XVIII

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El beso tomó a Sunhee por sorpresa. Sin embargo, lo siguió algo avergonzada y torpemente. Fue suave, delicado. Aun así, los colmillos de Jooheon atraparon con suavidad el labio inferior de la castaña, sin llegar a lastimarla demasiado, pero robándole un pequeño jadeo de impresión. Aunque no dolió mucho, Sunhee pudo saborear en su propia boca el característico sabor metálico de la sangre. Extasiado, Jooheon se separó de ella con dificultad, relamiéndoae los labios. Sus ojos rojos, se habían oscurecido un poco, tomando el color del vino.

—Lo siento —se disculpó él, mirándola a los ojos—. No sabes cuánto necesitaba hacer esto.

Sunhee no podía hablar. Sentía que cualquier cosa que dijera, sería una tontería de la que sólo terminaría abochornándose. Lo único que fue capaz de hacer, fue negar suavemente con la cabeza.

—No importa —susurró aturdida.

Cientos de preguntas abordaron au mente. Pero nada salió de su boca. Aun así, sabía que Jooheon ya era conocedor de sus insistentes dudas. Por lo que se sintió frustrada cuando él se separó de ella por completo y luego le dio la espalda.

—Debes ser más cuidadosa —comenzó a decir, dirigiendo sus pasos nuevamente al baño, dispuesto a dejar el botiquín en su sitio. Cuando regresó, sus ojos ya eran completamente negros de nuevo—. No quiero que estés lastimándote cada vez.

—No soy tan torpe —soltó Sunhee a la defensiva. Fue rápido, tan rápido que apenas pudo parpadear cuando Jooheon se encontraba nuevamente a centímetros de ella, sosteniendo su mano vendada con firmeza.

—Yo no podría creer eso —levantó la mano de la chica—. ¿Cómo pudiste pensar que sería seguro levantar cristales rotos con esta mano tuya?

—I-Iba a recoger los grandes y luego buscaría la escoba y la pala para recoger los más pequeños —se defendió con nerviosismo.

—Pudiste recogerlo todo de la misma manera, y no te habrías lastimado así —gruñó el pelinegro—. Hoseok pudo devorarte y yo lo habría matado.

—Jooheon, basta —desvió la mirada, nerviosa—. Nadie va a matar a nadie.

El vampiro se separó de la chica y pasó su mano izquierda por su cabellera oscura, echándola hacia atrás. La miró con fiereza.

—No voy a perdonar a quien se atreva a tocarte. Sin importar quién sea.

Luego, estaba sola. Jooheon se había ido tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo de procesar lo que le había dicho.

Aturdida, llevó sus dedos a sus labios, rozándolos suavemente ante la aún existente sensación de los labios suaves del vampiro contra los suyos y el sabor ferroso inundando su boca.

«No sabes cuánto necesitaba hacer esto» —recordó avergonzada.

¿De cuánto tiempo estaba hablando él? Su voz mostraba desespero, como si realmente se refiriera a mucho tiempo. Sintió un escalofrío, recordando que desde hacía catorce años, estuvo soñando constantemente con el hombre que acababa de besarla. Y su pecho fue abordado por una sensación tan cálida que un par de lágrimas rebeldes se le escaparon de los ojos.

Jooheon era importante para ella. Eso era un hecho. Pero en aquel momento, estaba más confundida de lo que le gustaría. Cuando fue capaz de recordarlo todo, fue consciente de los sentimientos que albergaba por el vampiro. Cuando era pequeña, fue él quien la estuvo protegiendo constantemente. Era él quien velaba por ella cuando despertaba llorando por las pesadillas.

Fue Jooheon quien la tranquilizó cuando tuvo más miedo.

«Sunhee corrió. Corrió sin cesar, sintiendo sus pulmones doler cuando el aire cada vez era más complicado de retener. Lloraba tanto que su garganta dolía, su cabeza también.

Se escondió detrás de un árbol, siendo consciente por primera vez de la mancha de sangre que empapaba su vestido favorito.

¿Su madre? Muerta. ¿Su hermano? No lo sabía, y eso la aterraba. ¿Ella? Sin saber qué hacer. DongJun había asesinado a su madre frente a ella. Y, tratando de atraparla, rasgó la piel de su cintura con sus largas uñas puntiagudas.

Sunhee siempre le había temido. Aquella mirada extraña en sus ojos siempre la había aterrado.

Ahora sabiá el porqué.

Le costó respirar, la sangre escurría sin descanso. Sus lágrimas también goteaban, chasqueando contra el charco escarlata en el que estaba parada.

—Sunhee —oyó de repente. Los zapatos del niño pisaron el charco rojo. Y su voz la tranquilizó, aunque él se oía preocupado—. Todo estará bien.

—Honey —sollozó la niña sl ser rodeada por los brazos del muchachito—. Mi mamá, mi hermano...

—Minhyuk está bien —susurró, acariciando su cabello. El silencio que guardó sólo le recordó que su madre ya no estaba ahí—. Vine por ti.

—Va a matarme —dijo ella con la voz ahogada.

—No va a hacerte daño. Lo prometo —respondió él, sin separase de ella, y sin cambiar su tono de voz gentil—. Vamos a curar tus heridas —sin esfuerzo, Jooheon levantó a Sunhee del suelo con delicadeza. Sunhee era consciente de las pupilas rojas que brillaban con intensidad hacia ella. Y aunque él sabía que ella estaba acontumbada a esos ojos, susurró algo lastimado—. No veas mi rostro, por favor.

La niña asintió, escondiendo su cara en el hueco del cuello del mayor. Se sintió adormilada.

—Te adoro, Sunhee —pudo oír a lo lejos—. Un día estaremos juntos de nuevo. Lo prometo».

Cuando había despertado, él ya no estaba, sus recuerdoa también habían sido dejados atrás. Y a partir de ahí, fue Park Sunhee.

La castaña secó sus lágrimas, tratando de recomponerse, y se levantó, tambaleándose un poco.

—Siempre estuviste ahí, ¿eh? —mormuró, sintiendo su corazón acelerarse.

Aquela tarde, Sunhee se dio cuenta de lo mucho que necesitaba a Jooheon, y lo apegada que estaba a él, pese a no haberlo visto por más de catorce años. Pero a sabiendas de que él la había estado cuidando durante todo ese tiempo. Tembló ante el escalofrío que recorrió su columna vertebral cuando fue completamente consciente de que él estuvo siempre tan cerca de ella.

«Honey». No le quedaba para nada mal aquel apodo que ella misma había decidido para él.

Siempre fue tan dulce con ella, en todo momento. Y aun cuando estuvo tan preocupado, nunca perdió la compostura. Hasta el último momento, le dijo con suavidad «Todo estará bien».

Por supuesto que, en aquel momento, siendo una niña, todo el amor que sentía por Honey se resumía a un apego emocional al niño que la protegía cada día.

Pero, siendo una persona adulta, y recordando todo lo que habían pasado juntos, Sunhee se sintió confundida con respecto a sus propios sentimientos por él. Mucho más luego de haberle besado.

No obstante, una cosa era segura.

Gracias a él, ella vivía. Y las dos veces que DongJun casi la lastima, fue él quien la salvó.

Sunhee le debía la vida. Jooheon era su todo: su inicio... Y probablemente, su fin.

Esperaba que lo último no sucediera demasiado pronto. Deseaba quedarse junto a él todo lo que le fuera posible.

Porque lo quería. Realmente lo quería demasiado.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora