CAPITULO 2 - CAÍDOS

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Aquella tarde lluviosa me encontraba dando vueltas en la enfermería de la preparatoria. Las gotas recorrían los cristales mientras mi paciencia se agotaba. Jugaba con una liga de goma que tenía en la muñeca, el estirarla me era terapéutico, no sabía exactamente desde cuando había empezado a usarla, sólo que me tranquilizaba.

De pronto un taconeo se abrió paso sobre aquel vitro piso color hueso. Era la mamá de Lucy, una mujer de cabello rizado y una necesidad insaciable de meterse en lo que no le incumbía.

Saludó. —Hola Ámbar.

—Hola, señora Ríos.

Se llevó una mano a la frente. —¡Qué horror, estaba preparando la comida cuando llamaron! ¡Ya es su segundo desmayo en la semana! —Hizo una pausa, como si fuera a decir algo de suprema importancia—. Ámbar, siento que algo anda mal con mi hija. Tú eres su mejor amiga, ¿podrías decirme que es?

Contesté con naturalidad. —Sólo tiene problemas comunes de la adolescencia. —Reí atenuando el ambiente—. Puede estar tranquila.

Un hombre escuálido y de barbilla prominente dejó caer su mano sobre el hombro de la mamá de Lucy.

—Disculpe, ¿señora Ríos?, tengo que hablar con usted.

Yo aproveché ese momento para colarme al interior del consultorio. Mi amiga se veía sin color. Me acerqué y la abracé, repentinamente, me quitó.

—Lo siento, Ámbar.

—¿Por qué?

—Mamá se está dando cuenta, no quiero que me regañen, está mal lo que hacemos y lo sabes. Yo dejo esto y tú también deberías.

¡Qué falsa y egoísta!, pensé para mis adentros, como ella ya no podía seguir con la meta, se sacaba eso de la manga.

Comprendía que era difícil, pero eso no la exoneraba, había caído y quería llevarme consigo. La quería, era mi mejor amiga, eso no iba a cambiar, sólo que yo seguiría sin que lo supiera.

Cedí aparentemente. —Tienes razón. ¿Cómo se nos ocurrió?, es de locos.

Sonrió. —Entonces, ¿todo igual que antes?

—Sí.

Una vez un escritor irlandés, llamado Oscar Wilde dijo: "A veces, podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un sólo instante"

Aquel fue mi instante.

Llegué azotando la puerta de mi habitación. Estaba hecha una furia, me había fallado. Aventé un cuaderno contra la pared, apenas había pasado un mes y Lucy ya se había rendido. ¡Rayos!

En ese instante, mamá entró.

Me sobresalté. —¿Qué haces aquí?

Odiaba que irrumpiera mi privacidad de esa forma. Además ¿por qué no estaba en su trabajo?

Sin pasar por completo, anunció. —Tu abuela se quedará a vivir con nosotros un tiempo. Llegará mañana.

¡Eso frustraría todos mis planes!

—¡¿Por qué no me lo habías dicho?! —dije sin ocultar mi desagrado—. ¡¿Y hasta cuándo se quedará?!

—Se quedará el tiempo que quiera. Desde que murió tu abuelo, está muy sola, yo le pedí que viniera.

¡¿Para qué?!

—Ámbar, si tú adorabas a tu abuela. ¿A qué viene esa reacción?

Retrocedí. —A nada, sólo bromeaba —excusé torpemente mientras sentía que la sangre se me helaba. ¿Ahora qué haría?

Mamá inspeccionó mi expresión, como si intuyera algo, o leyera la mente. Posteriormente miró la hora en el reloj de su muñeca y se retiró cerrando la puerta.

Todos mis planes se venían abajo, primero Lucy, ya no contaba con su apoyo y por si fuera poco tendría a una intrusa, la quería, cómo no, era de mi familia, pero era una persona que se preocupaba demasiado por los demás, el tipo de abuela que no se duerme hasta que llegues, la típica nana que te lleva el desayuno a la cama, que siempre está al pendiente de ti o de las personas con las que te relacionas. ¡Cuántas trabas, me estaban fastidiando!

Me asomé debajo de la cama y saqué la báscula. Había bajado nueve kilos con mi dieta intensiva. Después prendí mi laptop y busqué algunos trucos en Internet, tenía que haber una forma de burlar a mi familia.

Tips:

1) Toma mucha agua.

2) Haz combinaciones repugnantes con tu comida, para que no puedas comerla.

3) Preocúpate. Las preocupaciones, regularmente te quitan el hambre y además te hacen quemar calorías. Puedes quemar hasta 700 diarias.

4) Cuando tengas hambre mastica chicles sin azúcar.

5) Para el siguiente tip no uses vasos transparentes. Mastica la comida y haz como que vas a tomar agua y tira la comida en el vaso.

6) Di que comerás en tu cuarto y tira la comida al baño. Di que estás ocupada y comerás luego sin hacerlo después. Si trabajas o estás en la escuela, di en tu casa que no quieres comer porque ya comiste en la escuela y en la escuela di que comiste en tu casa.

Venían muchos otros consejos, había tanta gente como yo, no estaba sola...

De pronto me inquieté, había mucho ruido en el departamento de a lado, era el sonido de cosas cayendo. Octavio vivía ahí, nuestras recámaras estaban separadas por una pared y los balcones de nuestras habitaciones daban para el mismo extremo.

Di algunos golpes a la pared, le pregunté en Clave Morse si ocurría algo malo.

Era un juego que teníamos desde niños.

Él contestó rápidamente con una negativa y eso me tranquilizó, él era muy torpe, quizás había tirado algunas de sus cosas.

Ya más tranquila, volví a mi computador. Entré a mi correo para limpiar mi bandeja de entrada, cuando lo vi... en la parte superior había un mensaje nuevo, venia de él, sentía que la alegría me llenaba al punto de salirse por mis poros.

Lo abrí de inmediato, y decía:

Olaa ambar, hace tiempo te envié varios de mis trabajos de biología, ¿me los puedes reenviar?, los ocupo. Porfa lo necesito para la materia suelta, y se borraron de mi computadora. XD

Maldito imbécil. Las lágrimas se me salieron, ¿cómo podía ser tan cruel?, después de tanto tiempo, esto era todo lo que recibía.

Me tapé con mis sabanas y lloré como un bebé toda la noche, pensando en qué hacer y aunque el deseo de desquitarme me gritaba a la cara que no le enviara nada, el amor que sentía por él no me dejaba perjudicarlo de esa manera.

Dejé los días pasar y él me volvió a buscar:

Por favor, si lo tienes envíamelo.

Eso era todo, ni siquiera un "hola".

Al final y con todo el dolor que nunca antes había sentido en mi vida, le envié sus trabajos. No quería volver a saber nada de él.

Lo deteste como nunca, yo siempre había excusado que me ignorara, mintiéndome a mí misma, diciendo: Quizás no tenga datos, ni saldo, quizás no tenga tiempo para conectarse a la red. Pero al final el me quito la venda de los ojos, simplemente no le importaba.

Javier era un imbécil, ni siquiera tenía porque haberme molestado, el muy idiota pudiera haber entrado a sus mensajes enviados y ahí hubiera aparecido su importantísimo trabajo... ¡Cómo lo detesté cuando sentí aquel nudo en el estómago, mi corazón iba a explotar!

Ámbar ¿Morir por ser perfecta?Where stories live. Discover now