Cap 36.- "El sentimiento que nos domina"

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As

Mantengo la mirada sobre el anillo en mis manos, no quiero mirar a Aisa, no quiero pensar en que han pasado demasiados minutos sin que ella diga nada. Imaginé todo tipo de reacciones de ella hacía mi propuesta y el quedarse en silencio está entre las que no deseaba. ¿Por qué creí que esto era una buena idea?

— Que lindo anillo —dice ella finalmente, toma el anillo en sus manos y lo observa atentamente, pero no dice nada respecto a mi propuesta.

— ¿Entonces? — presiono un poco, esto esta matándome de los nervios y odio tal sentimiento.

— ¿Por qué me casaría contigo? —la sonrisa burlona que se dibuja en sus labios tras soltar tal pregunta hace que me sienta tremendamente humillado. En serio ¿Por qué creí que esto era una buena idea?

— Porque me amas —contesto y ella me mira con curiosidad.

— "Por que te amo" — analiza las palabras como queriendo comprobar la veracidad de ellas. Eso me pone tenso, me hace sentir inseguro. ¿Qué pasa con ella? ¿¡Que demonios pasa conmigo!? — Es verdad, te amo... es así ¿no?

— Así es...

— Pero, ¿por qué me casaría contigo?

— ¿Y por qué no te casarías conmigo? —contesto con otra pregunta intentando sonar tan confiado y pretencioso como suelo ser. — Quiero decir, ¡Soy yo, Dominik!

— Sí, exacto. Siendo tú, ¿por qué me casaría contigo?

— ¿¡Y que demonios significa eso!? —Comienzo a alterarme y ella se muestra tan tranquila con esa sonrisa burlona en su cara que solo me hace enojar mas — ¿A caso esperas casarte con alguien más?

— No, en realidad no estás entendiendo nada. As... ¿Por qué se casa la gente?

— Porque... —quiero dar una respuesta lógica que no suene a burla o que la haga pensar que solo me río de ella, pero no sé que decirle. Debí prepararme antes de hacerle tal propuesta tan estúpida.

— ¿No sabes?

— En realidad hay muchos motivos por los que la gente se casa.

— Entonces seré más directa. ¿Por qué quieres casarte conmigo?

— Solo quiero que estés bien — digo quedamente con voz de derrota, yo en verdad no sé que pasa conmigo.

— No quiero tu lastima, no quiero que me pidas que me case contigo solo porque sientes alguna especie de culpa retorcida. Me asquea el solo imaginarlo. ¿Piensas que después de casarnos todo mejorará? ¿Qué mágicamente se irán los problemas? ¿Qué seré feliz?

— Soy un idiota por creer que te gustaría la idea —digo riendo con amargura.

— Eres un idiota por eso y más, pero por ahora eso no importa. No tienes que hacer estas cosas que no van contigo, se nota que te ha costado demasiado hacerme esa pregunta, pude ver tu aflicción y repugnancia ante tal acción. En verdad, no tienes que forzarte a ti mismo de esta manera, yo no necesito esto, lo que necesito es que vuelvas a ser tú; el mismo As sarcástico, egocéntrico, frío, cruel y despiadado de siempre.

— Yo también necesito que vuelvas a ser tú, la misma Aisa de antes, la que me miraba con miedo, la chillona que siempre me reprochaba por ser un maldito egocéntrico y siempre me pedía muestras de amor. ¿Ya lo olvidaste? Decías que lo único que querías era que te amara, ¿Qué pasó con eso?

— ¿Así de patética era?

— Patética no, eras perfecta. Quiero que regrese esa Aisa.

— Estoy intentando asesinarla... —por un momento puedo ver como se desvanece esa fachada de mujer ruda y sale a la luz esa mirada azulada de la niña llena de dolor que busca desesperadamente salir de ese abismo profundo.

— Cásate conmigo Aisa — vuelvo a insistir y en verdad sigo sin entender porqué. Ella me mira con su rostro en blanco.

— No me casaré contigo, pero acepto el anillo como un simple regalo — camina hacía mí y tras despojarme de mi cuchillo lo usa para cortar los tirantes del sostén haciendo que este caiga a sus pies — Aun no entiendo porque quieres que me case contigo, pero no es necesario, mira que mi vida ya te pertenece, toda yo soy tuya, incluso de una manera en que jamás entenderás. Ahora toma un poco de esa vida que te pertenece —corta la palma de su mano, la levanta y deja que las gotas de sangre caigan sobre sus pechos y abdomen — Toma mi vida As, es toda tuya —devuelve el cuchillo colocándolo en mi mano y se aleja dando tres pasos, me mira dándome a saber que se ofrece gustosamente. Pero no es a mí o por mí, lo sé bien y me repugna en gran manera. A pesar de que está desnuda casi en su totalidad y que pareciera que se entrega completamente a mí, diciendo que es mía, lo cierto es que ella no me ha dejado tocarla de la manera en que deseo, no me ha dejado besarla, no me ha dejado hacerla mía.

— Bien —sin dudarlo camino a ella, la tomo del cuello con fuerza y desde el medio de sus pechos comienzo a rasgar. Sus ojos se cierran y aun así las lagrimas se escapan. Miro la sangre que mancha su blanquecina piel y en vez de sentir el acostumbrado placer, solo me siento más y más abrumado. Pero no hay nada más que alguien como yo pueda hacer.

Las ultimas semanas no he sido yo mismo y es que solo pienso en Aisa y en lo que debería hacer para que deje de querer destruirse. He dejado de lado mis deseos, he peleado contra mis impulsos y he intentado averiguar que es lo que hay en su mente, pero no sé, no logro hacer que regrese a ser la Aisa de antes. Desde que se le metió la loca idea de volverse asesina ha estado usándome para aliviar su dolor, ira y frustración, no me quejaría sino fuera porque no lo hace como un ritual para buscar placer como suelo hacerlo yo, ella simplemente está castigándose. Se odia tanto que está desesperada buscando maneras para destruirse, está convencida de que merece lo peor, el más grande castigo, el más fuerte dolor y se mantiene viva solo para seguir pagando su condena. Me costó darme cuenta de que en verdad siempre ha sido así desde que nos conocimos. Que haya parecido que quedó cautivada por mí no fue nada más que simple camuflaje, ella ha estado usándome. Sí, ella me necesita, sí ella me quiere, sus sentimientos hacía mí han sido reales, ha llorado y ha sufrido mi ausencia, mi frialdad y desapego que he mostrado a sus sentimientos, pero aun eso ha sido parte del castigo mismo. Ella misma me lo dijo. Siente culpa al sentir felicidad. Aunque estoy seguro que muy dentro de ella hay un deseo sincero de ser libre de todo esto y vivir tranquilamente sintiendo paz interior, lo cierto es que la culpa es el sentimiento que la domina y en su búsqueda de la autodestrucción yo soy su herramienta de tortura. Vaya, que gran ironía ¿Quién es el juguete de quien?

Y aun si es una mentira, quiero que sonría como solía hacerlo. Quiero que muestre esa alegría que parecía tener de solo estar conmigo. Que demuestre codependencia a mi existencia, necesidad de mi atención, de amor, de mis caricias y torturas placenteras. Sí, quiero ser el mismo egoísta que he sido siempre, ese es el sentir que me domina. No quiero que siga conectándome de manera consiente o inconsciente a ese fatídico día en que lo perdió todo. Quiero ser un punto y aparte.

— Te daré lo que deseas — susurro a su oído, le hago caminar hacía atrás llevándola al sillón, tras tumbarla en este subo en ella sin quitar mi mano de su cuello. Obligada mantiene la cabeza hacía atrás, con los ojos fuertemente cerrados y las lagrimas aun brotando. — No tengo manera de salvarte, lo siento. Y si destruirte es lo que tanto deseas, entonces te acompañaré en el camino.

No soy una buena persona, un buen hermano o un buen novio, lo sé bien. Si intento cambiar y hacer cosas buenas por ella siempre fracasaré porque lo que se supone que es bueno a los ojos de los demás, resulta que no es lo que es bueno para ella. Si intento darle una feliz y dulce historia de amor, en realidad solo estaré alimentando su fuente de dolor.

Dolor y destrucción...

Es justo eso lo que significa mi existencia en su vida y justo es lo que calma su atormentada alma. Soy justo lo que ella necesita. Así... tan confuso y contradictorio, sí, así es como es y no espero que alguien en este loco mundo lo entienda. 

Beso Letal (18+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora