IV

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— Luffy... Él es mi prometido — dijo finalmente la pelinaranja con la vista en el suelo, tomándose las manos de manera nerviosa y decepcionada de sí misma por no haber podido hacer nada al respecto, y por tener que decirle aquellas palabras al chico que amaba. Estaba segura de que él le haría algún comentario negativo y se marcharía para no volver a verla jamás de los jamases.

Al menos así era en las novelas románticas que leía de vez en cuando, pero para su sorpresa, fue algo totalmente distinto. No pensó que ocurriría algo así, pero simplemente paso. 

Luffy, sin decir palabra alguna, la sujetó suavemente por los hombros, acción que provocó que la chica elevara la vista hacia su rostro. La observó unos cuantos segundos con una expresión confusa y luego se acercó rápidamente, depositando un suave y fugaz beso en aquellos rosados labios. Para Nami había sido su primer beso, y a pesar de la ambigüedad del gesto, la hizo sentirse en las nubes. Lo sintió tan cálido, tan lleno de afecto y de buenas intenciones, que no pudo más que tocarse los labios como no creyendo que fuese posible algo así.

— ¿L-Luffy...?— expresó igual de confundida que el chico y esperando una respuesta que fuera reconfortante.

— Nami, lo siento pero no sé qué es eso de los prometidos — contestó el moreno rascándose la cabeza despreocupadamente.

—... ¿Qué? ¿Entonces por qué me besaste? — preguntó aún más confundida.

— Es que me dio la impresión de que era algo grave y quise darte mi apoyo a como dé lugar, pero no sabía qué decir, así que simplemente te besé — respondió el muchacho intentando aclarar sus ideas, ya que aquel beso también era el primero para él y había significado mucho más de lo que sus palabras pudieron expresar.

Sin embargo, no fue suficiente para la pelinaranja,  su expresión poco a poco comenzó a volverse agria y antes de que pudiese decir algo, Luffy habló. 

— Pero no vayas a pensar que lo hice porque sí, ¡no fue así! Lo hice porque quería demostrarte mi cariño... Y no soy muy bueno en estas cosas — explicó apenado.

La chica había comenzado a creer que era un maldito mujeriego como el cocinero de la casa, pero para su tranquilidad no fue así. Sus palabras tal vez no le expresaron totalmente, pero sí lo hizo su expresión. Se veía tan afligido por no saber cómo ayudar y por no saber qué decir, que a Nami no le quedó de otra más que dejar pasar lo de recién para darle vueltas junto a su almohada y así explicarle la situación en la que se encontraba.

— Luffy, no te preocupes... Entendí — dijo suavemente y luego, sentándose en su cama, prosiguió con tono más apagado.

— Veras, un prometido es alguien que a futuro se va a transformar en esposo... Mi padre hizo un acuerdo con la familia de aquel chico y nos comprometieron, eso quiere decir que en unos pocos meses más nosotros contraeremos matrimonio... Él se va a transformar en mi marido — explicó observándolo fijamente con expresión dura y seria.

— ¿¡Que él será tu marido!? ¡Pero si acaba de llegar hoy! Además tú no sientes esa clase de sentimiento por él... ¿O tal vez sí? — decía Luffy paseándose con su pesada armadura de un lado a otro y parándose frente a ella a la espera de una respuesta, con el corazón colgando de un hilo.

— No lo amo, ni tengo ninguna clase de sentimiento por él, Luffy — contestó con absoluta determinación en el semblante. 

— Pero es un acuerdo entre familias, no importa si hay amor de por medio o no, mientras este el interés monetario ya nada más importa, y lo entiendo pero — decía la joven, levantándose de su lugar para posicionarse frente al ventanal de la recamara y mirar hacia afuera, deseando poder volar como las aves y marcharse lejos de aquel compromiso tan agobiante.

Mi querido guardiánWhere stories live. Discover now