Recuerdos y la legendaria piedra lunar

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-¡Ya llegué!- gritó una mujer de apariencia de veinte y seis años, pero que en realidad tenía treinta y tres

-Hija ya llegaste- dijo Naomi recibiendo a su hija- ¿Cómo te fue en el trabajo?

-Bien, el día de hoy no estuvo tan pesado en la oficina- dejando su portafolio en la mesa

-Qué bueno hija, ahora ve a cambiarte que te serviré la cena- preparando la mesa para la cena

-Si mamá ¿y Mizuki?- preguntó la mujer

-En su pieza hija, no ha salido en todo el día- poniendo los platos en la mesa

-Creo que iré a verla para...- vio el dibujo y sus lágrimas comenzaron a brotar- colmillo de acero- murmuró

-¿Qué dijiste hija?- se detuvo y se acercó a ella

-Mamá ¿Mizuki dibujó esto?- preguntó tapándose la boca

-Sí, eso creo- miró el dibujo- la espada de él ¿verdad?- puso su mano en el hombro de su hija

-Mamá ¿Por qué me duele aun si han pasado quince años?- abrazó a su madre

-No lo sé hija, pero ahora sécate las lágrimas y ve a ver a Mizuki y bajas a cenar- pasando sus dedos por las mejillas de la mujer

-Creo que se me fue el apetito -miró hacia otro lado - ¿me servirías una taza de té por favor?

-Por supuesto hija -se dirigió a la cocina

Mientras la mujer subía las escaleras pensando en aquel dibujo hecho por su hija que había alterado su corazón, su madre quitaba todo lo que estaba puesto en la mesa y pensaba o más bien dicho trataba de recordar algo que iba a decirle a su hija acerca de Mizuki. Era algo importante sólo de eso estaba segura.

Al llegar a la habitación de Mizuki tocó la puerta, pero nadie respondió. Así que entró, y vio a la chica durmiendo plácidamente en su cama, pasó su mano por la cabeza de ella y la miró dulcemente. Luego fijó la mirada en el escritorio, notó que estaba desordenado y quiso ordenar todo. Al llegar ahí vio el dibujo de su hija, ese dibujo le trajo recuerdos dolorosos en especial el verso que estaba escrito. Estrujo el dibujo en su pecho y su mente repetía el nombre de la persona dueña del haori dibujado. Finalmente después de haber derramado algunas lágrimas, se dio cuenta que estaba en la habitación de su hija; así que se secó esas gotas que salían de sus ojos, respiró hondo y se dirigió a despertar a su hija.

-Mizuki- llamó una voz femenina- Mizuki despierta

-¿Qué pasa?- sobando sus ojos- tengo sueño

-Bueno ¿no vas a saludar a tu madre niña?- sentándose en el borde de la cama

-Mamá- aun con los ojos un poco cerrados- ¿Cómo te fue?- la abrazó

-Bien- se separó de su hija- ¿y tú como has...?- miró los ojos de Mizuki, los ahora dorados ojos de Mizuki y se quedó atónita- hija... tus... ojos

-Si eso quería hablarte, cambiaron de color sin darme cuenta-respiró- además no es lo único que cambio; mis uñas eran garras, mi sangre hervía y mi olfato se agudizó notablemente

La mente de la mujer estaba en blanco al decirle los cambios que había sufrido, en pocas palabras no quería creer que su hija fuera igual que su padre. Su cara estaba pálida y en sus ojos se estaban asomando unas cuantas lagrimas amargas iguales a las que había derramado hace poco.

"No puede ser, Mizuki es igual que él, no lo puedo creer...". Pensó la madre de la chica de ojos ámbares.

Por otro lado Mizuki miraba la nada. Cuando hablaba de temas que le sucedían a ella normalmente no miraba a la cara a nadie, era algo que no podía evitar. Volteó a ver a su madre quien también se veía distraída, como si estuviera demasiado concentrada en sus pensamientos, en pocas palabras estaba igual que su hija, pero a diferencia de Mizuki ella estaba pálida y eso la asustó

Mizuki, la hija de InuYashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora