VII

903 114 6
                                    

Sunhee caminó apresurada, alejándose de los chicos. Con pasos algo torpes, alcanzó el baño de chicas y al llegar a los lavabos, se apresuró a mojarse el rostro.

La palpitante sensación que la había recorrido hacía tan sólo unos momentos, le había dejado una sensación de pánico que realmente no sabía cómo explicar. Sus piernas habían comenzado a temblar desde el momento en el que Wooyoung le había sonreído de aquella manera tan aparentemente inofensiva.

Mingi también había vuelto la atmósfera excesivamente pensada las dos oportunidades que habían intercambiado palabras.

Y San la había calmado tanto que también le asustaba.

A todo aquello, Sunhee tragó grueso.

Imposible —pensó aturdida.

¿Qué tan grande era la probabilidad de que los chicos no fueran simples humanos? ¿Era demasiado ridículo siquiera pensar en que fuesen vampiros?

Tal vez sólo estaba paranoica.

—Eso debe ser —susurró, riéndose de sí misma por hablar sola producto de los nervios. Secó su rostro y salió del baño, mirando sus pies distraída.

Con algo de rudeza, chocó con una persona. Cerró sus ojos con fuerza, esperando el impacto de su cabeza contra el suelo. Sin embargo, nunca llegó. Por el contrario, al abrir sus ojos, lo primero que observó fue una mano sosteniendo con delicadeza su brazo, y otra firmemente agarrada a su cadera. El aroma varonil de aquel muchacho la invadió entera. Y estaba tan avergonzada que se había negado rotundamente a levantar el rostro.

—¿Estás bien? —la piel se le erizó cuando la voz aterciopelada del individuo acarició con suavidad su oído.

—Lo estoy, gracias. Y lo siento —susurró ella sin observarlo aún.

—Es bueno saberlo. Pero por favor ten más cuidado. Podrías lastimarte —la soltó con suavidad—. Hasta luego —Sunhee vio aquellos pies alejarse de ella. Se sintió cobarde por no haber levantado el rostro antes. Porque la voz gentil del muchacho no había sido lo único que le había erizado la piel. Aquella voz era perfectamente reconocible para ella.

«Nada malo va a pasarte».

Con los ojos cristalizados, miró rápidamente en dirección a la que se había ido él. Pero ya no había nadie.

¿Acaso era posible que fuera la misma persona? Ni siquiera sabía a quién esperaba encontrar. El chico de sus sueños podría sólo ser alguien creado por su imaginación. Y ese muchacho tal vez sólo tenía una voz similar.

Pero, su calidez le había hecho experimentar una sensación tan aterradoramente familiar y agradable, que temía no volver a sentir. Y se odiaba a sí misma por no haber levantado el rostro cuando pudo hacerlo.

—Creo que me iré a casa —susurró ida. Sus pies la llevaron hasta la dirección. En donde pidió permiso para irse antes, alegando que su condición de salud no era buena. Cosa que no era del todo falsa. Pero más que estar enferma, Sunhee sentía un vacío en su pecho que sólo la hacía querer llorar y llorar. Y no quería ver a nadie aquel día.

—¿Noona? —oyó la familiar voz de San cuando salió de la oficina. Su cuerpo se puso tenso—. ¿Te irás a casa?

—San —lo miró por primera vez. El pelirrojo se veía tan preocupado como antes. Y su preocupación creció al notar los bordes de los ojos de Sunhee rojizos—. Sí, voy a casa. No me siento muy bien.

—¿Qué ocurrió? ¿Quieres que te lleve? —Sunhee dió un paso atrás cuando su amigo trató de acercarse. Él frunció el ceño angustiado—. Sunhee...

—Descuida —sonrió—. Puedo ir sola. No quiero que te saltes las clases por mí. También me conviene que no las pierdas para que luego me pases los apuntes.

San suspiró, dándose por vencido. Y vacilante, asintió.

—Está bien. Escríbeme cuando llegues a casa, para saber que estás bien —Sunhee sonrió.

—Aigoo~. Estaré bien, San. No te preocupes demasiado —dijo tiernamente. El pelirrojo sintió su pecho calentarse y le devolvió la sonrisa.

—Te creo. Por favor no te desmayes —Sunhee se rió.

—Por favor presta atención en clases, necesito ponerme al día —respondió ella. El chico asintió y observó a la castaña alejarse. Aún estaba preocupado. Pese a las palabras que Sunhee había usado para tratar de calmar sus ánimos, aquello sólo lo había preocupado más.

Se dió la vuelta, dispuesto a contarle a Seonghwa sobre el estado de Sunhee. Pero una mirada llena de ferocidad y superioridad lo hizo parar en seco.

Aquella sensación. Qué escalofriante.

—Tú —soltó perplejo.

—¿Me conoces? Qué bien. Nos saltaremos la introducción entonces, ya que también te conozco, Choi San —sonrió aparentando amabilidad. Aunque él mismo sabía que aquello era lo que menos quería expresar aquel muchacho. San pudo ver a varias personas mirar con intriga al hombre frente a él. Varias chicas soltaron algunos suspiros de encanto—. Qué molesto —frunció el ceño—. ¿Podemos hablar en otro lugar?

San chasqueó la lengua cuando no pudo negarse, y había terminado siguiendo los pasos del pelinegro.

Maldito vampiro —pensó el pelirrojo irritado.

—Puedo escucharte. Trata de pensar en otra cosa. No quiero que nuestra conversación se vea entorpecida por algún tipo de confrontación —se detuvo junto a un árbol. Aquel día, aunque nublado, no había llovido. Se dió la vuelta y lo observó—. Creo que ambos sabemos que puedo matarte en un segundo. Aunque no quiero eso. Más bien he venido en buenos términos.

—¿Qué? —preguntó desconcertado.

—Park Sunhee —dijo el pelinegro sin más—. ¿Qué quieren de ella?

—Eso no es tu p... —Jooheon entrecerró los ojos y San soltó un quejido de dolor cuando su pecho se sintió tan apretado que le resultó sofocante.

—Por un momento había olvidado que los perros como tú no conocen su lugar. Volveré a preguntar: ¿Qué quieren de Sunhee?

—Deja de jugar con él —la voz de Seonghwa llegó a los oídos del vampiro. Quien soltó una risilla y dejó caer al menor. El rubio suspiró y se acercó a ambos—. Un gusto verte de nuevo.

—Creo que mentiría si dijera que me siento igual —se sinceró—. Sin embargo, es reconfortante que hayas venido, Park Seonghwa.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el rubio—. No es para saber qué queremos de ella. Porque estoy seguro de que eso ya lo sabes a la perfección.

San los miró desconcertado. Él sólo fue una manera de acercar a Seonghwa.

—Pues, no te equivocas —concedió el vampiro—. He venido a recordarles que su plan no va a funcionar. Es imposible para sangres impuras como las suyas.

—Te equivocas —soltó el rubio irritado—. No trates de sugestionarme.

—No estoy sugestionando a nadie. Estoy anticipando. Aunque, de todas formas. Yo sugeriría que se dieran por vencidos. Jamás dejaré que pongan un dedo encima de Sunhee.

Jooheon miró con desdén a Seonghwa, quien apretó la mandíbula.

—Yo no voy a permitir que ustedes arruinen nuestro plan —finalizó, dándose la vuelta y caminando con paso firme. San le echó una última mirada al pelinegro, y siguió al rubio.

—No puedes seguir actuando de tal manera, perro —susurró Jooheon cuando los lobos iban a varios metros lejos—. Ustedes no pueden ser Adán.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Where stories live. Discover now