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Meses antes...

Juro sentir mis costillas crujir con el fuerte impacto contra los casilleros. Caí rendido al suelo y con las pocas fuerzas que me quedaban las use para suplicar.

-Josh! Por favor para por favor Josh!- una lágrima, dos lágrimas, tres lágrimas, a quién engaño mi cara era un mar de lágrimas. Él solo me miraba desde arriba con una sonrisa ladina gritándome "levántate marica" y luego pateaba mi muslo con demasiada fuerza. No tenía un mínimo de piedad por mí, y la verdad nunca supe que era lo que realmente quería de mí, que ganaba haciéndome esto.

Todos estaban en los salones, yo solo estaba llegando tarde y para mi mala suerte Josh estaba recorriendo los pasillos sin nada interesante que hacer hasta que me vio llegar.

-¡Me lastimas! ¡Ya para! Llego tarde a mi clase sólo dime que quieres y te lo daré- me toma del antebrazo y me jala con fuerzas para que me levante. Apoyo todo mi débil cuerpo contra los casilleros y evito mirarlo, pero él me toma de la quijada y con una sonrisa burlona me dice:

-Solo quería asegurarme de que tengas un buen día marica- me suelta sin cuidado haciendo que mi cara choque contra el metal y se larga, así como si nada.

Hoy es un día más, no es para nada inusual lo que acaba de pasar, pero la verdad que ya estoy harto, mi cuerpo ya no le quedan espacios para más heridas, siento que algún día de estos no vuelva a mi casa, tengo miedo de todo.

Entro al salón, el mismo regaño de cada mañana, llegada tarde, todos miran mi cuerpo destruido sin decir nada el respecto, nadie dice nada, nadie hace nada.

Me siento al fondo, totalmente solo, quien va a querer juntarse con el que siempre golpean, solo es para buscarse problemas.

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Otra jornada de clases terminada, la misma rutina de siempre, la misma maldita rutina, ya no tengo escondites, siempre me encuentran, no hay escape, las cosas siempre se tienen que dar así.

Vuelvo a mi casa arrastrando mi bolso, mi cuerpo no soporta ni el peso de dos libros. No almuerzo, no quiero, no tengo hambre, no tengo nada. Me encierro en el baño pero no lloro, solo me miro al espejo, me desnudo frente al espejo y cuento mis nuevas marcas, no las curo, no tiene sentido, mañana se volverán a abrir de todos modos.

Lo que resta del día es igual a todos los otros, acostado, mirando nada, pensando nada, haciendo nada, solo espero en silencio, tal vez mi muerte, tal vez la vida. Pero cuando llega la noche cuando ya nadie puede oírme huyo al bosque. Me gusta ir al bosque, a solas, caminar sin rumbo fijo por entre los árboles con los ojos cerrados, escuchando el crujido de las hojas secas a medida que las piso, me da tranquilidad. Comienzo a correr, no sé por qué, pero me gusta sentir como todo se tambalea por no ver nada, hasta terminar en el suelo por culpa de una rama que se cruza en mi camino, pero la caída no duele, ya nada duele.

Logro incorporarme con facilidad y sigo caminando horas hasta que mis ojos son obligados a abrirse por la luz de los primeros rayos chocar contra mis parpados. No se cómo pasa tan rápido el tiempo allí pero solo pasa.

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Otro día de mierda comienza, y si, por si se lo preguntaban yo no duermo, solo cuando caigo rendido en el césped del bosque y mis parpados pesan, pero no sucede muy a menudo.

La mañana fue igual que todas, golpes en el pasillo, patio, baño, "marica marica marica", regaños, llanto, en fin.

Esa tarde estaba como siempre acostado en mi cama y oigo a mi mamá decir mi nombre, lo cual me resulto extraño porque no me llamaba con frecuencia. Como era de esperarse necesitaba un favor, el cual requería de que yo salga de la casa, no hay nada peor que salir de mi casa y más de día, pero tuve que hacerlo nunca hago nada.

Estaba en el mercado cuando una voz conocida resuena tras de mi. Esa maldita voz. No puedo creer que la única vez que salgo éste tipo tenga que estar en el mismo lugar. No debe verme eso terminará mal lo sé.

-Marica- mierda me encontró - ¿Tú aquí? Al fin sales de esa cueva enfermo-  evito el contacto visual, sigo con mis cosas y me dirijo a la caja para formar la fila, él se coloca detrás de mí. Puedo sentir su mirada clavada en mi nuca pero no quiero darme vuelta, no voy a voltearme. Mueve su carrito para golpearme, haciendo que choque con mi cuerpo al mío y por poco a la señora de adelante, pero no digo nada. Vuelve a hacerlo, una, dos, tres, cuatro veces, ya estoy cansado. Me doy vuelta y puedo verlo observarme con esa típica sonrisa de lado.

-¿Qué demonios quieres?- logro susurrar por lo bajo sintiéndome inferior ante su mirada

-Sólo me gusta molestarte, Marica- y vuelve a golpearme. Me vuelvo a voltear, ya es mi turno, descargo mis cosas en la caja y dejo el carro a un lado, mientras las guardo con rapidez en la bolsa. Él coloca las suyas sobre la caja y no deja de mirarme, empiezo a sudar, es muy incómodo. Tomo la bolsa de pan que queda pero siento su mano sobre la mía por lo que miro dudoso hacia arriba

-Esa es mía, la tuya ya la has guardado- dice y suelta una sonrisita simpática. Quito con rapidez mi mano y tomo mis cosas para salir en lo posible corriendo de allí.

Logro escuchar una risita por parte de él cuando tiro de la puerta en vez de empujar, eso me pone más nervioso haciendo inútiles mis movimientos.

Why Are You Like That? [Joshler]Where stories live. Discover now