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Virgo revisó por última vez el archivo que le habían enviado. Era el primer día de su nueva misión. No era nada que no hubiera hecho antes; sacar información, y eliminar testigos. La operación era bastante común para la espía rusa. Nada podía salir mal. Su objetivo no parecía ser muy complicado tampoco. Un chico americano, hijo de un agente de alto rango. Solo tenía que acercarse a él lo suficiente como para lograr robar la computadora de su padre. Después, tendría que eliminarlo.
Cerró la computadora y la guardó en una caja fuerte escondida en el armario de su departamento temporal. Tenía dos ambientes, pero era bastante pequeño. A ella no le molestaba, ya que de todas formas vivía sola y así le era más fácil mantenerlo limpio. Tampoco tenía muchas cosas para llenar el lugar, ya que solo había llevado lo necesario para la misión.
Se observó en el espejo por última vez. Con su suéter negro y sus jeans parecía una chica normal. Las botas ayudaban a esconder los cuchillos y ancho del suéter servía para ocultar una pistola. A pesar de que estaba bien armada, lucía inofensiva. Repitió el plan para adentro antes de salir. Según lo que le habían dicho, a esa hora su objetivo debería estar corriendo por el parque, como hacía todas las mañanas.
La Virginiana agarró su bolso y salió. Caminó unas cuadras hasta llegar al lugar donde se suponía que debía estar su objetivo. Se acomodó con un banco y fingió leer, para evitar sospechas. Unos segundos después de llegar, el chico pasó por en frente de ella. Era tal como había pensado que sería. Alto, alrededor de un metro ochenta, con cabello castaño y sonrisa inocente. Virgo repasó mentalmente toda la información que tenía sobre él. Se llamaba Piscis, tenía diecinueve años y cumpliría veinte el 25 de febrero, tenía una hermana menor y su madre estaba en un centro psiquiátrico, ya había terminado la secundaria y estaba estudiando para convertirse en forense, era simpático, aunque tímido, por lo que ella debía acercarse primero.
Con un poco de ayuda del viento, ella hizo que el señalador de su libro saliera volando disimuladamente, y cayó justo por donde Piscis estaba pasando. El chico lo recogió y miró a su alrededor, hasta que dio con Virgo. Le sonrió y se acercó para devolverle el señalador.
–Gracias. –dijo ella, sonriendo tímidamente y ocultando su acento marcado, causando el efecto que esperaba, ya que él se sentó a su lado.
–No hay problema. –dijo él. –Soy Piscis.
–Virgo.
Ella creyó ver algo extraño en sus ojos, pero de repente volvieron a tener ese brillo inocente que tuvieron desde que lo vio. Le pareció raro, pero decidió no centrarse en eso. No quería que él notara que lo estaba examinando, o podría incomodarlo.
–Creo que nunca te había visto por acá.
–Soy nueva en la ciudad. –dijo ella. Sabía por donde iba la conversación, y era exactamente lo que necesitaba.