XVII

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— Nami, él... — susurró la morena, arrodillándose junto al bulto, temerosa de tocarlo.

— Qué es lo que te hicieron, Gen-San...— balbuceó Nami, cubriéndose la boca con una de sus pequeñas manos para no dejar escapar sus sollozos.

— No se preocupen, está vivo... O al menos aún respira — comentó Nico Robin, viendo que el pecho del hombre se movía arriba y abajo.

Gen-san estaba tendido de lado, con el rostro bañado en sangre, el cuerpo lleno de pequeñas heridas y sus ropas rasgadas. Sus piernas estaban atadas y tenían una bolsa negra que le llegaba hasta la cintura, cualquiera que lo hubiera mirado desprevenido creería que era un cadáver pero no, su pecho aún se movía, todavía respiraba.

— Gen-san... Papá despierta — decía suavemente Nojiko, poniendo a su padre de espalda y dándole leves golpecitos en las mejillas, manchándose con pequeñas motas de sangre.

— Nojiko, será mejor que nos movamos a un lugar más seguro... Si lo dejaron vivo es por algo — sugirió Ace, agachándose junto a la morena para tomar a Gen-san en brazos.

— Supongo que... Tienes razón — diciendo esto, se limpió la sangre en la falda del vestido separándose del hombre y dejando que el pecoso lo tomara para cargarlo sobre su hombro.

— Ace, ten más cuidado, está muy herido — lo regañó Nami al ver que lo cargaba como a un saco de papas.

— No vaya a ser que sin querer tires su cabeza — dijo Robin.

— Lo sé, pero es mejor llevarlo así en caso de que esto sea una emboscada — advirtió el pelinegro, saliéndose del sendero y comenzando a caminar hacia el espesor de los árboles, con todos sus sentidos alerta en caso de que alguien tratara de atacarlos, pero eso nunca paso.

Las hermanas y la pequeña hada lo siguieron sin decir nada. Si tanto odio les guardaba Law, no se explicaban el hecho de que dejara vivo a Gen-san.

Al cabo de unos cuantos minutos de caminar rápido llegaron cerca de un pequeño lago, donde Ace bajó a Gen-san para examinarlo mejor. Le quitó las amarras y la bolsa de las piernas y lo dejó tendido en la arena, junto al lago.

— Lavaré su rostro, quiero ver bien dónde es exactamente que están sus heridas — mencionó Nami, acercándose al hombre y sentándose junto a él. Enjuagó sus manos en las claras aguas del lago y comenzó a rociar pequeñas cantidades del líquido en el rostro del viejo. En el fondo, también tenía la esperanza de que si le humedecía el rostro él despertaría, pero para su desánimo, no fue así.

— Nami, y si tal vez... ¿Y si tal vez Law lo dejó vivo con un propósito? — cuestionó Nojiko, rompiendo el silencio que se había formado.

— ¿Insinúas que quizás él no es malo y que montó todo eso por algún motivo en específico? — respondió irónicamente la pelinaranja, mirando a su hermana con una de sus cejas enmarcadas.

— Piénsalo, tú misma escuchaste la historia que Gen-san le estaba contado a Luffy, Law tiene un hermano mayor que es malvado, recuerda que él fue quien nos secuestró y... Y quien mató a nuestra madre, lo sé... ¡Y sé que tú también! Desde que ese tipo llegó a nuestra casa he sentido que hay piezas que no encajan — confesó la morena, sentándose junto a su hermana y meditando toda la información que tenía por separado en su cabeza.

— Créeme Nojiko, he intentado convencerme de eso este último tiempo, pero realmente no lo logro... Puede que aquel tipo haya estado siguiendo y espiando a Law en todo momento, pero él podría habernos explicado su situación de alguna forma y nosotros lo hubiésemos ayudado con todo el gusto del mundo pero... Mira cómo dejó a Gen-san. Nuestro padre ya no está para recibir este tipo de palizas y a él le dio exactamente lo mismo, le agradezco que no nos dejara huérfanas, pero eso no quita el odio que tengo hacia él... Seguramente en el pueblo también han ocurrido desastres, no quiero ni pensar en aquellas pobres personas — habló Nami, sin quitar en ningún momento sus ojos del maltratado rostro de su padre.

Mi querido guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora