CAPITULO 1 - INOCENCIA

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Las ventanas iban abajo, para ventilar el auto apestado a cigarrillo. Era de noche, no más de las 2 y ya estábamos borrachos y drogados. Daniel conducía rápido, íbamos por la vieja terracería que llevaba a la playa. La música electrónica era desagradable. Las ondas de las bocinas resonaban en mi cabeza, aturdiéndome, mientras daba otro trago a una botella de vodka.

Los chicos reían y bailaban improvisadamente en la parte trasera. Daniel aceleró más, y de pronto se quedó botado... Un giro tosco, una luz, y el auto saliendo del camino... Fue lo último que vi.

Todos gritaron. Luego sentí un impacto, fue como revivir un recuerdo: Mamá, papá, Sara, aquel día que perdí a mi hermana, las memorias de ese 16 de septiembre me hicieron estremecer. El dolor fue una estocada que me hundió en la obscuridad...

Desperté, mas no abrí los ojos. Primero reconocí unas voces: Mi abuela, Octavio, mamá y Lucy. Esperé a escuchar la voz de papá, sin embargo esta voz nunca llegó.

Cuando era pequeña, la voz de papá era la última que oía antes de dormir, él siempre me contaba cuentos hermosos de princesas, brujas y reyes, me hablaba de mundos tan mágicos que mi mente viajaba a ellos en sueños, llenándome de ilusiones.

Lo cierto es que en los cuentos, los reyes y las reinas son felices para siempre. En mi cuento papá dejó a mamá, tenía otra familia, tenía a otra princesa...lo supe meses después y aunque me sentí abatida, lo seguía queriendo, tanto que un día le suplique que volviera:

—¡Por favor, vuelve a casa! Todavía podemos estar juntos, prometo portarme bien si regresas. Seremos felices para siempre.

—Eso no es posible, eso solo pasa en las historias que te leo.

—¿Y cuál es la diferencia?

—En los cuentos las reinas y las princesas son perfectas.

¿Ese era el problema?, yo era imperfecta... Entonces tenía que ser perfecta...

Al levantar los párpados comprobé algo que ya sabía en lo hondo de mi corazón: Él no estaba ahí, nunca lo había estado, no entendía cómo llegué a creer que en esa ocasión sería diferente.

Ella también me decepcionó, yo creí que al despertar, mamá caería sobre mí con un sin fin de preguntas, sólo que en vez de eso, pareció que interrumpí algo, todos callaron y me miraron con rareza.

Mi madre y abuela estaban paradas frente a mis amigos. En el sillón, Octavio apretaba uno de los pequeños cojines con sus manos y Lucy me observaba con tristeza. En el cuarto blanco, las paredes eran blancas, el suelo lo era y el techo también. La cabeza me dolía y la tela barata de las sábanas del hospital me picaba la piel.

—Ya se los conté. Lo saben —afirmó Lucy con la mirada posada en el suelo—. Lo saben todo, tus problemas con la comida y las drogas.

Soltó aquello como si nada, dándome la sensación de que había oído mal o de que se trataba de una broma, pude haber dicho algo como: ¿Y qué? Tú siempre tuviste problemas mentales, pero mis pensamientos se paralizaron por un segundo y de pronto un fuego iracundo impulso mis extremidades contra ella, mis manos tomaron vida propia y mis dedos volaron como agujas rasguñándole el rostro.

—¡Maldita mentirosa!

Octavio me sujetó de la cintura y me llevó al otro lado de la habitación.

—¡Mamá, de veras estoy bien!

Las lágrimas escurrieron por mis mejillas haciéndome sentir falsa, más falsa de lo que había sido en todos esos meses.

Ámbar ¿Morir por ser perfecta?Where stories live. Discover now