Un corazón roto

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La noche era densa, el aroma del viento había cambiado y una pareja al parecer se habían citado en el "árbol de las eras" para hablar. Quizás esto era lo más normal del mundo, pero había algo extraño entre ellos dos; el chico de cabello plateado estaba triste y no podía mirar los ojos a su amada. La chica que en tres años había desaparecido se sentía extraña, ya que también percibía que su amado estaba raro.

-Kagome- comenzó el chico de cabello plateado mirando el suelo- ya no quiero verte mas Kagome, nunca más en mi vida- por un momento pensó que se llevaría un millón de osuwari, pero no fue así...

La muchacha quedo petrificada ante las palabras de aquel chico que ella amaba más que a su propia vida. Ella había dejado todo por estar junto a él; su familia, sus estudios, sus amigos, su mundo, pero acaso a él ¿no le importaba los sacrificios que ella hizo por él? ¿O las cosas que soporto cuando él se iba a ver a su antiguo amor a escondidas? ¿Qué era lo que estaba ocurriendo? No lo entendía. Sin darse cuenta ya había comenzado a derramar lágrimas.

-¿Por qué? Dime por favor qué fue lo que hice- sollozaba en silencio pero, aun así él se percató del dolor que estaba ocasionando.

-No hiciste nada-respondió- solo que ya no siento amor por ti- dijo cortantemente frio.

-InuYasha- lo nombro con un suspiro melancólico- yo te amo InuYasha y yo...- soltó a llorar, ya no pudo continuar la frase o más bien no quiso decirla.

-Kagome lo nuestro terminó para siempre y ahora hazme un pequeño favor- dijo frio aun desviando la mirada en Kagome y ella lo miró con la cara empapada en lágrimas- vete, vete a tu época, aquí ya nadie te necesita.

Eso fue la gota que rebalsó el vaso, el corazón de Kagome se estaba despedazando. El cálido viento de verano se volvió como una glaciar que la entumió e hizo que ella callera al suelo de rodillas, sus manos rodeaban su vientre y ella sollozaba con un dolor inimaginable. Por otro lado InuYasha estaba igual, aquellas palabras que salieron de su boca le sabían cómo el veneno. Pensaba si eso había sido lo correcto, el cual él decía que sí lo había sido pero, al verla así tan indefensa y dolida, lo único que quería era correr, abrazarla y besarla con toda la dulzura de su alma. Quiso reaccionar... hacer lo que pensaba anteriormente, pero sin percatarse ella ya estaba de pie.

-InuYasha eres un idiota, jamás debí volver... rompiste tu promesa- salió corriendo e InuYasha quiso seguirla pero, ya la había regado.

Kagome siguió corriendo sin detenerse hasta llegar a su objetivo, el pozo. Aquel pozo donde comenzó todo. Maldijo un motón de veces el haber llegado a esa época donde solo le trajo sufrimientos a su corazón.

"No, eso no es cierto. El haber caído al pozo hizo que mi vida se alegrara, conocí a muchas personas que son importantes para mí y conocí al amor de mi vida. Me pregunto ¿Por qué, si después de lo que me dijo, lo sigo amando? Creo que es un misterio". Pensó Kagome sentada en el borde del pozo mirando la oscuridad de este.

Por otro lado InuYasha estaba completamente destrozado, se maldecía a si mismo por ser tan idiota pero, debía hacerlo aunque fuese doloroso, ya que eso era lo mejor. El recordar las palabras que le dijo a Kagome y sus lágrimas lo hacían llorar. Sus lágrimas salían brutalmente de sus ojos, bajando por sus mejillas y algunas pasaron a su boca, las que pasaron, le sabían muy amargas. Golpeaba el suelo con todas sus fuerzas, creando grietas en el y rasguños en sus nudillos

-¿Crees que eso fue lo correcto InuYasha?- dijo Miroku quien había escuchado toda la conversación de la pareja detrás de un árbol.

-No sé de qué diablos hablas Miroku- dijo InuYasha tratando de secar sus lágrimas con su haori carmesí.

Mizuki, la hija de InuYashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora