XIV

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— Yohoho... Me sonrojas muchacho, pero a mí solo me gustan las chicas — dijo de pronto el esqueleto que estaba sentado en la esquina de la celda, poniéndose en pie y haciendo una leve reverencia.

— Me llamo Brook, es un placer tener compañía después de tantos años — continuó diciendo, pero Luffy se quedó boquiabierto mirándolo de pies a cabeza sin poder creer en lo que sus ojos le enseñaban.

Cualquiera en su lugar hubiese quedado espantado, pero para sorpresa de Brook, Luffy se puso en pie, le regresó la reverencia y luego habló efusivamente.

— ¡Eres un esqueleto que habla! Eso es más que genial, ¿cómo lo hiciste? — lo interrogaba rodeándolo para mirarlo de un lado a otro más detalladamente, y como siempre su curiosidad podía más, le metió uno de sus dedos entre las costillas.

— ¡Hey! Que atrevido — exclamó Brook, alejándose un poco de él y cubriéndose con sus huesudas manos.

— Oh, lo siento, no pensé—pero antes de poder terminar la frase, el esqueleto habló.

— ¡Era broma yohohoho! Aaaaaah, que bien se siente volver a bromear con alguien — confesó el esqueleto sentándose en la "cama" en la que había estado antes el moreno.

— ¡Brook! Si yo me quedo aquí toda la vida, ¿terminaré como tú? — preguntó Luffy con ojos destellantes.

— No, a mí... Hace muchos años atrás, una bruja me hechizó para que no pudiese morir nunca y luego de eso, para que mi sufrimiento fuera eterno, me acusó de algo que yo no hice y me encerraron aquí. Al parecer se les olvidó que yo existí alguna vez, pero al menos tuve varios compañeros de celda... Aunque los vi a todos desvanecerse sin poder hacer nada — explicó Brook recordando muchos años atrás, con un dejo de tristeza en la voz.

— Oh... Pensé que tendría la oportunidad de... Bueno, da igual — masculló Luffy acercándose a los barrotes, algo cabizbajo y pensando en qué hacer para poder salir del lugar.

Mientras tanto, en la casona, todos los empleados hacían sus quehaceres pero ya no con el mismo ánimo de antes; era como si de pronto el sol se hubiera ocultado. Nami caminaba por los pasillos de la casa sin poder pensar claramente en cómo sacar a Luffy de aquel lugar, y cada sirviente que la veía se sentía triste por lo que había pasado recién. Nojiko, muy apenada por verla en ese estado, se acercó a ella y le dio un fuerte abrazo en el que no fueron necesarias las palabras para entenderse, y la menor se largó a llorar como nunca antes había hecho.

— Tranquila Nami, ya se nos ocurrirá algo para sacar a ese cabezotas de ahí... Recuerda que fueron dos amigos nuestros a dejarlo, así que sabremos cómo llegar — intentó conciliar Ace para animarla, pero ella solo se mantuvo en silencio.

Al cabo de un buen rato vio por uno de los ventanales de la segunda planta cuando Gen-san regresaba junto a los otros chicos. Se propuso ir a hablar con él seriamente, pero su hermana la detuvo.

— Si vas a hablar con él ahora, no terminará en nada bueno... Estás muy enojada y sentida, y si hablas con él puede que las cosas empeoren — le aconsejó la morena.

— Pero Nojiko, me arrebató al amor de mi vida. No puedo dejar que las cosas simplemente se queden así...— decía Nami con voz temblorosa y limpiándose las pocas lágrimas que le quedaban.

— Lo sé, pero... Ya verás que todo se va a solucionar, tú solo espera un poco, ¿sí? — enunció cariñosamente Nojiko acariciando los anaranjados cabellos de su hermanita.

— Así será Nami... Y si quieres, prometo llevarte cada noche a verlo sin que nadie aquí se entere — sugirió Ace pensando en que quizás, en una de esas escapadas, podría rescatar a su hermano.

Mi querido guardiánWhere stories live. Discover now