II

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— ¡Oí! ¡Es muy mal educado de su parte intentar descubrirle el rostro a la novia de alguien más! ¿No entiende que ella es tímida? ¿Sabe todo lo que tuve que hacer para que me pudiese mirar a mí? Le da mucha vergüenza mirar hombres, y más si está conmigo... ¡Creo que tiene complejo de monja! — dijo Luffy fingiendo estar enfadado, abrazando a Nami para que su rostro quedara apoyado en su pecho, así no tendría que preocuparse por intentar observar a aquellos sujetos.

El hecho de estar así de cerca de un chico la hacía sonrojarse hasta las orejas. Nunca antes había tenido tanto contacto con ningún hombre que no fuese su padre, y ahora estaba escuchando los latidos del corazón de aquel moreno. Estaba nerviosa por estar pegada a Luffy y porque los guardias estaban a punto de atraparlos.

— "Dios... ¿Este chico no se pone nervioso con nada?"— pensaba escuchándolo hablar muy seguro de lo que decía.

— ¿Pero qué pasa con ella? Sí que te conseguiste una novia rarita amigo... Bueno muchachos, nos vamos, al parecer por aquí no hay más que un par de idiotas — y sin más comenzaron a marcharse.

— ¿Ves? Todo salió bien...— le dijo casi en susurros a Nami, que le sonrió aliviada por haberse zafado de aquellos tipos.

Para Luffy, aquella sonrisa fue incluso más hermosa que la catedral al atardecer. Definitivamente nunca antes se había sentido así con alguna chica, aunque tampoco era como que tuviese mucha cercanía con las mujeres, pero sabía que ella era la indicada, y simplemente no pudo pensar más que en su bonita risa.

— B-Bueno, creo que mejor nos vamos... Está comenzando a oscurecer y me gustaría que me mostraras como se ve la feria de primavera por las noches, siempre he querido verla — pidió la joven alejándose caminando hacia la salida.

— De acuerdo, ¡vamos! Es realmente hermosa por las noches... Sé que te gustará – respondió Luffy animadamente acercándose a su lado, pero antes de que se pudiesen dar cuenta, a Nami se le enganchó la capucha en un gancho que estaba sobresaliente en el marco de la puerta y se le cayó, dejando su identidad al descubierto.

Ese hecho no hubiese sido un problema si ellos hubiesen estado solos, pero resultó no ser así. Los guardias de hace un momento estaban a muy poca distancia de la iglesia y vieron cuando a la pelinaranja se le calló la capucha.

— ¡Hey! ¿¡No que ella no era la señorita Nami!? — le grito a Luffy el guardia con el que había hablado antes, caminando a toda prisa hacia ellos.

— Mierda... ¡Tendremos que correr! — exclamó alarmado el moreno, tomando la mano de Nami para que fuesen a un mismo ritmo.

Corrieron hacia el pueblo lo más rápido que pudieron con los guardias siguiéndolos de cerca. Se escabulleron por entre un tumulto de personas y, cuando les llevaban cierta distancia de, Luffy tomó a la chica en brazos, saltó sobre unas cuantas cajas de madera, se subió al balcón de una de las tantas casas de la ciudad y luego saltó al techo, acciones que provocaron que la joven apretara los párpados con todas sus fuerzas y los volviera a abrir lentamente solo cuando sintió que ya se había quedado quieto.

— ¡Hey! ¿C-cuándo? ¿¡Cómo hiciste eso!? — preguntó alteradamente la pelinaranja, con uno que otro largo mechón desparramado en el rostro. A Luffy le causó mucha risa ver el rostro de la chica en tal estado y con el cabello tan desparramado.

— No es gracioso... Además ya no necesitas tenerme en brazos, puedo mantenerme en pie yo sola — dijo a modo de reproche la intentando separarse de él.

— De acuerdo, perdón, no me reiré más... Y necesito tenerte en mis brazos porque en cualquier momento pueden vernos, así es más rápido correr. No es por nada pero eres bastante lenta, así que quedémonos un rato más así, al menos hasta que ya no haya tanto peligro — contestó el moreno mirando a las personas que transitaban por las calles abajo.

Mi querido guardiánWhere stories live. Discover now