I

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Era un maravilloso día de primavera, el viento esparcía un exquisito aroma a flores por las coloridas calles del pueblo y por un par de senderos transitaba aquella hermosa chica con su larga cabellera pelinaranja, hija de uno de los hombres más millonarios del país, pero no se encontraba sola. En cada calle, esquina o centímetro siquiera por el que avanzaba iba escondido uno de los tantos guardias que su padre había contratado, además de los que había en su casa, para que la cuidaran.

— Aaaaah... No puedo ni pasear tranquila — se decía en susurros a sí misma buscando algún lugar por el cual escabullirse lejos de las atentas miradas de sus protectores.

Si iba al pueblo, ahí estaban ellos. Si se escondía en la cocina, ahí estaban ellos. Si iba a su dormitorio, ahí estaban ellos... Era comprensible que su padre fuese tan sobreprotector luego de que asesinaran a su querida madre e intentaran secuestrarla a ella y a su hermana, pero había veces en las que se sentía como un bicho raro. Las personas del pueblo siempre se alejaban de ella o comentaban cosas en voz baja, y los chicos ni siquiera le dirigían la palabra por temor a que los guardias les hiciesen algo.

— "De acuerdo... Si corro hacia aquel callejón sin salida y me oculto entre aquellas casas, es casi imposible que los guardias me vean o alcancen"— y con este pensamiento que llevaba hace días en mente, la chica se tomó el vestido hasta las rodillas y corrió lo más rápido que pudo hacia la oscuridad del lugar, dejando atrás a todos sus protectores. Esperó unos cuantos minutos y los vio correr desesperados hacia todas partes con total desesperación. Quiso reír, pero si lo hacía podrían encontrarla, así que ahogo sus carcajadas.

Los guardias se habían marchado ya, sus graves voces se escuchaban muy a lo lejos y ella estaba lista para salir de su escondite, pero una voz masculina la detuvo de golpe.

— ¡Oí! ¿Tú no eres la hija del viejo ese...? No recuerdo su nombre, ¡el viejo rico que vive en la colina! — decía animadamente la voz.

— ¡Shhhht! ¡Guarda silencio! — susurró la pelinaranja volteándose par cubrir la boca del extraño velozmente.

De principio no lo notó, pero cuando observó más detenidamente a aquella persona, se dio cuenta de que era un chico moreno que traía colgado de su espalda un sombrero de paja, de ojos intensos y de cabellera tan oscura como la noche. La joven no podía creer que un chico la estuviese hablando.

— Quién... ¿Quién eres tú? — preguntó quitando lentamente la delgada mano de la boca del joven.

— ¡Soy Luffy! – contestó el moreno con una enorme sonrisa en el rostro, sonrisa que caló en lo más profundo de la chica y provocó que su frío corazón latiera por unos instantes de manera más rápida que de costumbre.

— ¿Y se supone que tu nombre me tendría que decir quién eres?... De todas maneras, yo me llamo— pero antes de que pudiese terminar de hablar, el joven rápidamente le cubrió la boca con una manos, y con la otra se quitó la capa que traía puesta y la cubrió escondiendo así su largo y anaranjado cabello.

— ¿¡Pero qué crees que haces!? — preguntó quitándose aquella fuerte mano de la boca, confundida por la extraña reacción del muchacho.

— Tú solo guarda silencio y sígueme el juego... Sé que huyes de esos tipos — susurró muy cerca de su rostro, posando la diestra sobre su cabeza para volver a darle una enorme sonrisa, lo que hizo que sus mejillas se tiñeran de rojo, y para que los guardias se hiciesen una idea equivocada, volvió a cubrir su boca con la mano izquierda y besó ésta para que cuando miraran, creyeran que eran una pareja besándose.

Los guardias habían vuelto a aquel lugar, pero esta vez estaban buscando de forma más minuciosa y uno de ellos comenzó a fisgonear por lo espacios que había entremedio de cada una de las casas, hasta llegar al lugar en que estaba la chica, pero no fue ella a quien atrapó, sino que a una pareja besuqueándose, por lo que sin pensarlo se marchó al instante.

Mi querido guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora