XVII

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Hoseok miró fascinado a Sunhee cortar una cebolla hábilmente y la chica rio.

—¿Tan sorprendente me veo? —cuestionó ella risueña ante la mirada del rubio. Aquel día, Kihyun había salido con su hermano mayor en busca de vaya a saber Dios qué cosa. Sunhee se tomó la libertad de preparar su comida por primera vez en dos semanas. Jooheon no había permitido que la muchacha se acercara a la cocina. Pero luego de un par de súplicas, por fin había accedido cuando Sunhee le dijo que era suficientemente prudente como para preparar su propia comida como un adulto común sin salir herida.

Y, claramente debía ser una experta en la materia cuando había tenido que idependizarse con poco dinero y unas cuentas bastante apretadas. No podía vivir comprando comida rápida para alimentarse. Y tampoco le molestaba cocinar, pese al poco tiempo que tenía entre la universidad y el trabajo.

La universidad —pensó aturdida.

Los últimos días, ir a la universidad era más aburrido de lo que recordaba. ¿Qué había pasado con San y los demás? Se habían ausentado desde el día que despertó en la mansión en la que vivían los vampiros. Y hasta aquel día, Sunhee no se había atrevido a preguntarle a Jooheon a qué especie pertenecían sus peculiares amigos.

Por supuesto, se sentía extraña volviendo a un sitio que no era precisamente su departamento. Más bien, se sentía extraña cuando el coche negro de Jooheon la esperaba frente al campus cada tarde. El pelinegro usualmente estaba recostado en la puerta del copiloto, mirando su celular. Sunhee sabía perfectamente que él podía percibir su olor de lejos, pues apenas ella podía divisarlo cuando él levantaba el rostro en su dirección, aun estando a varios metros de distancia.

Aquella situación a la que la castaña comenzaba a acostumbrarse, evidentemente había alborotado el ambiente en el campus diariamente, pudiéndose oír cuchicheos acerca del apuesto chico del auto caro que esperaba todos los días por la chica normalita de la facultad de diseño gráfico. Porque, sí, no era para nada un secreto que Lee Jooheon era atractivo, bastante atractivo. De hecho, todos los chicos con los que repentinamente había comenzado a vivir eran muy bien parecidos, incluyendo a su hermano mayor. ¿Quién sabe qué ocurriría si un día de aquellos se aprecían los siete por la facultad?

Sunhee era completamente consciente de lo peligrosa que era la situación en la que se encontraba. Aun así, se sentía bien. Se sentía incluso segura en aquella casa.

—No pensé que cocinabas tan bien —se limitó a decir Hoseok con una sonrisa ladina.

—Pues lo hago —respondió ella enseguida.

La chica se dio la vuelta, caminando hacia el fregadero con un vaso de cristal en su mano izquierda. Repentinamente, el objeto se resbaló de sus manos de una manera tan torpe que hasta se le hacía absurdo. En medio del silencio, el estruendo del cristal impactando contra el suelo hizo eco en aquella habitación.

—También eres torpe —opinó Hoseok con el ceño fruncido. Miró alarmado a Sunhee cuando, luego de soltar una maldición silenciosa, se puso en cuclillas dispuesta a recoger los cristales más grandes, antes de buscar la escoba para barrer los trozos que se camuflaban en las baldosas claras—. ¡No lo hagas..!

Pero era tarde. A Sunhee se le hizo tan ridícula la idea del cristal rozando la piel de su mano, abriendo una herida que no tardó en comenzar a sangrar; que hasta se reiría de lo cliché que aquello era.

Y tuvo miedo. Porque enseguida, Hoseok sostenía sus manos con fuerza.

Estaba frío. Sintió su respiración agitada detrás de su oreja. No se atrevió a moverse. Y, a través del reflejo del horno, pudo ver sus pupilas cobrizas brillando con intensidad.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Where stories live. Discover now