Prólogo

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Cuando ella abrió los ojos, no pudo reconocer su entorno. Estaba aturdida, perdida y su vista era borrosa. Sin embargo, poco a poco fue adaptando su visión al ambiente. Lo primero que vio fueron varias luces colándose delicadamente por un vitral al costado de la habitación. Estas cambiaban constantemente de matices violáceos, rojos y rosados; a amarillos, anaranjados, verdes y azules. Aquello era una auténtica obra de arte.

Pero estaba asustada. Sin importar cuán hermoso fuese el sitio en el que se encontraba, estaba asustada. Porque cuando pudo ver claramente en dónde estaba, se dio cuenta también de que no era la única persona presente en aquel lugar.

Su vista se paseó con desconcierto por cada una de las personas frente a ella. Eran siete muchachos pálidos, serios y hermosos. Aterradoramente hermosos.

Uno era bastante delgado y alto, otro, tenía rasgos delicados como los de una chica, pero una mandíbula tan varonil que lo hacía ver extremadamente atractivo.

Había un chico que destacaba por lo pálido que era, incluso más que los demás, era bastante musculoso. A su lado, otro chico también corpulento, pero un poco más bronceado, la observaba con una expresión inescrutable.

Uno de ellos tenía el rostro más inexpresivo que había ella visto. Se concentró bastante en su mirada, y le sorprendió ver un piercing adornando una de sus cejas. Junto a él había uno que era considerablemente más bajo que los demás, pero con algo que, de manera inconsciente, la hizo suspirar.

Y, finalmente, su vista se detuvo en el que se encontraba justo en el centro. Pálido, muy pálido, con unos ojos pequeños y hermosos. Ojos que parecían ver hasta lo más profundo de su alma. Unos ojos que helaron su cuerpo cuando se tornaron del color de la sangre.

Entonces, existían. Sus ojos lo confirmaron.

Sangre.

Eso querían.

Pero... ¿Por qué sentía que ya había visto esos ojos mucho antes?

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Where stories live. Discover now