Capítulo 23

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POV Astrid
Durante esta semana se me era más difícil dormir, cada vez que cerraba los ojos podía ver la misma horrible escena frente a mi.

Como no podía conciliar el sueño decidí salir a una caminata nocturna, no sin antes dejarle una nota al tio Finn, solía preocuparse bastante si no sabía dónde estaba.

Camine por todo el pueblo, evitando algunos lugares que me traían malos recuerdos o en los que era probable encontrar a alguien conocido.

Termine sentandome en una banca de un parque al borde del pueblo. Me quede pensando, procurando no cerrar los ojos a pesar de que eso me ayuda a pensar

El sonido de un galope me saco de mis pensamientos.

Eso me desconcertó bastante, él hipódromo quedaba a unas 5 cuadras y digamos que no era de los lugares más concurridos del pueblo, además de que no era temporada de carreras.

Al alzar la vista ví a Hipo, montado en una llegua blanca, con la cara llena de preocupación.

Bajo de un salto antes de que se detuviera y se dirigió a la veterinaria, golpeó la puerta varias veces, pero nadie respondía.

-¡Abran!¡Por favor!-gritó con voz quebrada.

Me acerque corriendo para ver si podía ayudarlo, y al verlo de cerca note que sus hermosos ojos verdes estaban rojos por las lágrimas, y tenía los nudillos blancos de tanto apretar los puños.

-¿Hipo?¿Qué pasó?-pregunte poniendole una mano en el hombro.

-Necesito su ayuda-dijo con la respiración entre cortada y cerrando los ojos-, pero no abren.

-Sigueme-dije sacudiendolo un poco para que me mirara-, los padres de Heather trabajan aquí, puede que no sea su turno, pero sé por dónde entrar para llamarlos.

Él asintió y salimos corriendo a la parte de atrás, donde llame con unos toques especificos para mostrar que era yo.

Cuando abrieron (el papá de Heather y uno de sus compañeros) y vieron a Hipo, preguntaron qué pasaba, pues lo reconocieron de alguna de sus visitas a la granja a las afueras.

Simplemente dijo que Chimuelo necesitaba ayuda y que era urgente. Ellos alistaron su equipo tan rápido como pudieron.

POV Hipo
Durante el camino a la veterinaria no pude detener mis lágrimas.

Mi mejor amigo estaba mal, muy mal, y lo único que podía hacer era correr al otro lado de la ciudad en busca de ayuda, sin pista alguna de qué pasó.

Al llegar allí, Astrid me encontró y me ayudó a conseguir más rápido la ayuda de los veterinarios.

-Gracias-le dije a ella, en voz baja, mientras se terminaban de alistar.

-No te preocupes, es lo que hacen los amigos.

-¿Qué hacías tan tarde de noche?-pregunte.

Un poco de tristeza se asomó por sus ojos.

-Pensar-respondió un tiempo después-, el frío de la noche ayuda mucho en eso.

-Ni que lo digas-murmure.

No hablamos más hasta que llegaron los veterinarios, quienes dijero que irían en carro hasta la granja de Bob y se ofrecieron a llevarme, pero les dije que tenía a Bianca.

Cuando ellos encendieron el carro yo monte a Bianca.

Pude ver que Astrid se estaba alejando lentamente del lugar, como si no quisiera estorbar, pero antes de que se fuera me acerque.

-¿Quieres acompañarnos?-pregunte extendiendo la mano para ayudarla a montar.

-¿Por qué quieres que vaya? No puedo ser de mucha ayuda

-Dijiste que querías pensar ¿No? Nada mejor que una cabalgata para hacerlo, además... no quiero estar solo, y te lo debo, al fin y al cabo me ayudaste.

Sonrió levemente.

-Será un placer acompañarte-dijo tomando mi mano.

¿Por qué confiaba tanto en Astrid? No lo sé, pero sí sabía que ella me haría una buena compañia y me apoyaría.

Además, no quería que estuviera sola con sus pensamientos, ya sé por experiencia que si no tienes con quién compartirlos pueden ser muy tóxicos.

El NuevoWhere stories live. Discover now