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Hacia meses que a Capricornio le gustaba Virgo. A pesar de que hablaban de vez en cuando, el capricorniano no creía que fuera capaz de conquistar al virginiano, en especial porque era un año menor.
—Tenes que invitarlo a una cita. —dijo Aries, uno de los mejores amigos de Capricornio, decidido.
—No sé...
—Si. —dijo Cancer, su otro mejor amigo, emocionado. —Nosotros planeamos todo, vos solo lo tenes que invitar.
Al final, Capricornio terminó cediendo ¿Que podría salir mal? A medida que pasaba la semana, se iba arrepintiendo ¿Como había sido tan ingenuo? Demasiadas cosas podrían salir mal. Tantas que ya había perdido la cuenta. Hasta que por fin llegó el viernes. La cita sería el sábado, así que ese era su último día para invitarlo.
Lo estuvo evitando todo el día, no tenía idea de que le diría, hasta que se lo encontró en la biblioteca y lo saludó. Virgo le devolvió el saludo y, cuando se estaba alejando, Capricornio lo detuvo.
—¿Vas a hacer algo el sábado? —nunca le había costado tanto decir algo, pero logró decirlo y no desmayarse en el intento.
—Eh... no, creo que no. —respondió Virgo, algo extrañado. Capricornio nunca lo había invitado a ningún lado, simplemente hablaban de vez en cuando si se cruzaban.
—¿Te... te gustaría ir a algún lado conmigo?
—¿Como en una cita? —el virginiano estaba comenzando a ponerse nervioso y estaba a punto de ponerse rojo. Capricornio asintió. —Si, me gustaría. —murmuró.
No sabía si le gustaba el capricorniano, pero le gustaba la idea de salir a comer a un lugar lindo con él y hablar. Pero lo que Virgo se imaginaba estaba bastante lejos de la realidad.
Llegó el sábado y los nervios de Capricornio iban en aumento. El plan era bastante sencillo. Pasaría a buscar a Virgo, irían a la playa, donde Aries habría preparado una fogata, y comerían algo que Cancer iba a preparar (ya que era el único de los tres que sabía manejar un horno sin quemar su casa).
Después de repasar el plan mentalmente unas cinco veces y haber respirado profundo unas diez, salió a buscar a Virgo. Tamborilleaba los dedos sobre el volante y le costaba concentrarse en el camino. Por más que intentara mantener la mente fría, no podía evitar sentirse nervioso.
Se detuvo frente al bloque de departamentos blanco que Virgo le había indicado y le mandó un mensaje, avisándole que ya había llegado. El minuto que el virginiano tardó en bajar se le hizo eterno a Capricornio. Llegó a pensar que lo dejaría plantado o algo por el estilo.
Justo antes de que Virgo subiera al auto, le llegó un mensaje de Aries.
Aries 20:30 Hubo un problema. Cancer no puede salir de su casa. Voy a improvisar. No te preocupes.
Capricornio maldijo para sus adentros, pero todo rastro de enojo desapareció cuando saludó a Virgo. Casi se desmayó al verlo con su camisa negra y su cabello húmedo, y estuvo a punto de tener un paro cardiaco cuando se rozaron y olió su perfume al saludarlo con un beso en la mejilla.
Para darle más tiempo a Aries, condujo más lento de lo normal, pero, de todas formas, cuando llegaron, Aries todavía no había terminado, pero al menos había logrado encender la fogata. Era más pequeña de lo que Capricornio había esperado, pero ya no podía hacer anda.
Los dos se sentaron y comenzaron a hablar de cosas sin demasiada importancia, como por ejemplo la cantidad de exámenes que estaban teniendo. Capricornio se ponía más ansioso con cada segundo que pasaba ¿Donde estaba Aries?
Virgo disfrutaba hablar con Capricornio, le gustaba su forma de pensar y expresarse, también como fruncía el ceño al considerar la opinión del otro chico. Peor ya tenía hambre. Lo había invitado a cenar ¿Dónde estaba la comida? De todas formas, no dijo nada al respecto.
Después de media hora, pequeñas gotas de lluvia comenzaron a caer del cielo. Lo que comenzó como una leve llovizna, a los pocos minutos se convirtió en un diluvio que apagó la fogata y empapó a los chicos.
Usando la chaqueta de Capricornio para refugiarse de la lluvia, corrieron hacia el auto del capricorniano. Cuando subieron, los dos chorreaban y tiritaban a causa del frío.
–Lo siento. –dijo Capricornio. –La idea era comer en la playa, pero...
–Esta bien. –Lo interrumpió Virgo, intentando dejar de tiritar. –Si queres, podemos ir a mi casa y pedir pizza.
Una hora después, ya estaban comiendo en la casa del virginiano comiendo pizza en silencio, ya que tenían mucha hambre. Los dos ya estaban secos gracias a que el dueño de la casa le prestó una muda de ropa a Capricornio.
De vez en cuando, Virgo se quedaba tildado observándolo. Veía como sus rizos todavía mojados hacían desordenadamente sobre su frente, o lo bien que le quedaba la camiseta blanca. Si, le gustaba Capricornio, pero había necesitado esa cita fallida para finalmente darse cuenta.
–Creo que ya debería irme. –dijo Capricornio, cuando terminaron la pizza.
Virgo lo acompañó hasta la puerta. Los dos se quedaron en el porche unos segundos, sin saber que decir. Poco a poco, se fueron acercando, algo inseguros, hasta que por fin se besaron. El contacto de los labios borró cualquier tipo de pensamiento racional. Las manos de Capricornio fueron hacia la cintura de Virgo y lo acercó más a él, mientras que el virginiano pasaba sus brazos alrededor de su cuello. A pesar de que fue un beso lento, no fue muy largo, ya que un bocinazo a unas cuadras los hizo sobresaltarse.
–¿Nos vemos el lunes? –preguntó el virginiano, tratando de recuperar el aliento. Le sorprendía el haber logrado formar una oración coherente.
Capricornio le robó un beso rápido.
–Hasta el lunes.
Tras decir eso, subió corriendo a su auto, todavía sin poder creer lo que acababa de pasar. Había pensado que, después del desastre que había sido su cita, Virgo ya no le hablaría. Pero no. No solo seguía hablándole, sino que también se habían besado. Todavía sentía un cosquilleo en los labios cuando llegó a su casa.
Este capítulo es para @galletacomestiblexdespero que te haya gustado 💙