largo cabello del príncipe en secciones para que fuese más sencillo cortarlo, lo miro de frente tratando de pensar en un corte para que siguiese luciendo atractivo y sin perder el porte a pesar del gran cambio que tendría su aspecto. Los mechones dorados de cabello cortados descendieron al suelo, la chica observó al príncipe nervioso, pudo notar que este aguantaba las ganas de llorar ahogándolas tragando saliva pesadamente.

DONDE NACEN LOS CEREZOS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora