XXIII

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Fue rápido.

Fue silencioso. Aunque no supo cómo fue eso posible. Los cristales rompiéndose solían hacer bastante ruido.

Fue aterrador.

Por encima de todo, fue hábil.

Y luego, fue... Nada.

Ya no podía ver, oir ni decir nada. No podía moverse tampoco.

Sólo... Nada.

Despertó, desorientada. Tan desorientada como cuando despertó en la casa de Jooheon. Igual de confundida. Pero, a diferencia de aquel momento, esta vez no lloró de felicidad, no fue recibida por los ojos familiares de su hermano, Hoseok y Jooheon.

No.

Esta vez fue diferente.

Los ojos que la veían estaban lejos de ser cálidos.

—Oh, ella ha despertado —dijo un muchacho, de unos veintitantos. El cabello negro peinado hacia un lado. Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios. Pero estaba lejos de ser una amable.

—Eres tan hermosa —otro muchacho, de cabello castaño claro, la observó también. Hizo un puchero—. Si tan sólo SehYoon no fuera tan egoísta —ronroneó con lascivia en su oído—. Hueles tan maravillosamente.

—Hey, la estás asustando —se rio el pelinegro. El castaño bufó y se alejó—. Por ahora, informaremos que has despertado. Bienvenida, Sunhee —le sonrió nuevamente. Y ambos dejaron la habitación.

Sunhee no podía moverse, porque estaba atada.

No podía hablar, porque estaba amordazada.

Sólo podía ver porque le habían quitado la venda de los ojos. Así que también podía llorar.

Y por supuesto que lo hizo.

—Shh, por favor no llores —su cuerpo se tensó al oír la familiar voz acariciarle los oídos—. Me pone tan triste verte llorar.

Kim SehYoon.

¿Cuándo había entrado?

«Es sigiloso, como un gato», recordó.

Lo entendía mejor ahora.

SehYoon se deshizo de lo que le impedía hablar. Sunhee no gritó. Sabía que era inútil. Sabía que estaba lejos de casa. Sabía que estaba en un lugar en el que, si gritaba, a nadie le importaría.

Así que no gritó. Por el contrario, tensó la mandíbula.

SehYoon también desató las cuerdas que se enrollaban alrededor de sus muñecas y tobillos, dejándola completamente libre.

Aunque sabía también que su libertad sería escasa.

—¿Me recuerdas? —preguntó él de repente cuando ella había logrado ponerse de pie, caminando suavemente hacia el ventanal, sin decir nada.

Un comportamiento que tomó al vampiro completamente por sorpresa. Ella no se quejó, no gritó. También había dejado de llorar.

Pero tampoco habló.

Sunhee asintió. SehYoon la miró con desconcierto desde su lugar, percatándose de que la castaña no había hecho contacto visual con él.

Y eso lo irritó.

—Mírame —apareció junto a ella, tomando su barbilla y obligándola a verlo. Sunhee ni siquiera se sobresaltó cuando él apareció a su lado.

La castaña observó los ojos del vampiro, rojos, brillantes... Sedientos.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Where stories live. Discover now