XV

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Una ola de aire fresco hizo que Sunhee se removiera en su lugar, haciéndola despertar poco a poco.

Cuando ella abrió los ojos, no pudo reconocer su entorno. Estaba aturdida, perdida y su vista era borrosa. Sin embargo, poco a poco fue adaptando su visión al ambiente. Lo primero que vio fueron varias luces colándose delicadamente por un vitral al costado de la habitación. Estas cambiaban constantemente de matices violáceos, rojos y rosados; a amarillos, anaranjados, verdes y azules. Aquello era una auténtica obra de arte.

Pero estaba asustada. Sin importar cuán hermoso fuese el sitio en el que se encontraba, estaba asustada. Porque cuando pudo ver claramente en dónde estaba, se dio cuenta también de que no era la única persona presente en aquel lugar.

Su vista se paseó con desconcierto por cada una de las personas frente a ella. Eran siete muchachos pálidos, serios y hermosos. Aterradoramente hermosos.

Uno era bastante delgado y alto, otro, tenía rasgos delicados como los de una chica, pero una mandíbula tan varonil que lo hacía ver extremadamente atractivo.

Había un chico que destacaba por lo pálido que era, incluso más que los demás, era bastante musculoso. A su lado, otro chico también corpulento, pero un poco más bronceado, la observaba con una expresión inescrutable.

Uno de ellos tenía el rostro más inexpresivo que había ella visto. Se concentró bastante en su mirada, y le sorprendió ver un piercing adornando una de sus cejas. Junto a él había uno que era considerablemente más bajo que los demás, pero con algo que, de manera inconsciente, la hizo suspirar.

Y, finalmente, su vista se detuvo en el que se encontraba justo en el centro. Pálido, muy pálido, con unos ojos pequeños y hermosos. Ojos que parecían ver hasta lo más profundo de su alma. Unos ojos que helaron su cuerpo cuando se tornaron del color de la sangre.

Entonces, existían. Sus ojos lo confirmaron.

Sangre.

Eso querían.

Pero... ¿Por qué sentía que ya había visto esos ojos mucho antes?

Detalló sus ojos rojos, sintiendo su cuerpo temblar. Un punzante en su cabeza la hizo fruncir el sueño.

—Sunhee —habló el chico del medio. La castaña se sintió mareada.

Entonces recordó.

Como si de una película se tratase, Sunhee recobró todas sus memorias perdidas. Sus ojos se cristalizaron y con un hilo de voz susurró:

Honey —un escalofrío recorrió la espina dorsal de Jooheon cuando la oyó llamarlo así, y un suspiro se escapó de sus labios. Se puso de pie y se acercó cuidadosamente hasta estar frente al gran sofá en el que la chica descansaba. Tomó su barbilla con su mano y la acarició.

—Te he echado mucho de menos, pequeña —susurró él secando las lágrimas que desbordaban de los ojos oscuros de Sunhee.

Tan hermoso, tan tranquilizador.

Jooheon se separó un poco y ella pudo ver nuevamente al resto de los muchachos.

—Chicos —susurró nostálgica y sus ojos se toparon con los de su hermano. Nuevamente comenzó a llorar—. Min —con bastante dificultad, trató de ponerse de pie, aunque no tuvo éxito. Minhyuk corrió hacia ella y la estrechó entre sus brazos, derramando un par de lágrimas también.

—Tonta, no te levantes así —susurró sosteniéndola con fuerza—. Ha pasado un tiempo, hermanita.

Aún con los brazos alrededor de Minhyuk, Sunhee miró a Hoseok, algo sorprendida cuando cayó en cuenta de lo... musculoso que se había vuelto. Pero soltó una risilla cuando un pequeño sollozo se escapó de los labios del muchacho. Ella extendió uno de sus brazos hacia él y le sonrió.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Where stories live. Discover now