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— ¡No permitiré que hagas tal cosa! — y el escuchar esas palabras la hicieron preocuparse por la conversación que estaban teniendo ambos, así que rápidamente entró al lugar.

— ¿Qué es lo que ocurre? Tu grito se escuchó hasta fuera, Gen-san — dijo Nami, haciendo de cuenta que no había tenido la intención de escuchar la conversación.

— ¡Dile a tu guardia que por favor acepte el dinero! Es un terco y no quiere recibir nada a cambio del viaje y los medicamentos que te compró — contestaba el viejo, un poco molesto.

— "Lo que ocurre es que no quieres que tu honor como dueño de esta casa quede mal..." — pensó la chica.

— Mh, padre, dame el dinero a mí, yo lo obligaré a aceptarlo, tenlo por seguro — pero al decir estas palabras se le ocurrió algo mucho mejor que darle unos cuantos billetes y monedas.

— ¿Sabes qué? ¡Tengo una idea mejor! ¿Qué tal si le doy una de mis joyas? Todas son de oro o plata, ¿aceptarías eso, Luffy? — sugirió finalmente, guiñándole un ojo sin que su padre lo notara.

— Eh... ¿C-Claro? Creo que eso sería más valioso que el dinero — respondió Luffy sin entender mucho los raros gestos que la chica le estaba haciendo.

— Pero que tipo tan raro... De seguro tienes alguna novia por ahí a quien darle la joya, pero bueno, mientras no te deba nada está bien, haz lo que quieras — dijo Gen-san echándolos de su despacho para ponerse al tanto de sus asuntos pendientes.

— "Si supieras, padre..." — pensó Nami saliendo del lugar.

— Oí Nami, ¿de verdad me darás una de tus joyas? — preguntó el moreno una vez que estuvieron cerca de las escaleras que llevaban a los dormitorios.

— Por supuesto que sí, Luffy... Cuando la veas vas entenderás porque quería dártela — y sin decirle más, lo llevo hasta su habitación. Luego abrió un pequeño cofre sobre su tocador, lleno de preciosos collares y demás, sacando una cadena de oro con un colgante de forma ovalada.

— Mira, este collar puede guardar el retrato de dos personas, yo tengo el mío con la foto de Nojiko y la de Gen-san, y este que te voy a entregar era de mi hermana, pero ella no lo quiso porque ya tenía una pulsera con la misma función — dijo animadamente la chica, colocando la cadenita en una de las gruesas manos de Luffy.

— Nami, yo siempre te tengo en mi mente y en mi corazón, pero sería mucho mejor llevar conmigo un pequeño retrato tuyo — contestó Luffy sentándose en la cama de la joven para que pudiesen abrochar la pequeña cadena al rededor de su cuello.

— Yo también quiero tener un retrato tuyo Luffy... Sabes, una de esas pocas veces que fui al pueblo vi una pequeña tienda que decía algo acerca de hacer retratos, ¡tal vez ahí puedan retratarnos a ambos! Eso sería mucho mejor — comentó la pelinaranja, imaginándose el dibujo.

— ¿Crees que tu padre te deje salir a pasear al pueblo?

— ¡Por supuesto! Ya pasó bastante tiempo desde que me escapé, y le diré que me he sentido un poco mal y que necesito cambiar de aires, seguro entenderá... Además mi prima viene en camino, pero debe pasar por el pueblito para llegar hasta aquí, así que de paso podré esperarla — respondió sonriendo mientras tomaba al moreno del brazo y lo jalaba para que la acompañase a decirle a Gen-San.

— Puedes ir, pero solo si van dos guardias contigo, tu hermana y Law, si no es así, mejor no insistas — contestó Gen-san sin mirarla siquiera, concentrado ordenando unas cuentas.

— Bien, les iré a avisar entonces — dijo su hija sin que eso le afectara el estado de ánimo que traía hace un rato.

Le explicó la situación a Nojiko, que daba un paseo con Ace por los jardines, y ambos aceptaron de inmediato, después de todo la morena debía ir a ver lo de las flores al pueblo, cosa que de todas maneras le tomaba algo de tiempo debido a que la florista vivía en las casas más alejadas del lugar, pero al menos podrían pasar tiempo juntos las dos hermanas, sus guardias... Y Law. Ahora le tocaba hablar con su prometido.

Mi querido guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora