PRÓLOGO

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Los pies de Nathaniel se dirigieron a la planta alta donde se encontraba su habitación. Era viernes; el día en que la gran casa quedaba sola.

Una vez dentro cerró la puerta tras de sí, botó la mochila en alguna parte de la habitación y se dirigió al armario color umber. Estaba sonriendo como cada vez que quedaba solo, los nervios invadían todo su delgado y lechoso cuerpo.

Sacó una cartuchera de brillantina plomiza de un cajón en la parte de arriba, a donde tenía que estirarse y ponerse de puntitas para abrirlo.

Sonrió satisfecho al sentir el bolso en sus manos. Se sentó al filo de la cama y esparció todos los productos en su cama. Había mucho maquillaje; desde bases, correctores, hasta unas grandes paletas de sombras. Algunas pertenecían a Amber, la chica tiraba la mayoría de sus cosméticos a la basura diciendo que los colores o simplemente las texturas ya no eran de su agrado. Lo cual Nathaniel aprovechaba ya que él siempre sacaba la basura.

Se recogió todo el cabello en una muy pequeña coleta para que los mechones rubios no interrumpieran el trabajo.

Se colocó pre-base y base con una esponja llamada beauty blender, decir que le encantaba como le dejaba el rostro era poco. Siguió con los demás; corrector, para tapar sus -no tan pronunciadas- ojeras, rubor, iluminador, contorno. En sus pestañas que ya por naturaleza eran un poco pobladas aplicó rímel. Adornaba sus párpados de unos colores no tan fuertes y en el extremo hizo una línea perfecta con el delineador, para terminar se colocó un labial rosa para resaltar sus carnosos labios, y por ende para que sus dientes se vieran más blancos.

Se levantó y se miró en el gran espejo que ocupaba la mayor parte de una de sus paredes; estaba hermoso, perfecto. Pero aún faltaban más cosas.

Se apresuró de nuevo a su armario para sacar de el, una peluca muy parecida a su cabello, se podría decir que eran iguales. En el fondo del gran mueble se hallaba una falda muy corta, medias largas que cubrían hasta los muslos, y un muy pequeño crop top. Los había comprado con su paga de su muy reciente empleo de medio tiempo, estaba muy orgulloso de sus adquisiciones.

Sin esperar más, se puso la llamativa y femenina ropa, sus curvas encajaban perfectamente en la tela. Para dar por finalizado todo, sacó de la bolsa transparente su peluca rubia y se la colocó enganchando con su cabello natural; de forma en que no se moviera, el falso cabello le llegaba hasta por debajo de los hombros.

Respiró; una, dos, tres veces hasta ver el resultado final en el espejo. Ya una vez ahí sonrió como nunca antes, sus facciones finas, sus clavículas resaltadas en ese pequeño conjunto de linos negros, la corta falda rosa tapando a duras penas su gran trasero, y la forma en que las grandes medias lo complementaban. Era preciosa, hermosa.

Giró sobre sí para examinar cualquier detalle que faltara o que no esté en su sitio; mas no había ninguno. Ya no era Nathaniel, era Nathalia; un nombre que él había creado cuando se transformaba en ella.

El sonido dentro de su mochila hizo que los casi inexistentes bellos que poseía se erizaran, mas suspiró aliviado al notar que solo se trataba de su teléfono celular.

Caminó hasta encontrar el aparato y la sonrisa se le ensanchó al ver lo que marcaba en la pantalla.

«Eres hermosa Nathalia»
-Castiel.

(Nath)alia「casthaniel」Where stories live. Discover now