Capítulo 26

4.7K 708 97
                                    


TVV

"Todos los finales son también comienzos. Simplemente no lo sabemos en el momento".

—Las cinco personas que conocerás en el cielo, Mitch Albom.


JUNE

Contemplo la cama con las almohadas ubicadas de manera vertical bajo el cobertor. La silueta se parece mucho a mí. Pienso que ha quedado bastante bien. Tiene mi altura exacta, aunque de ancho no estoy muy segura. De todas formas, tampoco pienso darle tiempo a mi madre de acercarse a comprobar mi metro sesenta.

Voy hasta el armario, elijo una sudadera, un jean y unas Nike. Al terminar de cambiarme, de puntillas camino hasta la ventana, de repente sintiéndome eufórica. Es como cuando estaba en el colegio. Ya han pasado muchos años desde entonces.

Ahora no quiero pensar en lo que me espera si mamá llega a descubrirme.

Y yo, que había empezado a ser la chica buena... Pero claro que lo soy. Lo que estoy a punto de hacer no me convierte en una mala persona.

Cierro detrás de mí, obviando el seguro, recordando que debo entrar por el mismo sitio nuevamente.

Me apresuro a bajar las escaleras de emergencia y en la calle estiro el brazo hacia el primer taxi vacío que aparece.

El problema se presenta cuando el conductor me pregunta por una dirección. Duncan jamás mencionó el sitio en el cual se encontraba. Termino dándole la de su apartamento, esperando que se encuentre en aquel lugar, de otro modo, de nada habrá servido mi escapada.

El automóvil se estaciona del lado contrario de la calle. Cerca del lugar visualizo a los cinco chicos universitarios que ríen revoltosamente mientras se empujan unos contra otros, también puedo escuchar el altoparlante de su auto aparcado justo en frente: We will rock you de Queen suena en toda su potencia. Por lo menos tienen buen gusto por la música. Y junto a estos, sentado en la segunda y última grada, de espaldas a su edificio se encuentra Duncan, con la mirada fija en algún punto en el suelo.

Mientras pago en efectivo me pregunto si acaso los conoce, pues el líquido que beben de las latas no parece ser jugo de mora.

Ninguno de aquel grupo aparenta sobriedad, lo que también incluye a Duncan. Es por ese motivo que los transeúntes, metros antes de cruzarse por su camino, deciden cambiar de acera.

Uno de ellos recibe un gran empujón, por lo cual deja caer cerveza a pies de Duncan, quien en realidad no parece inmutarse. O por lo menos, esa es la impresión que me da. Aparenta estar completamente sumido en sus pensamientos.

Bajo y después de examinar hacia ambos lados, cruzo la calle.

Duncan sigue en ese mismo estado: concentrado en encontrarle pelos al suelo.

Cuando estoy cerca, el terrible olor del alcohol me hace arrugar la nariz. Realmente apesta. La música también parece elevarse un poco, por lo cual debo hacer lo propio con mi voz.

—¡Dun...! —No termino de pronunciar su nombre cuando, de repente, un gran peso se cierne sobre mí.

Caigo al suelo estrepitosamente, y sobre mí alguien más que vierte todo el contenido de la lata en mi sudadera.

Mis manos duelen, y a mi derecha el muchacho gira sobre un hombro, partiéndose de la risa mientras pasa del asunto y me ignora por completo, como si no hubiera ocurrido nada realmente. Pero la gracia poco le dura.

La inocencia prohibida ✓Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu