CAPITULO 20 - COMO EL CRISTAL

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"Tus verdaderos amigos son aquellos con los que puedes exponer tu vulnerabilidad, sin sentirte pequeño, sin temor a ser herido"

Su padre dejó una jarra con agua a un lado de la cama y se retiró sin pronunciar palabra alguna. Yo estaba escribiendo en mi libreta.

Mi amigo estaba recostado en la cama. Como casi no tenía cabello, siempre usaba ese gorro rojo sobre la cabeza. Sus ojeras eran más grandes que sus ojos y sus labios estaban resecos.

Octavio llevaba unas semanas encerrado en su habitación y parecía empeorar. Con el tiempo se fue doblando hasta quebrarse, no había tristeza más grande que verlo deprimido.

A pesar de su aspecto decaído, sabía que en alguna parte de él seguía siendo el mismo de siempre.

Yo era la única que lo visitaba, sus demás amigos habían desaparecido, eran unos ingratos.

—¿Qué haces? —Cruzó las manos sobre su abdomen dando un suspiro—. Quiero salir de aquí.

—Son las doce de la noche.

—No importa. —Se levantó y metió los pies en sus pantuflas obscuras—. Sólo quiero dar un paseo, me siento enclaustrado.

Lo tomé del brazo y nos asomamos por la puerta. Al parecer sus padres ya se habían ido a dormir. Cuando llegamos al estacionamiento saqué las llaves de mi bolsillo. Octavio, prácticamente me las arrebató.

—Yo me encargo, ir contigo al volante es peligroso.

—¿De qué hablas?

—Vamos, en menos de un año tuviste un accidente en terracería e inundaste tu auto.

— "¿Sólo por eso?" —dije con sarcasmo.

—Con eso me basta.

Le quité el gorro y me lo puse, ambos subimos al auto.

Con cuidado, manejó por la plaza del centro y pasó por las calles principales.

Con las manos en el volante y la vista en el espejo retrovisor me comentó: Tu mamá estuvo platicando conmigo, me habló de una clínica en Hermosillo.

—El Cielo Sur, aunque yo no le veo nada de cielo. Quiere recluirme con ese montón de lunáticos.

—Esos lunáticos te pueden ayudar.

—Genial, mi madre te ha lavado el cerebro.

—Se preocupa por ti, sólo te tiene a ti.

—¡Eso es porque mi padre es un maldito infiel!

—¡No te exaltes, ni siquiera estamos hablando de eso!

—Lo siento. —Me revolví en mi asiento con incomodidad—. Ya sabes cómo soy, de la nada me altero.

—Tan sólo prométeme que lo vas a pensar.

—Te lo juro, es más, te prometo que si ingreso a eso horrendo lugar, al salir, serás al primero al que visite.

Si hubiera podido lo hubiera abrazado, con él nunca me sentía sola. Surgía como un rayo de luz entre una total obscuridad. En él encontraba la serenidad que necesitaba y que tanto me hacía falta...

Un chirrido, un impacto...dos gritos, alguien se había pasado un alto y una vida había acabado, me gustaría decir que fue la mía, pero no, fue Octavio...

Incluso La Parca tenía su sentido del humor. Él murió y yo viví, él que estaba tan hambriento de vida y yo tan sedienta de muerte.

Llorosa, con los ojos hinchados y la garganta contraída grité afligida por su partida, hasta que un día entendí que en realidad él nunca se había ido, él vivía en mis recuerdos de nuestra infancia, en las risas y el llanto. Lo cierto es que su muerte fue un golpe devastador, un dolor torciendo mis entrañas, pero también fue una oportunidad... Con el tiempo decidí cambiar, por él, por mí, iría a terapia, iría a la luna, si eso marcaba la más pequeña de las diferencias.

A lo largo de la vida habría más situaciones inquietantes, más perdidas, pero nada de eso importaba mientras yo me siguiera esforzando por avanzar.

"Eres mi amiga, te adoro, y me da mucha tristeza ver como no te quieres ni un poco" —Había dicho Octavio una vez y sin embargo, apenas ahora entendía por completo el peso de sus palabras.

Ya no podía hacerme de la vista gorda, necesitaba hacerme responsable de mis actos, de mi vida y dejar de culpar a otros. Quería ser mejor y nadie me iba a ayudar, no una amiga, no un príncipe azul, solo yo.

Todo lo que necesitaba era creer en mí y en lo que podía dar, aun si nadie lo creía yo tenía que hacerlo por mí misma. 

Ámbar ¿Morir por ser perfecta?Where stories live. Discover now