Capítulo 3: De vuelta (Parte 1)

220 19 2
                                    

−Arriba−escucho decir a alguien.

Me levanto lentamente con el ceño fruncido.

−Cierra la boca Max−le ordeno al infeliz que me trajo de nuevo a este horrible lugar.

−Deberías portarte mejor si no quieres ser castigada...−dice con voz ronca y una media sonrisa, lo que no me hace ni pisca de gracia.

−Tú y yo sabemos que no puedes ponerme un dedo encima si Bastian no da la orden, así que cierra tu sucia boca y déjame en paz, bastardo inservible−tengo tanta rabia que es imposible que no le diga cosas que seguro le molestan, como lo último.

−Bastarda serás tú...−escupe enojado.

−Quizá, pero al menos yo no pretendo ser algo que no soy−le digo avanzando a la puerta.

−¿A dónde crees que vas? −pregunta tomando mi brazo con tanta fuerza que me lastima. Pero no voy a decirle, de eso nada.

−Voy a darme una ducha, cosa que deberías probar alguna vez en tu vida, apestas−le digo soltándome de su agarre para seguir con mi camino.

Abro la puerta como si nada y camino por el estrecho pasillo del segundo sótano para salir al primero, que es donde todas las que están metidas en esta porquería se alojan, o en mi caso, están encerradas.

Conozco este lugar por completo, no hay nada que se me escape, pero aun así no puedo evitar sentirme extraña.

Cuando me fui creí que eso sería todo, que no volvería, pero aquí estoy, una vez más dejando que este mundo podrido y sin esperanza me consuma.

Al entrar al baño muchas chicas se asombran al verme, otras parecen confundidas y algunas a las que no conozco me miran con el ceño fruncido.

El área de las duchas es un lugar bastante grande, caben unas treinta chicas al mismo tiempo sin ningún problema.

No digo una sola palabra. Las que medianamente me conocen saben que no lo haré, así que solo asienten con su cabeza a modo de saludo y respeto, parece un momento solemne para muchas, verme volver les da algo de esperanza, saben que no voy a rendirme hasta no salir de este lugar una vez más.

Algunas de las nuevas comienzan a preguntar acerca de mí mientras que avanzo hacia mi casillero.

Tocar el frío metal se siente extraño y desolador. Los recuerdos hacen que mi pecho se sienta pesado. Los recuerdos queman.

Abro la puerta de golpe, tirando al bote de la basura cualquier emoción que se interponga entre mi máscara y yo.

Aquella estrella dorada llena de brillantina sigue pegada al fondo. Cada mañana ese pequeño trozo de papel me daba fuerza, me gritaba que había esperanza. J me la había dado hacía varios años, fue su último regalo antes de ese horrible día en el que mi vida se fue por el caño.

−Así que estás de vuelta...−dice alguien a mi espalda.

Suspiro pesadamente, creí que al menos me darían un poco de espacio.

−Creo que eso es obvio−digo mientras tomo una toalla, doy media vuelta, por un segundo me paralizo, no recordaba que esa fuera su voz, aunque he de admitir que toda ella cambió en estos dos años, y si no fuera por esos inconfundibles ojos color gris oscuro no la reconocería−Kena...−digo un susurro.

−Liah−responde cruzándose de brazos. Está molesta conmigo.

Y tiene todo el derecho, la abandoné, la dejé aquí cuando apenas era una niña, quince años... ahora es una hermosa jovencita de diecisiete años que me mira con rabia y dolor.

−Kena... yo... lo siento...−digo en tono tan bajo que dudo que me haya escuchado.

−Solo quería comprobar que los rumores eran ciertos; la gran y fantástica Liah está de vuelta−dice con ironía.

Éramos algo así como amigas, sobrevivíamos a este infierno, ella me veía con admiración y cariño, aunque nunca supe por qué, fui dura y muy severa con ella, creo que en el fondo sabía que si la hacía fuerte, entonces nada la lastimaría, como a mí, o al menos era lo que quería creer. Pero ya no importa, esa mirada se ha ido, y ahora solo hay un cascarón vacío y una chica muy enojada.

Me quedo plantada unos segundos procesando todo hasta que ella desaparece de mi vista, luego camino a una de las regaderas disponibles para una rápida ducha, apartando el desconcierto de mí.

Al terminar voy de regreso al casillero por la única muda de ropa que me queda: una sudadera gris y pantalones deportivos negros, sin zapatos, y claro; ropa interior que supongo debe quedarme algo pequeña después de tanto tiempo. En uno de los diminutos vestidores me pongo la ropa rápidamente y salgo bajo la atenta mirada de todas.

A mitad de camino paro en seco.

...

Holis bebés, por motivos de cuarentena estaremos publicando un capítulo diario 🙆 , espero que les esté gustando la historia y pos sólo aviso que pronto conocerán a otro narrador 😗😉

Jardín de mariposas (Golden Souls #1)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant