Capítulo 23

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LO QUE MÁS ME ENFADÓ

"Si la gente simplemente ama a los demás solo un poco, pueden ser muy felices".

—Germinal, Émile Zola.


JUNE

Doy vuelta sobre el colchón.

Una vez más no puedo conciliar el sueño, pero debo intentarlo así que me fuerzo a cerrar los ojos, siendo entonces que un par de golpeteos llevan mi atención hacia la ventana situada frente la escalera de emergencia.

—¿Duncan?

Me hace un gesto para acercarme y dudosa lo hago.

—No contestabas el teléfono —me dice cuando deslizo el cristal.

—Espera. ¿Me escribiste de madrugada? —Una brisa helada se cuela y me abrazo los codos.

—Te envié un par de mensajes, sí.

—¿Cuál fue el motivo? —pregunto y me mira como si tampoco entendiera muy bien qué diablos hace fuera de mi ventana—. Ah, lo siento. Te dije que si no podías dormir estaba bien si hablábamos, pero olvidé la parte en que mamá se queda con mi teléfono todas las noches.

—¿Le entregas el teléfono a tu madre antes de dormir? No quiero imaginar lo que hiciste para que actúe de ese modo.

—Claro gigoló, búrlate todo lo que quieras.

Se extiende un silencio del que poco después saca provecho para negar con la cabeza.

Me la estoy jugando muchísimo teniéndolo aquí.

—¿Me dejarás pasar? Está helando aquí afuera.

—No puedo, lo siento.

—¿Otra regla de mamá? —se burla.

Aprieto los labios.

—Eres un chico malo para ella.

—Pero para ti soy bueno. —Levanta una ceja con astucia.

—Espera ahí. —Voy hasta mi armario, tomo una chaqueta gruesa, me pongo unas botas y antes de acercarme a la ventana otra vez, de paso junto a la cama tomo una frazada y se la tiendo. Duncan también me ofrece su ayuda para salir.

—¿Y qué si despierta? —pregunta preocupado, y no es de menos, conoce a mi madre y sus facetas de loca.

Volteo hacia la mesita de noche junto a mi cama y compruebo la hora.

—Alrededor de las tres de la mañana es la hora en la que duerme como muerto —anuncio—. Tenemos alrededor de una hora.

—Te la estás jugando.

—Sí. —Le doy una patada en la espinilla—. Pero en este preciso instante acaba de valer la pena.

—¿Y esto por qué? —Cojea un poco hasta sentarse en una grada, lo cual es bueno porque quiere decir que le ha dolido.

—Por insinuar que para mí eres bueno. —Me incorporo a su lado.

Hace demasiado frío, normal entrando la temporada de diciembre. Además, bajo la chaqueta visto pijama y el material del que está hecho es bastante fino.

—¿Y no dijiste que así era? —pregunta entre risas.

—Eres un buen chico, pero bueno para mí, no lo creo... Eres mujeriego.

La inocencia prohibida ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora