XVIII

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— ¿Y tú quién demonios eres? — gritó Sabo, listo para disparar o atacarlo con sus espadas.

— Soy la mente maestra de todo este espectáculo, deberías tenerme más respeto, pequeño mocoso — respondió el sujeto. Era alto, rubio, llevaba unas ridículas gafas y su traje era muy elegante, pero el color rosado lo hacía parecer un completo payaso.

— Pues, parece que tu circo ya se marchó — lo molestó Zoro, riéndose burlescamente.

— Oí Zoro... Él debe ser ese tal Don Quijote del que nos habló el otro tipo en la casona —comentó Sabo casi en susurros al peliverde, observando al hombre de pies a cabeza.

— Tiene exactamente todo lo que ese marica dijo... Pero viéndolo en persona, no es tan aterrador como decía — dijo Zoro, cortando a uno que otro sujeto que se les acercaba nervioso por ver que el jefe estaba presente y por querer demostrar sus "habilidades".

— Recuerda, nunca subestimes a tu enemigo — comentó Sabo, antes de que se desatara una batalla entre los enemigos, el tal Don Quijote y los tres chicos.


Luffy, junto a sus dos amigos, sin siquiera pensarlo corrieron dentro de la casona para certificar que no hubiese ningún tipo de problema. La casa era un completo desastre y humeaba por distintas ventanas, había murallas destruidas y muchos hombres corrían con baldes de agua para extinguir las cenizas del fuego que había hecho arder el lugar.

El moreno entró por la puerta trasera de la cocina... O lo que había sido la puerta trasera, dándose cuenta de que lo que se veía por fuera no era nada en comparación al desastre que habían dejado dentro. Muchos de los empleados limpiaban el lugar o hacían lo que más podían con los vidrios rotos, las losas, las baldosas del suelo, estatuas y demás.

— ¡Pero qué es lo que mis ojos me muestran! ¡Joven Luffy! Usted... ¡Está libre! — exclamó totalmente asombrado uno de los hombres que pasaba apresuradamente por el pasillo, con las manos llenas de escombros.

— Sí, me liberaron hace poco... Qué es lo que, ¿dónde está Law? — preguntó finalmente el pelinegro, decidiéndose por una de todas las tontas preguntas que tenía en la mente.

— Ese desgraciado... Hace un momento, cuando ya casi no quedaban de sus hombres en pie, lo vimos escapar por la puerta del frente y desde entonces no sabemos nada de él — respondió el hombre, al que le comenzaban a tiritar los brazos por la cantidad de escombros que llevaba.

— Yohoho señor, permítame, yo llevaré eso — le dijo Brook, apareciendo de la nada por detrás de Luffy.

— ¿¡Pero qué!? — gritó el hombre, dejando caer al instante los escombros.

— Oh bueno, eso facilita las cosas.... Aunque creo que ya no me está gustando esa actitud que tienen las personas al verme — comentó para sí mismo el esqueleto, agachándose para recoger la basura y sacarla de la casona.

— Entonces de momento la casa está segura, ¿verdad? — volvió a preguntar Luffy al hombre, que no paraba de observar atónito y pálido al esqueleto.

— No... Está a salvo...— susurró, alejándose levemente del pequeño grupo.

— Bien... Iré a la armería para equiparme, Brook, no creo que necesites ninguna armadura pero sabes usar las espadas, ¿cierto? — dijo el moreno emprendiendo camino hacia el lugar antes dicho.

— Con una espada y una buena canción ten por seguro que mi filo hará caer a quien trate de dañarnos — respondió el esqueleto, siguiendo al muchacho.

Mi querido guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora