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Aries no sabía si sería capaz de hacerlo. Seguía tratando de digerir lo que había pasado. No estaba listo para verla, no sabía si alguna vez lo estaría. Lo que había pasado había sido su culpa, eso era lo único de lo que estaba seguro.
Lo soleado del día no hizo más que empeorar el ánimo del chico ¿Como podía brillar el sol si ella no estaba? Le parecía injusto.
Nunca había pensado que se podía extrañar tanto a alguien. Extrañaba como su pequeña mano encajaba en la de él. Extrañaba como si cabello rosado caía por su espalda. Extrañaba como cantaba a todo pulmón cuando sonaba su canción favorita en la radio. Extrañaba sus besos...
Todavía recordaba el día en el que se habían conocido.
Aries tenía unos dieciséis años y estaba con sus amigos jugando al basquet con unos amigos en el parque. Se le fue la pelota y de la alcanzó una chica un par de centímetros más baja que ella y de cabello rosa chillón.
—No hay problema. —dijo ella, devolviéndole la sonrisa.
Se observaron por unos segundos hasta que los amigos de ambos se acercaron. Todos se presentaron e intercambiaron números de teléfono. Las miradas de Aries y Sagitario se cruzaron antes de que cada uno se fuera con su grupo.
Aún recordaba algunos de los mensajes que se mandaron esa semana. Hablaron todos los días por horas. Se llevaban muy bien, y él estaba seguro de que había algo de química entre ellos.
Sin embargo, no intentó invitarla a salir hasta el año siguiente, cuando ella accedió a ir a dar un paseo solos, ya que siempre salían con sus amigos y Aries no quería preguntarle con todos mirando.
Ambos caminaban por el parque. Era otoño, por lo que el piso estaba cubierto de hojas y en el paisaje predominaban los amarillos y naranjas. Todos los colores eran apagados, lo único estridente era el cabello de Sagitario, que seguía igual de rosa en todas las épocas del año.
—Sagi... —dijo Aries, para llamar la atención de la chica. Ella lo miró. —Te quería preguntar, ya que últimamente estuvimos pasando tanto tiempo juntos, quería saber si querías ser mi novia.
Ella, sin pensarlo, lo abrazó, sonriendo de oreja a oreja. El chico puso sus brazos alrededor de la cintura de la chica, tomando el abrazo como un si.
A penas Sagitario se alejó un poco, Aries la besó.
Se limpió una lágrima. No quería llorar. Había creído que no le quedaban más lágrimas en el cuerpo, se moriría por deshidratación si seguía llorando tanto.
No entendía como todo había cambiado tanto desde entonces, pero sabía que era su culpa. Los primeros tres meses habían sido perfectos, pero, por los siguientes cinco años, Aries estaba tan ocupado que dejó de prestarle atención a Sagitario. En ese momento, sabía que la culpa había sido de él, pero, antes, creía que ella solo era pesada por proponerle ir a cenar o hacer algo. Esos años consistieron en constantes peleas y disculpas (la mayoría por parte de él)
La peor de todas fue esa última pelea...
Sagitario lloraba, y Aries no estaba muy lejos de hacerlo. Ya habían gritado y dicho todo lo que tenían para decir, pero no habían resuelto nada. Ella quería terminar con él, y Aries no podía hacer nada al respecto. Y lo sabía.
—Sagi... —murmuró.
—Me tengo que ir. —dijo ella, limpiándose las lágrimas.
—Espera. —le dijo él. —¿No podemos hablarlo?
—¿Te queda algo para gritarme?
A Aries le dolió que ella dijera eso, sabía que tal vez se había pasado, pero no quería que ella se fuera. Pero Sagitario estaba decidida. Su sonrisa permanente se había borrado, estaba algo encorvada y su mirada había perdido ese brillo que siempre tenía. Hasta su cabello rosa parecía haberse opacado.
—Te amo. —le dijo él.
—Lo hubieras pensado antes. Sagitario, incapaz de seguir ahí, salió corriendo hacia la calle. Las lágrimas hacían que viera borroso. Solo corrió, sin prestar atención a nada al rededor. No notó que Aries la seguía, ni que el semáforo estaba en verde, ni que ese camión se aproximaba.
El chico apretó los ojos, intentando apartar esa imagen de su cabeza. La veía en todos sus suelos. Ahí, tirada en el medio de la calle, en una posición antinatural y cubierta de sangre. Las sirenas ensordecedoras y las luces de la ambulancia y, más tarde, las de la policía.
Al final, Aries logró reunir el valor para tomar el ramo de flores y comenzar a caminar. Se abrió paso entre las lápidas, hasta que se encontró con la que buscaba. Allí se leía;
Sagitario (1996-2019) Hija, hermana, amiga
Se agachó y dejó el ramo. Todavía lloraba. Era su culpa. Si él no se hubiera comportado como in idiota, ella todavía estaría ahí, a su lado.
—Lo siento. —susurró. —Te amo, pero merecías algo mejor.
—No fue tu culpa. —dijo una voz femenina. —Tenía que pasar.
Aries alzó la mirada y ahí estaba ella, con su vestido favorito y su cabello rosado cayendo delicadamente por sus hombros. Tenía una especie de brillo, no el artificial que da el maquillaje o unos reflectores, sino como si ella fuera luz. No era cegadora, pero si brillante. Todos los colores a su alrededor parecían opacados por ella.
El chico no podía creer lo que estaba viendo, era imposible. Quiso levantarse y abrazarla, pero algo le impidió moverse. Tal hez era porque le daba miedo que desapareciera si se acercaba.
—Me tengo que ir. —dijo ella. —Me dejaron quedarme un par de días para despedirme, pero no me queda mucho tiempo.
Cuando al fin logró recuperar el habla, le dijo lo que le había querido decir desde el día en el que ella murió.
—Te amo. Lamento todo lo que te hice.
Ella sonrió y una luz cegadora obligó q Aries a cerrar los ojos. Cuando los abrió, ella ya no estaba. Confundido, el chico dejó el ramo de flores y se fue del cementerio. Había dejado de llorar y su cerebro seguía procesando lo que acababa de pasar.
Este capítulo es para @Pazita-yolo espero que te haya gustado 💙